Por Fernán Cisnero
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Uno podría pensar División Palermo, la serie de Netflix que se estrena hoy, como un asunto generacional: la promoción a las grandes ligas de los comediantes argentinos surgidos en YouTube, que han venido generando sus propios productos de hace años y que suelen apoyarse mutuamente en sus proyectos.
Una generalización podría ser que surgieron de UN3, el canal de la Universidad de Tres Arroyos, en donde se vio mucho del tono y de las figuras de División Palermo. De eso, aunque parezca que fue ayer, ya pasaron casi 10 años, y de ahí, y de otros lados, apareció gente como Santiago Korovsky, Martín Garabal, Iair Said, Paula Grinszpan, Charo López entre otros que, con mayor o menor presencia participan acá delante y detrás de cámaras.
En esa generación está también Martín Piroyansky, que no figura (está en los agradecimientos) quizás porque está preparando la segunda temporada de Porno y helado, la serie que hace para Prime Video y que, junto con esta, deben ser tomadas como un pequeño paso para el streaming pero un gran paso para esta generación.
División Palermo es un proyecto de Korovsky, quien justo está en Porno y helado y ha tenido presencia en éxitos masivos como El reino, Mi obra maestra y Casi felices, en la que interpreta al ladero de Sebastián Wainrach, el Sombrilla. También se lo puede ver en Peligro sin codificar, el programa de humor con los ex Tinelli, donde tenía unas participaciones estrambóticas en general con Garabal, quien en esta nueva serie tiene un divertido papel secundario y participa en los guiones.
Para completar el currículum de Korovsky habría que sumar su canal de YouTube y su página de Instagram, entre las que suma unos 150.000 seguidores y en las que sube videitos bastante graciosos. Su momento estelar fue cuando fue como voluntario a una quema de drogas con la entonces ministra del Interior argentina, Patricia Bullrich.
En División Palermo, Korovsky repite más o menos su personaje: un Woody Allen sedado, torpe y algo distraído. Acá toma el nombre de Felipe Rozenfeld, un bueno para nada que, en una simultaneidad angustiante, se pelea con la novia y su padre lo echa de la empresa familiar.
Encuentra una suerte de rendención integrándose, sin darse cuenta a la Guardia Urbana, un emprendimiento político de integrar una brigada con representantes de minorías o discapacidades. Lo incluyen como judío aunque algunos piensan que ocupa la cuota autista.
Allí conoce a un grupete variopinto que incluye un ciego, un enano, un inmigrante boliviano, un anciano con demencia senil y un “gordo” bueno. Nadie espera nada de ellos, más que la foto de promoción para una ministra pero, sin quererlo, se cruzan con un caso de narcotráfico y corrupción policial.
El interés romántico de Felipe es Sofía (Pilar Gamboa, la actriz de 30 noches con mi ex con Adrián Suar), quien está en silla de ruedas y tiene un malhumor de enciclopedia.
“Primero hay todo un concepto de ‘hoy en día uno ya no se puede reír de nada’ y, para mí, eso no es correcto”, le dijo Korovsky al diario La Voz. “Hay que saber que hay humor que por suerte quedó viejo. Para no caer en esos lugares, en el principio tuvimos colaboradores de guion para los personajes que son minoría o con discapacidad”.
La serie está escrita por Korvosky, Garabal, Ignacio Sánchez Mestre, Florencia Percia, Martín Garabal, Martina López Robol, Mariana Wainstein e Ignacio Gaggero, todos nacidos en la década de 1980.
Las referencias son las sitcoms americanas, una dieta que está en la base de todos los nuevos actores que hacen comedia en Argentina hoy. El ejemplo más cercano a División Palermo parecería ser Brooklyn 99, la comedia sobre un precinto neoyorquino creada por Adam Sandberg.
La fórmula incluye héroes disparatados, la mayor cantidad de chistes por minuto y escenas algo disparatadas y bien resueltas. Hay villanos malísimos y torpes (entre los que están Alan Sabagh y Carlos Belloso) y secundarios muy graciosos como el psicólogo policial que intepreta el uruguayo Daniel Hendler que también es parte de ese movimiento de la nueva comedia argentina. Está muy bien.
“Es una serie bastante rara que si bien puede ser un policial de comedia, es bastante más particular para bien y para mal”, le dijo Korovsky al diario La Voz. “Hay una riqueza de momentos: profundiza, se pone oscura... absurda. Y suspenso”.
Y funciona. Conocen el modelo, lo acomodan y consiguen que División Palermo sea simple y entretenida. Como las buenas series.