¿Por qué cierra La Trastienda? Danilo Astori Sueiro y el detrás de un adiós "por la puerta más grande posible"

Este miércoles comienza la despedida de La Trastienda, el ciclo que cierra una de las salas más emblemáticas de Montevideo. Antes, su director cuenta el porqué de este final y habla de su futuro.

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Danilo Astori Sueiro
Danilo Astori Sueiro en La Trastienda Club Montevideo.
Foto: Leonardo Mainé / Archivo El País

No pasó nada, dice Danilo Astori Sueiro a horas de empezar la despedida de La Trastienda. No hubo un factor desencadenante que lo empujara a este cierre; hubo un proceso largo, mucha introspección. Cansancio, también. La sensación de un fin de ciclo que se lleva consigo el lugar donde tocaron James Blake, Jonathan Richman, Laurie Anderson, PiL, Laura Marling para 100 personas, tantas veces los Buenos Muchachos, Jaime Roos justo antes de aquella reclusión, Mon Laferte mientras llorábamos todos; Fito Páez, con Cecilia Roth que lo miraba desde el público. Un fin de ciclo que se queda, también, con los abrazos de tanta gente, con tantos encuentros, tantas lágrimas, tanta pero tanta vida.

¿Por qué cierra La Trastienda? Sentado en la oficina que desmantelará en semanas y en la que no hay nada que hable de él —un par de sillones, un escritorio, poquísimas cosas, todo blanco, negro, madera y gris—, Astori Sueiro dice que lo primero fue un asunto de bienes raíces. Los dueños decidieron vender el edificio de Fernández Crespo que estuvo alquilando por casi 20 temporadas, y cuando le dijeron que tenía la prioridad para quedárselo, lo entendió rápidamente: no quería comprar. Quería irse.

“Y llamé para darle la noticia al propietario y me dijo: ‘cambiamos de opinión, podés seguir si querés, estamos para renovar el alquiler por cinco años’. Pero incluso con ese giro, yo ya había tomado la decisión”, confiesa en charla con El País.

Está grande, dice, y quiere que La Trastienda se vaya por la puerta grande. Él seguirá trabajando con su productora Gaucho, que proyecta un 2025 muy próspero: ya vendió más de 40.000 entradas para los shows que tiene anunciados para este año (Marky Ramone, Duki, Camilo, Quevedo, Nathy Peluso, Ha*Ash, Erreway, Babasónicos Kany García, Milo J), y le quedan unas cuántas joyas por develar. Y además es director musical de Gabriela Hearst, la diseñadora uruguaya que se volvió una de las principales del mundo y su amiga de hace casi 30 años. Y eso lo hace cada vez más feliz.

—En definitiva, la razón de fondo es que La Trastienda cierra porque necesitabas cerrar un ciclo.
—Sí, yo sentí que no tengo mucho más para dar acá. Voy a seguir trayendo a algún artista alucinante que nunca vino, o alguno que ya vino y repite, pero siento que me quiero correr. Ya no tengo ganas de darle el tiempo que merece. No me da, no puedo, no quiero. Fueron un montón de años, y también me gusta cerrar ciclos. Este fue el más largo, duró un montón, pero El Ciudadano también tuvo que cerrar un ciclo. Fue en otras condiciones, se fundió todo el país, pero también lo cerré. He cerrado restaurantes, boliches. Y si bien este no es el mejor negocio, tampoco es malo, pero quería cerrar bien. Nos queríamos ir por la puerta más grande posible.

—Entonces el rumor de que vas a abrir otra cosa...
—Absolutamente no. No voy a abrir nada, no. Por el momento.

—¿Y tenés idea cuál va a ser el futuro de este lugar?
—No me corresponde a mí decirlo, pero viene otro proyecto. Que no tiene absolutamente ninguna relación ni continuidad con La Trastienda, pero va a pasar algo.

—¿El proceso de decidir el cierre involucró a tu equipo o lo hiciste en solitario?
—Es difícil, porque el equipo base de La Trastienda que trabaja en producción y está alrededor mío en la oficina también está en Gaucho, entonces lo manejé bastante para adentro hasta que ese run run empezó a llegar a ciertos lugares y ya tenía que hablar. Lo manejé con discreción, pero fue bastante para adentro. Es un ejercicio que yo estaba haciendo hace mucho... La pandemia fue muy dura. Realmente dura. Y es un poco irónico, pero a esta empresa le ayudó mucho en el sentido de que parar la pelota ordenó un montón de cosas que no funcionaban tan bien. Los últimos años estuvieron buenos.

La Trastienda Club
La Trastienda Club, emblemática sala musical en Montevideo.
Foto: Leonardo Mainé / El País

—Gaucho tuvo un salto bastante importante después de la pandemia, en cuanto a continuidad y también en cuanto a las apuestas.
—Y otra cosa que está buena es que hay más salas, hay opciones. Quiero decir, no cierro porque haya muchas salas, pero tampoco es que va a quedar un agujero negro. Aparte yo voy a seguir haciendo esos shows pequeños que hacia acá. El show que lo quiera hacer, lo voy a hacer.

—Tenés una fecha de Marky Ramone en Sala del Museo, por ejemplo.
—Sí, y vamos a tener más de un show en el Museo, y otros en el Auditorio del Sodre; van a venir algunas cosas lindas anglo que las vamos a hacer ahí. Pero bueno, no tengo que ir pensando en pagar la luz (sonríe).

—En un día de concierto, ¿cuánto sale solo poner la sala en funcionamiento?
—Debe salir cerca de 50 mil, 60 mil pesos abrir la sala. Solo abrirla: abrir la puerta cuando aún no vino nadie, no tocó a nadie, no vendiste una cerveza. Es bastante. Es una sala grande y tiene personal, seguridad, limpieza, encargados de bar, subproveedores. Hay que estar preparado para recibir al público. La energía eléctrica es realmente cara, y este es un proyecto privado que no tuvo un regalo de nadie en 17 años. Competimos con muchísimas salas que no pagan el impuesto de espectáculos públicos, que es el 10 % de la recaudación bruta. Son 200 mil dólares al año, en un año de 100 shows. Son 150, 200 lucas solo de eso. Es muy difícil, muy difícil.

—¿Cómo diseñaste esta temporada de despedida?
—La pensé el año pasado, cuando vi la fecha de salida. Quería que tocaran las bandas más importantes de acá, no me quería meter en líos con artistas amigos del exterior, entonces decidí convocar a los más populares, amigos de la casa y que más veces tocaron en la historia de la sala. Y me imaginé que en febrero y entre semana era una manera de que me pudieran decir que sí, sobre todo No Te Va Gustar y La Vela. Y fue un sí inmediato. Esa no era la grilla original que estaba en mi cabeza, pero estoy bastante contento con cómo quedó. Tuvimos que tomar alguna decisión ahí de último momento…

—¿Querías que estuvieran los Buenos Muchachos?
—Por supuesto. ¡Quería que cierren los Buenos Muchachos! Pero bueno, no fue posible. También me hubiera gustado que estuviera Eté & Los Problems, pero tenían un problema de agenda insalvable. Me consta que estuvieron tratando de hacer el esfuerzo hasta último momento. Y ahí convoqué a Peyote, y con Zeballos tenemos muy buena onda también, y está bueno que vengan algunos jóvenes.

—¿Cuál es tu primera foto mental de La Trastienda?
—La obra fue bastante compleja, nos encontramos con algunas complicaciones y se extendió un poco más de lo que pensábamos. Abrimos a fines de noviembre de 2008 y tengo una imagen bastante nítida. En realidad, la primera foto es de la primera vez que entré acá. Era la iglesia Jesucristo es el Señor. Estaba inmaculada. Estaba todo blanco. El escenario era el original del Cine Miami, chiquitito, y atrás no había camarín, había como un triángulo y en la pared decía “Jesucristo es el Señor” en rojo, con una cruz, y estaba muy alto. Y eso lo dejé lo dejé, pero le puse un cielorraso. O sea, si alguien desarma ahora, ese cartel sigue ahí. Lo bueno es que no vuelve una iglesia, que eso lo leí por ahí en comentarios.

—Se dijo mucha cosa.
—Se dijo que iban a demoler para construir un edificio, que era cierto. Incluso eso se lo llegué a decir a La Vela y a No Te Va Gustar. Era como el CBGB, una leyenda alucinante. Ahí me cagaron un poquito el relato. Si nos despedíamos y después lo tiraban abajo para hacer un edificio, era buenísimo.

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Los Kooks a sala llena en La Trastienda, en uno de los últimos shows internacionales de la historia de la sala.
Foto: Ignacio Sánchez / El País

—Con La Trastienda pasó algo que no ha pasado mucho con otras salas: generó un sentido de pertenencia y la gente venía por el lugar, no solo por las bandas. Además, quizás por ser hijo de una figura pública, fuiste una cara muy visible y eso dio un aire de cercanía.
—Sí, en la época de Facebook —todavía lo hago a veces— andaba pescando a ver si a la gente le gustaría ver a no sé quién, porque me había llegado un mail que capaz ese no sé quién podía venir. Entonces jugaba mucho a eso y ahí se armó una historia linda. Y a todos esos shows increíbles que pasaron por acá, vine prácticamente a todos. Estuve presente, atendí, creo que fui bastante amable con la gente y se generó una cosa muy linda. Ahora cambiaron las generaciones y no saludan mucho cuando vengo (se ríe). Y en cuanto a lo de mi padre, La Trastienda fue en paralelo a la época en que él estuvo en la primera línea de gobierno, durante 15 años. Es más, recuerdo un show de Los Van Van que fue una cosa impresionante, el día antes de la elección que ganó Mujica. Estaba mi viejo con Jaime (Roos), la gente prendida fuego, miraban para arriba y gritaban cualquier cosa... Fue muy lindo. Lo que pasa es que me gusta ver y preguntar. Pero (Gerardo) Grieco también era visible. Ibas al Solís y al Sodre y siempre estaba en el hall, te daba la mano...

—¿Te interesaría dirigir un proyecto público, una sala como el Solís, el Sodre?
—No. Aparte "ya fui gerente del Antel Arena" unos años… (Se ríe de la noticia falsa que circuló y tuvo que salir a desmentir en 2019) No, yo tengo otro trabajo cada vez más importante que es el trabajo para Gabriela Hearst, y eso me da muchas satisfacciones artísticas y no tengo que sufrir con la venta de tickets, entonces me da mucha pasión y alegría y lo estoy cuidando mucho. Y Gaucho ya vendió más de 40 mil entradas para este año, que es un numerazo. Entonces quiero estar concentrado ahí, y ahí no hay una imagen de Danilo. Y también esa artística que estamos siguiendo con Gaucho ya no es Echo & the Bunnymen, que vienen 250 personas que saben apreciar eso y entonces Danilo se la da en la pera porque vendió 220 entradas. Fue uno de los shows más magníficos que vino a Uruguay. Pero eso ya no lo puedo sostener más.

—¿Te quedaste con ganas de hacer algo en La Trastienda?
—No pude tener a Gustavo (Cerati) que me había prometido que iba a estar, éramos muy amigos. Me quedé sin Spinetta, pero ahí nos ganó la vida, o la muerte mejor dicho. Pero de Argentina hice todo lo que estaba disponible para mí. No me puedo quejar.

—¿Cómo podés definir hoy tu vínculo con La Trastienda?
—Es un lugar que amo, que adoro. Es familia, y ahora siento que no la puedo cuidar más. Y es amor puro, y desde el amor es que también lo termino, para que termine bien. Yo podría seguir con este proyecto, hay gente interesada, hay empresas interesadas; creo que hago dos o tres reuniones y esto sigue. Pero cualquier asociación que yo genere para seguir un poco más aliviado acá me tendría muchos años más haciendo algo que ya no puedo hacer ni estoy haciendo bien. Es eso: estoy como seco.

—Ni querés hacerlo ni querés dárselo a alguien más.
—¡No! Quiero que la leyenda se vaya con nosotros. Hay gente que quiso comprar La Trastienda, pero de ninguna manera. No hay número ahí. Y eso también contesta el amor que hay.

El futuro musical de Danilo Astori Sueiro

El año que se viene con Gaucho y qué pasará con su festival

"Es un año fuerte. Aparte, como me estoy concentrando en Gaucho, voy a meter todo ahí. Creo que va a ser un buen año, mejor que el anterior, que fue medio raro", anticipa Danilo Astori Sueiro sobre su veta de productor de conciertos que recorren distintas salas de la ciudad. "El contexto general del año pasado, más allá de algunas cosas que sucedieron, fue bastante deprimido en venta de tickets. Creo que también tiene que ver con la realidad que vivió y que vive el país. Ahora hubo un cambio de humor notorio en Uruguay, eso empujó un poco para arriba, por razones obvias. Pasó algo muy parecido a lo que pasó en 2004, cambió el humor de esa gente a la que quizá le cuesta más comprar una entrada y ahora se volcó de vuelta al entretenimiento. Ojalá que siga y que el país ande bien", dice.

Descarta lanzarse al management de artistas nacionales, aunque aclara que sigue siendo parte del plantel de Buenos Muchachos —"el plantel está pausado pero estamos, seguimos siendo familia y ojalá algún día pueda pasar algo"—, pero asegura que quiere volver a embarcarse en el armado de un festival. Esto viene después de haber tenido que suspender el debut del Primavera Sound en tierra uruguaya, luego de que el evento nacido en Europa diera de baja todas las fechas sudamericanas previstas para 2024.

"Hoy no puedo decir que va a haber un Primavera Sound, pero sí puede llegar a haber algo que tenga que ver con Primavera. Algo quiero hacer este año, no quiero quedarme sin el pan y sin la torta", dice el fundador del festival uruguayo Primavera 0, ese que trajo al país a artistas fundamentales del rock mundial como Iggy Pop, Patti Smith o Nick Cave. En 2024, el Primavera 0 quedó relegado para que se concretara el mencionado desembarco internacional, y al final ninguna de las dos cosas pudo realizarse.

"Dependo de que baje un artista importante que hoy, te voy a ser honesto, no lo tengo. Teníamos algo bastante concreto, pero se pasó para el 2026. Así que eso este año no va a ser, pero es mi intención que haya Primavera. No sé cuál", avisa.

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