Julia Jacobs y Matt Stevens, The New York Times
El día de la muerte de Matthew Perry, su asistente personal le administró la primera inyección de ketamina de la mañana sobre las 8:30. Unas cuatro horas después, mientras el actor veía una película en su casa de Los Ángeles, le puso otra inyección.
Solo unos 40 minutos después, Perry quiso una dosis más, según recordó el asistente, Kenneth Iwamasa, en el acuerdo de culpabilidad que firmó. “Inyéctame una grande”, fue el dramático pedido que le hizo, además de solicitarle que le preparara su jacuzzi. Él llenó una jeringa con ketamina, le administró una tercera dosis a su jefe y salió de la casa para hacer unos mandados, según recogen los documentos judiciales. Cuando regresó, encontró a Perry en el agua, muerto.
Iwamasa es una de las cinco personas que, según dijeron las autoridades de California, fueron acusadas de conspiración para distribuir ketamina, un potente anestésico, a Perry. En la lista también había dos médicos, una mujer acusada de ser la distribuidora y un conocido que se declaró culpable de actuar como intermediario.
Perry, un actor muy querido que saltó a la fama interpretando al personaje de Chandler Bing en la comedia Friends, llevaba mucho tiempo luchando contra la adicción. Los documentos judiciales presentados en el caso ofrecen detalles sobre las desesperadas semanas previas a la muerte de Perry, el 28 de octubre a los 54 años.
En sus últimos días, dijeron las fuerzas del orden, parecía cada vez más dependiente de la ketamina, y ansioso por encontrar fuentes ilegales de la droga después de que los médicos de una clínica local se negaron a aumentar su dosis. Hubo advertencias de que eso era peligroso.
Los documentos judiciales hacen referencia a varias ocasiones en las que Perry experimentó efectos adversos de la droga, como cuando su asistente lo encontró inconsciente en su casa y observó que perdía la capacidad de hablar o de moverse después de una gran dosis.
En la acusación, que se formuló luego de una investigación de siete meses y de los procedimientos de un gran jurado, los fiscales acusaron a varias personas de permitir el consumo de ketamina de Perry a pesar de ser conscientes de su historial de abuso de drogas y adicción, y de sus intentos por mantenerse sobrio.
Este relato de los últimos días de Perry se ha extraído del acta de acusación y de los acuerdos firmados por Iwamasa y otros dos acusados. Para The New York Times no fue posible contactar a los acusados. El jueves, Salvador Plasencia y Jasveen Sangha, cuyos juicios están previstos para octubre, se declararon inocentes.
“Se aprovecharon de los problemas de adicción de Perry para enriquecerse”, dijo Martin Estrada, fiscal del Distrito Central de California, en una conferencia de prensa celebrada el jueves en el centro de Los Ángeles. “Sabían que lo que hacían estaba mal. Sabían que lo que estaban haciendo implicaba un gran peligro para Perry. Pero lo hicieron de todos modos. Al final, estos acusados estaban más interesados en lucrarse a costa de Perry que en preocuparse por su bienestar”.
El drama de los últimos días de Matthew Perry
Como asistente personal de Perry, Iwamasa se encargaba de coordinar sus citas con el médico y de asegurarse de que tomaba la medicación adecuada.
La ketamina, un potente anestésico con propiedades psicodélicas, a veces se utiliza como terapia alternativa para la depresión, la ansiedad y otros problemas de salud mental. También se usa con fines recreativos.
Las autoridades afirman que Perry se había sometido a una terapia con ketamina. Pero, según los oficiales, cuando los médicos de una clínica local se negaron a aumentar su dosis, el actor buscó la droga en otra parte. En setiembre, Perry le pidió a Iwamasa que le consiguiera ketamina ilegalmente. En ese intento fue que Iwamasa conoció a Salvador Plasencia, el médico acusado.
En un momento dado, Plasencia reflexionó con un amigo, el médico Mark Chavez, sobre el dinero que podía ganar por esta transacción. “Me pregunto cuánto pagará este imbécil”, dijo Plasencia en un mensaje de texto que le envió a Chávez, quien, según dijeron los fiscales, le suministró más tarde un total de 22 viales de ketamina y pastillas obtenidas a través de una receta fraudulenta para la droga.
“Vamos a averiguarlo”, le respondió Chávez, que aceptó declararse culpable de un cargo de conspiración para distribuir ketamina. Luego Plasencia, conocido como “P”, pronto instruyó a Iwamasa sobre cómo y dónde podía inyectar la ketamina en el cuerpo de Perry.
El 4 de octubre, según los documentos judiciales, Iwamasa envió un mensaje a Plasencia en el que le decía: “He encontrado el punto óptimo, pero al probar en distintos lugares se me ha acabado”.
Durante los días siguientes, las peticiones de ketamina se hicieron más urgentes. “Se me acabó”, dijo Iwamasa en un mensaje de texto que le envió al médico, quien le respondió que tenía dos viales para venderle si el asistente podía reunirse con él en el centro de Santa Mónica.
Esa semana, Plasencia se reunió con Perry y su asistente en un estacionamiento cercano a un acuario de Long Beach, California. Inyectó al actor en el asiento trasero del coche y le pasó varios viales más. Perry le pagó al menos 55.000 dólares a Plasencia por concepto de ketamina durante un período de aproximadamente un mes, según los documentos judiciales.
Luego, Perry empezó a comunicarse con un hombre llamado Erik Fleming, con quien tenía un amigo en común. Fleming, que más tarde accedió a cooperar con la policía, le envió un mensaje de texto a Perry el 10 de octubre en el que le decía que podía venderle ketamina a un “buen precio”, siempre y cuando recibiera una propina por hacer de intermediario.
Fleming se puso en contacto con Iwamasa para concretar los detalles, enviándole un mensaje con la imagen de un vial de ketamina con la fotografía de un caballo en el envase. La droga se utiliza habitualmente como tranquilizante veterinario.
Al día siguiente, el hombre le mostró a Iwamasa capturas de sus comunicaciones con su fuente, una mujer llamada Jasveen Sangha, a quien Fleming describió como una persona que trabajaba con clientes y famosos de “alto nivel”. “Si no fuera un material excelente, perdería su negocio”, escribió sobre el suministro de Sangha.
Iwamasa le envió un mensaje de texto a Fleming diciéndole que su jefe “solo estaba interesado en los no marcados, no en la versión de caballo”, según los documentos judiciales. “Hice algunas llamadas sobre el material mexicano y también funciona para las personas”, respondió Fleming.
Dosis, crisis y miles de dólares gastados en drogas
El mismo día en que Perry recibió un tratamiento legal de infusión de ketamina por parte de otro médico en un consultorio médico, Plasencia visitó su domicilio y le administró una “gran dosis” de la droga, según el relato de Iwamasa a las autoridades. Perry se quedó paralizado, no podía hablar ni moverse y experimentó un aumento de la tensión arterial; Iwamasa y el médico lucharon para poder trasladarlo a un sofá.
Plasencia “dijo algo así como ‘no lo volvamos a hacer’”, decían los documentos judiciales. Pero siguió ofreciéndole más ketamina, según los documentos.
Al día siguiente, Fleming llevó un vial de muestra de ketamina a la casa de Perry por 180 dólares. Satisfecho con la droga, Iwamasa pidió más. Fleming entregó 25 viales por 6000 dólares, incluidos 500 dólares por su propio trabajo, el 14 de octubre. Diez días después, Fleming entregó otros 25 viales, junto con paletas de ketamina que Sangha incluyó como una gratificación.
Iwamasa y Fleming aceptaron firmar acuerdos de culpabilidad, lo que permitió a las autoridades conocer los últimos días de Perry. Chávez también terminó cooperando con la policía. Iwamasa se enfrenta a 15 años de prisión, Fleming a 25 y Chávez a una década.
En los días previos a la muerte del actor, Iwamasa inyectó a Perry entre seis y ocho veces al día. Al menos en dos ocasiones, lo encontró inconsciente en su casa, según declaró el asistente a las autoridades.
El 28 de octubre, tras administrarle tres inyecciones y encontrarlo muerto, Iwamasa limpió los frascos y las jeringuillas que habían quedado en la casa, según el relato de Fleming de una conversación que tuvieron más tarde. El asistente declaró luego a la policía que todas las inyecciones administradas ese día procedían del suministro entregado por Fleming.
A la vez, Sangha borró sus mensajes de texto con Fleming de la aplicación Signal y le ordenó que “borrara todos nuestros mensajes”, según los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley.
En un mensaje de texto, Fleming le aseguró a Sangha, quien según los fiscales era conocida como “la Reina de la Ketamina”, que estaba “90 por ciento seguro de que todo el mundo está protegido”, diciendo que solo había tenido contacto con el asistente y no con Perry. “¿La K permanece en su sistema o se elimina inmediatamente?”, le preguntó Fleming.
En diciembre, la oficina del forense del condado de Los Ángeles dijo que Perry había muerto por los “efectos agudos” de la ketamina. El informe de la autopsia señalaba que el nivel hallado en su sangre era equivalente a la cantidad utilizada para la anestesia general.