Los tambores en la casa de Florencia Gularte eran parte del mobiliario, y de niña, tocarlos le resultaba más natural que jugar con muñecas. Vivió en Argentina hasta los 21 años, y fue el candombe lo que la llevó a Uruguay, más precisamente al Barrio Sur, donde atesora las mejores vivencias. Recuerda las aglomeraciones en la puerta de la casa de sus abuelos, en la calle Curuguaty, con gente bailando entre la cuerda de tambores. O las veces que, junto a su hermana María, "robaban" las plumas y trajes que su tía abuela Marta Gularte guardaba en un viejo baúl, y trataban de imitar los movimientos de esa monumental vedette.
Acompañó a su tía en muchas Llamadas, casi como una sombra, y observó su carisma hipnotizante. Aprendió de la mejor, y el apellido no le pesa. Aunque las comparaciones son inevitables, considera que están de más: "Fue única y lo seguirá siendo. Nadie va a ocupar su lugar", asegura Florencia Gularte a El País.
Llevaba el candombe en la sangre, pero aprendió a amar el Carnaval gracias a "Cachila" Silva y su esposa Margarita Barrios. Durante su década en Morenada le transmitieron el verdadero significado de esta fiesta popular y lo que implica sacar una comparsa. En 2011, decidió fundar la suya, Integración, junto a su esposo Héctor Suárez, con el propósito de expresar y hacer lo que sentían.
"Si salís en un conjunto hacés lo que te dicen. Entonces decidimos hacerlo por nuestra cuenta. Nos costó, y nos sigue costando, pero con los años se aprende mucho", asegura sobre la comparsa que está en boca de todos por la calidad de su espectáculo y también porque allí salen dos referentes de la plena: su hijo Jona Suárez y su nuera Luana Persíncula.
Jona, líder de La Nueva Escuela, creció entre tambores y todo lo que sabe lo aprendió en Integración. Este año, además, convenció a su novia Luana para que debutara en Carnaval con la comparsa de su familia. "Es supercandombera. Se adaptó enseguida: toca el tambor con nosotros, canta y se divierte mucho", la elogia Florencia. Y promete que esta noche, en la segunda pasada por el Teatro de Verano, la joven "va a estar muchísimo mejor".
De la herencia candombera, los imborrables recuerdos con Marta Gularte, lo bueno y lo malo de sacar una comparsa, el orgullo por su hijo y la relación con Luana va esta charla con Florencia Gularte.

Integración, la comparsa dirigida por Florencia Gularte, sufrió una sanción en el Concurso Oficial de Carnaval debido a un problema con los fichajes. La lista presentada por la comparsa tenía dos componentes más que la registrada por la Intendencia de Montevideo, y al llegar al Teatro de Verano se descubrió que el tecladista no estaba fichado. Florencia reconoce a El País que decidió que el músico subiera al escenario igual, asumiendo la resta de 12 puntos para evitar problemas mayores con la musicalidad.
Este año, con su espectáculo Matria, rinden homenaje a las lanceras que lucharon con Artigas, destacando la lucha de las mujeres. Florencia asegura que en sus espectáculos siempre prioriza reivindicar a la mujer: "Ya que tenemos una voz para decir en Carnaval y un espacio como la tele para amplificar, intento decir algo que valga la pena, dado que nos cuesta tanto el trabajo".
—En tu casa siempre se respiró candombe, ¿pero cuáles son las primeras Llamadas que recordás?
—Las primeras que recuerdo son de cuando tenía siete años y las compartí con mi tía, su hija Katy y mi hermana. Creo que a las nueve de la mañana ya estaba vestida y maquillada, y para la hora del desfile ya estábamos cansadas por la ansiedad. Lo más lindo fue ver a mi tía: cómo se vestía, el olor a su perfume, su vestuario, sus plumas.
—¿En qué se notaba esa pasión candombera en tu casa?
—Yo vivía en Buenos Aires, y aunque en mi familia eran músicos, el candombe lo tengo más arraigado a las vacaciones en la casa de mi abuela. Allí, los tambores eran parte de la vida. De niños nos mandaban a la panadería a comprar pan, veíamos pasar una cuerda y la seguíamos. Todos nos esperaban para comer, y nosotros andábamos dando vueltas con el pan debajo del brazo entre los tambores.
—En 1994 debutaste como vedette en Morenada y la pasión sigue intacta. ¿Tenés algún ritual para la noche de Llamadas?
—Después de más de 30 años, el único encanto es pensar que no me voy a cansar tanto al final (se ríe). Desde que empecé a sacar la comparsa ya no puedo prepararme como antes; ahora tengo 150 personas que dependen de mí, y el tiempo para organizar todo es superacotado. No lo disfruto como antes, y ya no me pongo como prioridad. Mi objetivo es que todos salgan bien.
—¿Y cómo te preparabas antes?
—Me hacía mis propios trajes para el Teatro de Verano, las Llamadas, el Desfile Inaugural: bordaba con canutillos, mostacillas, lentejuelas. También hago el vestuario de mi comparsa. Antes descansaba, me hidrataba, comía bien, hacía ejercicio… Ahora perdí esos privilegios por sacar la comparsa, pero tiene su encanto.
—¿Qué tan presente estaba Marta Gularte en tu vida?
—Desde que vine a vivir acá, estuvo presente todo el tiempo. Entrar a su casa era maravilloso. Era el mundo de la comparsa, las plumas, el brillo, los vestuarios. Con mi hermana nos probábamos sus cosas y hacíamos shows para la familia imitándola. Compartimos muchas charlas mientras le bordaba sus trajes. Te contaba cosas muy tristes con una sonrisa porque usaba el humor como catarsis. Era un ser maravilloso, con una fortaleza envidiable.

—¿Guardás objetos de ella?
—Katy me dejó el último gorro que usó y lo tengo para que todos lo vean. También guardo una peluca que fue muy emblemática en su carrera, y la que tenía puesta cuando falleció.
—¿Te influyó pasar tiempo con ella para que decidieras ser vedette?
—Me gustaba bailar, pero no soñaba con ser vedette. Para mí era mi tía, no era tan consciente de su figura en ese momento. Lo entendí más después de que falleció. La admiro porque era valiente y transgresora.
—¿Cómo vivís el éxito de Jona en La Nueva Escuela?
—Se me cae la baba. Es un orgullo que sea un poco el abanderado de la plena en el mundo, y que el apellido de mi familia siga brillando con su música.
—¿Cómo surgió la idea de sumar a Luana a Integración?
—La invitó Jona. Ya lo habían hablado, pero a ella le daba miedo no poder cumplir por sus compromisos laborales. Este año, finalmente, pudo estar. Ella es supercandombera y se adaptó enseguida. Toca el tambor con nosotros (le hicieron uno livianito), canta, y se divierte. Iba a tocar el tambor en las Llamadas, pero yo le dije: "no creo que te dé para hacerlo 15 cuadras y después ir a actuar, no te lo recomiendo".

—¿Cómo viste su debut en el Teatro de Verano?
—Se adaptó completamente al espectáculo, al Concurso y a lo que se le dijo. Es muy buena compañera y estamos muy contentos con ella. Cantó como ella acostumbra. Le pareció una locura la despedida. Creo que la segunda rueda va a estar mucho mejor.
—¿Es un plus para el espectáculo y la comparsa?
—Sí, no solo para nosotros, sino para el público. Hizo tablados y la gente no puede creer que cante ella. Es una sorpresa que lleve su música a barrios donde la gente no puede llegar al Teatro de Verano. También es muy lindo para los niños, porque es muy amena, habla con todos, se saca fotos.
—Se la vio en tu cumpleaños tocando el tambor y cantando, ¿se llevan bien?
—Sí. Mientras mi hijo esté bien, yo estoy bien. También hemos pasado fiestas con su hijo Tao y sus padres. Es muy familiera, como nosotros.
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