Es cierto, nadie recordará nunca el esperpéntico título español (Llevados por el deseo), pero hay que reconocer que el inglés Closer, es deliberadamente ambiguo. Aventuro que alude a la fotografía, que es la profesión de la protagonista y tiene bastante que ver con la historia o su manera de contarla. Porque Julia Roberts apunta su cámara y se acerca a su rival (Natalie Portman) más y más hasta lograr registrar una lágrima. Foto que luego colgará en el centro mismo de su exposición.
Patrick Marber, autor de la obra de teatro original y también de la adaptación cinematográfica, proporciona al director la oportunidad de hacer lo mismo que la Roberts con sus criaturas: registrarles lo más íntimo, lo más secreto, lo más tradicionalmente vergonzante de su vida sexual. En una de las primeras escenas, Marber pone a sus dos personajes masculinos frente a sus respectivas computadoras a concertar una "cita a ciegas" en que se cruzan las propuestas, o promesas, más osadas o más escandalosas, para entendernos aunque sea en esa jerga anticuada. Es necesario aclarar que uno de los hombres finge ser una mujer, por lo cual se trata de una cita a ciegas que ningún monseñor de este mundo podría condenar, pero sirve a sus fines. Además de ser un engaño que pone en marcha la historia, establece las reglas de juego de la tragicomedia que sigue. Todo —en el terreno verbal— está permitido. La película en otros aspectos es casi ascética. No hay una sola escena de sexo fuerte, no digamos explícito. Y otro rasgo sorprendente: salvo en el recurso del chateo inicial, los cuatro personajes son inequívocamente heterosexuales. Lo que en el cine de hoy ha pasado a ser una originalidad. Hasta aquí estoy intentando precisar la materia de la película y su manera de encararla, por parte de Patrick Marber (autor de la obra teatral y guionista del film) y Mike Nichols, su director. Marber, comprensiblemente, está demasiado enamorado de su propio diálogo chispeante para sacrificarlo. Y Nichols se ha enfrentado a textos mucho más verborrágicos: Quién teme a Virginia Woolf, o la flamante, y magnífica, adaptación televisiva de Angeles en América.
Cierto es que el talento epigramático ha sido una marca de fabrica de la comedia inglesa (a menudo usurpando el aporte irlandés) desde el siglo XVII hasta Wilde y sus epígonos. Pero también lo es que ese talento no se compadece del todo con el cine. Y algo de eso pasa en esta película. Desde el principio y a pesar de la maestría única de Nichols cuando se trata de contrabandear teatro en el cine, se siente que los cuatro personajes hablan con demasiado ingenio, dando una pátina de artificio a lo que se propone ser un retrato despiadado. Frío, elegante, con un ritmo de andante maestoso, hasta el extremo de que el apunte musical más reiterado de la banda sonora es el trío de Così fan tutte (Soave sia il vento...) ápice de la melancolía mozartiana, canto al dolor de la partida, de la separación, de la ruptura. De eso va la película, de la fragilidad de la pareja (en este caso, las parejas, que además se intercambian o pretenden hacerlo), de los riesgos de la sinceridad y el acecho constante de la mentira, del componente insidioso de los celos y la venganza. La sexualidad liberada de los tabúes de la religión y de la burguesía, sigue generando relaciones peligrosas.
Queda por hablar de los actores, que Nichols maneja en forma colosal. Dos de ellos se llevaron la otra noche dos Globos de oro. Los otros dos no se los merecerían menos. Me gusta quebrar una lanza por Julia Roberts, que además de ser una mimada del público y de los productores, es una comediante de primera línea que aquí rinde en su mejor nivel. Su asombrosa fotogenia no excluye la perversidad. O el cinismo. Que son los filos oscuros de su personaje.
Clive Owen, actor inglés que tardó en llegar a Hollywood, consigue una dimensión extraordinaria para el suyo, tal vez el más interesante de los cuatro, el más doloroso, o el que finge mejor el dolor. La característica de Jude Law es la fluidez con que se mete en cualquier personaje, desde un asesino serial hasta un frívolo playboy o este despistado periodista vocacional, forzado a escribir obituarios. Natalie Portman depara una sorpresa. Nichols debe adorarla. No sólo le hizo hacer la Nina de La gaviota, sino que aquí le salva la vida. En la versión teatral, la chica muere y la obra se cierra con su entierro, que reúne por última vez a los otros tres. Es de algún modo la víctima de la sofisticación de los otros. Aquí al final se va a New York y la vemos paseando por la Quinta Avenida. No hay datos de que Marber y Nichols hayan litigado por esa modificación.
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CRITICA | A.L.
LLEVADOS POR EL DESEO
(CLOSER)
DIRECCIÓN. MIKE NICHOLS
GUIÓN. PATRICK MARBER, BASADO EN SU PIEZA
TEATRAL
ELENCO. JULIA ROBERTS, JUDE LAW, NATALIE
PORTMAN, CLIVE OWEN
L EE.UU., 2004