Mutantes del rock latino

Cuando estos cuatro mexicanos irrumpieron en el rock latino a principios de los años noventa provocaron una pequeña revolución. Con una instrumentación que no incluía batería y una actitud que no desdeñaba del folclore sino que lo incorporaba con frescura y originalidad, Café Tacuba se ganó el respeto y la admiración de críticos y público.

Para el segundo disco, Re, se consagraron entre los especialistas, que entre otros elogios sostenían que Re era el Album blanco del rock latino. Lejos de amedrentarse por las intimidantes comparaciones o quedarse en una fórmula que continuara reportándole prestigio, la banda hizo de lo imprevisible y lo inesperado un rasgo característico. Un disco de "covers", otro de música instrumental y experimental, trabajos en conjunto con el Kronos Quartet, un cantante que cambiaba de identidad constantemente... el camino de Café Tacuba es singular y apartado de modas y tendencias, excepto las dictadas por el ímpetu creativo del conjunto.

Ese mismo ímpetu dictó que luego del trabajo más osado y experimental, Revés/YoSoy, la dirección a seguir era incorporar una batería, dejar momentánamente el folclore de lado y colaborar con nuevos productores artísticos además del argentino Gustavo Santaolalla, presente en todos los discos del grupo. El resultado es, tanto para el grupo como para el rock latino, lo mejor desde Re y seguramente uno de los mejores discos de rock del año en todo el continente, EE.UU. incluidos.

COLECTIVO. La presencia de un baterista —el grupo contó con los sesionistas Víctor Indrizzo y Joey Waronker— otorgan solidez a los nuevos temas y fortalecen las notables melodías aportadas por los cuatro tacubos. Es llamativo constatar que, al menos en Cuatro caminos, Café Tacuba es un colectivo en casi todo sentido: todos componen letra y música, en conjunto o por separado, y todos producen artísticamente las canciones con Santaolalla, Dave Friedman y Andrew Weiss. Es aún más llamativo que cuatro músicos y tres productores artísticos logren un álbum en el cual ninguna de las partes, por geniales y eclécticas que sean, opaquen a la canción.

Prácticamente todos los surcos están repletos de aciertos sonoros y arreglísticos, pero la canción sigue siendo la protagonista. El álbum abre con Cero y uno, un encantador y agudo comentario para estos días de virtualidad y relaciones mediatizadas: "Para poder llegar, para llegar a tus oídos, necesito cantar, mover el aire, crear sonido... Podría no existir, ser una invención, cero y uno". De ahí en adelante, los músicos recorren los senderos del pop y el rock en una regocijante montaña rusa musical y sería agotador destacar todas las virtudes de Cuatro caminos. Basta constatar que Ruben Albarrán (quien ahora se hace llamar Elfego Buendía así como antes se llamó Cosme, Anónimo y Nrü) canta mejor que nunca, aprovechando todas los recursos de su voz algo chillona y taladrante.

Al mismo tiempo, esa voz interpreta las mejores letras que puedan encontrarse en un disco de rock en español hoy en día. El universo lírico tacubo es tan variado como extraño: personajes sin memoria que piden prestados recuerdos (Recuerdo prestado), otros que se guían por el amor, la dulzura, la fuerza y el coraje (Puntos cardinales), seres divididos entre el cuerpo y el intelecto (Soy o estoy), abstractas reflexiones sobre el presente (Encantamiento inútil) y un solitario que desea compartir un mediodía con alguien. Este último personaje es el protagonista de Mediodía, uno de los grandes temas de Cuatro caminos. "Jala una silla, siéntate a un lado, aquí, donde pega el sol... Mira los niños jugar con globos de cualquier color, mira la gente, compra helados de cualquier sabor. Parece mentira, que haya tanta vida en este lugar, ¡qué felicidad!", celebra el cantante para constatar hacia el final y con resignación, que "parece mentira que entre tanta gente en esta ciudad, no tenga a nadie con quien compartir la vista desde mi casa este sábado al mediodía". El esplendoroso final es con campanas repiqueteando y la aguda voz de Albarrán serpenteando por encima de todo.

El resto del álbum está a la altura de esta maravillosa canción, en lo que es uno de los más equilibrados trabajos que pueda escucharse en el presente. Los músicos se despiden con Hola, adiós, pertinentemente ubicada en el último surco del disco: "Tomémonos de la mano, soltémonos, aliviémonos. Hola, adiós", entona melancólicamente Albarrán y concluye de esa forma una obra maestra del rock, más allá de rótulos como "latino" o "alternativo".

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CRITICA/ FABIAN MURO

Cuatro caminos

Autores. Café Tacuba

Producción. Gustavo Santolalla,

Dave Friedmann, Andrew Weiss

Edita. MCA/Universal

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