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Eleonora Wexler: las claves para ser villana, "La valla" y por qué este es un presente difícil

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Eleonora Wexler en la serie "La Valla". Foto: Gentileza Atreseries

ENTREVISTA

La actriz argentina charló con El País sobre la serie española "La valla", que filmó en Madrid, llega el martes al cable y fue un gran desafío personal.

Eleonora Wexler no para: en 20 minutos de entrevista habla del unipersonal que hace por estos días en teatro (Mary para Mary, sobre la figura de Mary Wollstonecraft), de una serie (El último primer día), de las películas que filmó y aún no ven la luz. Y, como si fuera poco, de la ficción transatlántica que rodó en Madrid en 2019, se lanzó en 2020 y ahora empieza una nueva vida.

Es el caso de La Valla, que se estrena este martes a las 22.00 en Atreseries, canal disponible en Nuevo Siglo, y en la que hizo un personaje y contó una historia que aún la sacude.

En tiempos prepandémicos, La valla (de Daniel Écija) habló de un mundo distópico, en 2045, cambiado por las consecuencias de una Tercera Guerra Mundial y atravesado por una epidemia imposible. Allí Wexler (1974), o sea Alma López-Durán, fue una científica que, en el afán de encontrar una cura, experimenta con niños y defiende su verdad. En el elenco están Olivia Molina, Unax Ugalde, Ángela Molina y Abel Folk, repartidos en estas familias que, de una u otra manera, buscan sobrevivir.

Wexler, una de las actrices argentinas con más experiencia en esto de componer villanas, dice que la clave para convertirse en Alma fue no juzgarla, no preguntar: solo vivirla. Es la forma en la que encarna cada aventura y la forma en la que vivió esta experiencia laboral que la tuvo en Europa como una adolescente tardía, en pleno aprendizaje.

De eso, su ética laboral y más, Wexler conversó con El País.

—Están los que lo toman como un desafío, como una novedad, o simplemente como otra etapa del trabajo. ¿Cómo te parás vos frente a los proyectos laborales?

—La de los desafíos. Eso es lo que me gusta, lo que me mueve, lo que me mantiene viva y que tiene que ver con esta cosa de saber. Mary (por Mary, la obra de teatro) me representa un desafío grande porque tiene muchos matices dentro del mismo monólogo. El año pasado tuve una serie de películas, por ejemplo Yo nena, yo princesa, que habla sobre la niñez trans y es basada en hechos reales, y a mí me generó una gran responsabilidad social. Y va más allá del personaje: hay algo socialmente activo dentro de lo que voy a contar, y eso representa un gran desafío.

—¿Y cuál fue el desafío más atractivo de La Valla?

—¡Imaginate! Hacer ese pedazo de personaje sin juzgar absolutamente nada de Alma, que está experimentando con niños. Se trató de no juzgar y ver cuál era su objetivo mayor; tiene que ver con una personalidad completamente lejana a mí bajo todo punto de vista (se ríe), salvo la pasión. Yo soy una apasionada, y ella también. Pero después, lo demás había que construirlo. Había mucho desde el guion; si no tenés un buen guion, no tenés punto de partida. Y la fundamental mano del director.

—Hay que tener pasión para hacer un trabajo como el de la actuación, pero también para instalarse varios meses en otro país para dedicarse entera a un proyecto. ¿Qué lecciones te dejó esa experiencia?

—Un montón. Me iba solita; dejaba acá a mi hija, mi familia, mi perrito. Viajé cinco veces para acá, ¡vine muchas! Pero una cosa es venir y otra es estar con la energía puesta acá, porque allá estaba laburando y laburando. Pero fue un gran disfrute. Había ido a Madrid en 2004 y después no había vuelto; había ido con mi hija de ocho meses, y ahora fui sola, como una especie de adolescente tardía (se ríe), y a trabajar. El desafío mayor era que allá era N.N.: no me conocía nadie, ni mi forma de ser ni mi forma de trabajo, lo que había hecho, nada. Lo que me enseñó también fue a probarme a mí misma mis herramientas, qué tenía yo para poder ofrecer. Y conocer a mis compañeros, a quienes eventualmente quise mucho y por los que me sentí abrazada y respetada. Por todos, ¿eh? Delante y detrás de cámara. Pero hubo algo que fue como volver a probarme, a los 40 y pico, qué tenía yo para ofrecer.

"Trabajar en España me enseñó a probarme a mí misma mis herramientas, qué tenía yo para poder ofrecer"

Eleonora Wexler

—¿Y para el ego de artista, para la Eleonora Wexler del Río de la Plata, eso qué significó?

—¿Sabés que no me pasó nada con eso? Te lo juro. Iba en el subte, no me conocía nadie… Fue una prueba grande para mí. Tuve que hacer vínculos, fue un montón. Pero no me pegó por el lado del ego.

—La figura de la villana aparece muchas veces en tu currículum, pero Alma no es unidimensional y, para algunos, ni siquiera entrará en esa categoría. ¿Tuviste que abordar el estereotipo desde otro lugar?

—Totalmente. Una de las cosas fundamentales para mí, que tiene que suceder con todos los personajes, es no juzgarlas: no se plantean las preguntas, simplemente se vive dentro de ese personaje, se piensa como piensa ese personaje, para poder hacerlo. Alma me dio un abanico enorme. Vos sabés que leía la parte de los chicos, todo eso, y no me generaba nada en el momento. Después lo veía y decía: “¡Wow, qué fuerte esto!” (Se ríe). Pero en el momento se trataba de hacerlo con la pasión y el convencimiento con el que ella lo hacía, mientras descubría lo que le gustaba el poder, lo que la seducía. También era una científica en búsqueda de mejorar al mundo. Ella tiene su verdad y la respeto absolutamente, y la iba a defender a rajatabla.

La Valla es una distopía y pinta el peor escenario posible. Cuando mirás al futuro, al mundo que le querés dejar a tu hija, ¿en qué pensás?

—(Se ríe) Me resulta muy difícil, porque yo ahora, en este momento, no te puedo decir que eso es una distopía. ¿Distopía? Te lo preguntaría con grandes signos de pregunta. Si vos me decís: los recursos naturales, la escasez del agua, los gobiernos dictatoriales de ultraderecha, tengo grandes signos de pregunta. ¡Y mirá que soy un ser optimista! Pero ahí se me mezcla con la obra que estoy haciendo. Mary, que es lo que yo quiero contarle a mi hija, dice: “¿Sabés cómo creo que va a ser el mundo cuando vos seas grande? Vamos a volver a estar armonizados con la naturaleza y no la vamos a destruir. Las escuelas estarán llenas de niños y niñas y todos estudiarán y nadie tendrá privilegios. En los gobiernos se usarán tanto las faldas como los pantalones, y el dinero no tendrá tanto valor como ahora. Será ella, la diosa naturaleza, la que nos dé la máxima felicidad”. Esto es lo que yo sueño (se ríe). Ahora, eso fue en el 1700: contame qué ves de eso en este mundo... Una siempre está pregonando por un mundo mejor. (Piensa) Es difícil. Eso me pasa.

—Entonces volvamos a tu trabajo. Hablamos de la obra, de La Valla, de proyectos que no se estrenaron aun. ¿En algún momento parás?

—Estoy acostumbrada a ser más máquina, ¿viste? Pero algo del 2020 me generó algo de conectar con mi casa, con mis cosas. Y por ahí antes elegía más locamente, pero ahora no. Me tomo, de verdad, mis certezas al momento de elegir, y por ahí tengo más momentos de pausa, de parate. Hay algo que se me modificó: ahora necesito de tiempos diferentes.

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