En la vida de Ekaterina Germanovich había incertidumbre. Hacía 10 años que se desempeñaba como diplomática rusa en Uruguay pero apenas estalló la guerra contra Ucrania sintió que debía renunciar. Es que ella nació en lo que era la República Socialista Soviética de Ucrania y creía que “no podía representar a un país que estuviera bombardeando a su país de origen”. Fue así que pasó de tener un alto cargo diplomático a la nada. “No sabía cómo reinventarme”, recuerda en diálogo con El País. Fue en ese marco de pocas certezas que una amiga uruguaya que conocía sus dotes para la pastelería le recomendó que se anote en un programa llamado Bake Off Uruguay que Ekaterina apenas había sentido nombrar. Le hizo caso y la historia terminó este miércoles con la participante coronándose como la gran ganadora de la competencia.
-¿Cómo viviste la gran final de Bake Off Uruguay?
-Con mucha emoción, mi corazón no daba de tantos nervios. Cuando dijeron mi nombre se me aflojaron las piernas.
-¿Cómo fue estar en la final acompañada por tu familia?
-Me acompañaron mi pareja, mis dos hijos y dos amigas uruguayas. Una de ellas, Natalia, fue la que me insistió para que me postule. Me hubiera gustado tener ojos en la nuca para ver la reacción de mi hijo adolescente cuando dijeron que yo era la ganadora. Él no muestra mucho las emociones pero vino corriendo a abrazarme y me dijo que estaba muy orgulloso.
-¿Qué fue lo primero que se te vino a la cabeza cuando te convertiste en ganadora?
-Mi abuela. En plena grabación me enteré que ella estaba enferma. Yo no podía viajar a verla y ella no llegó a ver mi triunfo por apenas unas semanas. También pensé en mi embarazo, que fue algo que me acompañó a lo largo de todo el ciclo.
-Mencionaste a tu abuela en varias oportunidades durante la competencia, ¿cómo era la relación que te unía a ella?
-Me contenía mucho y me defendía frente a mi madre que era muy estricta. Sus últimas palabras fueron sobre mí. Fui como otra hija para ella, me amaba.
-¿Qué te dejó toda esta experiencia de Bake Off Uruguay?
-Lo que más me llevo al corazón es saber cómo es Uruguay. Una cosa es verlo como diplomático y otra ganarse el corazón de la gente. Me siguen llegando mensajes de apoyo de todos los pueblos de Uruguay que todavía ni pude ver. La gente me cuenta sus historias y me dice que se emocionó conmigo.
-¿Disfrutaste de toda la repercusión del programa?
-Sí. Yo esperaba la repercusión, imaginaba que iba a generar polémica por ser extranjera y sabía que podía tener fans. Lo que nunca imaginé fue llegar tan adentro del corazón de la gente. Eso es fascinante y lo que más valió la pena.
-¿Viste comentarios que te atacaban por el hecho de ser extranjera?
-Llamémoslo por su nombre: hubo comentarios xenófobos. Es un pensamiento que por suerte los productores del programa y los dueños del formato no comparten. Sería insólito que no pudieran participar extranjeros en la versión de cada país. Pero yo sabía que esto iba a pasar porque el nacionalismo y el racismo existen. Nadie me agredió ni me mandó mensajes personales. Yo no lo sufrí, pero lo leía en los comentarios de las redes. Igualmente fue la minoría y eso es un indicador que habla bien de esta sociedad.

-¿Cómo se dio tu llegada a Uruguay?
-Llegué en 2012. Vine como diplomática por un año. Elegí Uruguay por estar al lado de Argentina, que es un destino muy deseado para los diplomáticos pero ya no tenía puestos disponibles. Después fui pidiendo prórrogas de un año para quedarme más tiempo en Uruguay y me terminé quedando definitivamente. Conocí a mi pareja previo a la pandemia y después quedé embarazada. Tuve a mi hijo y cuando terminó la licencia maternal, que en Rusia son 18 meses, empezó la guerra y dejé ese rol.
-¿Cómo fue tomar esa decisión de dejar tu cargo diplomático?
-Yo nací en Ucrania. Era imposible reintegrarme al servicio diplomático de un país que estaba bombardeando a mi país de origen. Me expresé abiertamente en contra de la guerra y no podía salir después al servicio exterior a defenderla.
-¿Y qué pasó con vos después?
-No sabía qué hacer, luché contra la depresión. Fue muy difícil pasar de tener muy clara la vida a no saber por dónde arrancar. No sabía cómo reinventarme. Encima ser rusa en ese momento se había convertido en una marca negra. Era como ser leproso.
-¿Cómo conociste a tu pareja Alain de Camerún en Uruguay?
-Nos conocimos a través de amigos y enseguida pegamos onda. Demostró ser una persona tranquila y segura que me bajaba las revoluciones. En la primera cita me ganó porque llegó a tiempo, ¡acá nadie llega a tiempo a ningún lado!
-¿Tenés ganas de avanzar en el rubro de la pastelería ahora?
-Sí, tengo pensado abrir un local y quiero ver cómo hacerlo crecer después. Lo primero es adentrarme de a poco en el negocio gastronómico, que es algo que no conozco.