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La madurez de una chica que es reina sin trono

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Lorde. Foto: AFP

La cantante neozelandesa resignifica el pop millennial y brilla con su nuevo disco de estudio, Melodrama.

En los créditos no hay sucesiones de nombres como en la mayoría de los discos más vendidos de hoy. Las letras son todas de Lorde, la música fue compuesta con Jack Antonoff (de las bandas Bleaches y fun., y novio de la actriz Lena Dunham) y la producción es de Frank Dukes, quien ha trabajado con Drake, Frank Ocean, Zayn Malik o Kanye West (interesante curriculum).

Y Melodrama no suena tampoco como un disco de ese pop millennial que parecía encuadrado entre el corazón roto de Taylor Swift, lo contagioso del repertorio de Carly Rae Jepsen y el vacío total de Chainsmokers (eso en el hemisferio norte, acá los límites son cumbia pop y más cumbia pop). Melodrama es, si se dificulta definirlo, simplemente otra cosa: invita a bailar con ritmos ajenos a los hits de Katy Perry, recorre la oscuridad sin la pretensión exagerada de Lana del Rey, y experimenta alternativas interesantes sin llegar a los niveles exóticos de FKA Twigs. Entretiene, acompaña, conmueve y sobre todo, cautiva con su belleza.

Esa, tal vez, es la clave de Lorde, quien acaba de lanzar uno de los discos del año.

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El camino.

En 2013 Lorde, nacida Ella Marija Lani Yelich-OConnor, escribió sobre su barrio sencillo de Auckland, sobre sus amigos de siempre y sobre su fascinación con la realeza, esa de la que ella y los suyos no iban a ser parte. "Nunca seremos de la realeza, no corre en nuestra sangre. Esos lujos no son para nosotros, queremos otro tipo de emociones", decía el estribillo que le llevó a su productor y sobre el que empezaron a trabajar.

"Royals" apareció en el EP The Love Club en el primer trimestre del año, una canción que flota sobre una base rítmica y se respalda en segundas voces para tomar cierto color de rhythm and blues, combinación que genera un efecto envolvente y por demás cautivante.

El éxito fue inmediato. La canción arrasó en internet, trepó rápidamente en los principales rankings y se metió en los premios musicales, siendo la Canción del Año para los Grammy de 2014.

"Royals" fue el caballito de batalla del primer disco de Lorde, Pure Heroine, que la terminó de perfilar como una de las grandes promesas de la música mundial. Después de los conciertos, las críticas halagadoras y los millones de dólares que empezó a facturar, Lorde se encontró con David Bowie, que le dijo que escucharla a ella era "escuchar el mañana".

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Después de la muerte del Duque Blanco, a la neozelandesa le tocó hacer uno de los mejores homenajes con una versión memorable de "Life on Mars" (véanla).

Y ahora llega Melodrama, un disco que se hizo esperar el tiempo suficiente porque trae a una Lorde más madura. Es el disco de una ruptura o, más bien, un disco que parte del concepto de la ruptura para desparramarse por varios caminos: el final de una relación amorosa, el final de la adolescencia (ahora tiene 21 años), el final de su vida anónima y también el final de su faceta popstar, de la que siente la necesidad de desmarcarse cuando no está en modo "cantante del momento". Es un disco de una sensibilidad infinita, que posiblemente haga más mella en los millennial —que sabemos revolcarnos en nuestro drama para después salir por ahí como si nada, un cambio de aire constante en estas canciones— que en el resto.

Las melodías van en función de eso, generando un ambiente conceptual arraigado a la electrónica que deja entrar, de a poco y siempre con acierto, arreglos sutiles de cuerdas o pianos plenamente protagonistas para baladas como "Liability" o "Writer in the Dark" (de las más lindas del álbum, con un desempeño vocal brillante). Y que además le da mucho lugar al silencio, lo que contribuye a la hora de variar las dinámicas y de llevar a quien lo escucha de arriba hacia abajo.

Lorde le dijo a El País de Madrid que detrás de Melodrama hay un movimiento parecido al de la fiesta, con sonidos y colores que nos llevan por los puntos altos, donde todo es brillo y diversión, y por los más bajos, por el maquillaje corrido y los estragos del alcohol. Y es cierto, pero lo más interesante es que todo ese recorrido que propone suena auténtico: con su voz frágil y poderosa, con su mirada firme y sus movimientos de performer Lorde, que fantaseó con la realeza, se merece estar en cualquier lugar menos en un palacio. Decirle princesa pop a ella, tan oscura y fresca, tan interesante y con tanta personalidad; limitarla a un terreno de estándares y estereotipos, es casi una ofensa.

En tiempos donde el pop que predomina es el de producción en serie, Lorde viene con su melodrama para recordar que ante todo, un artista que se precie de ser tal tiene que tener identidad, y que no necesita de un trono para ser reina.

Sus dos discos

Pure Heroine

A fines de 2013 fue lanzado el primer disco de Lorde, con la presencia estelar de su hit “Royal”, que ya había alcanzado fama mundial siendo parte de un EP que había estrenado meses antes. Y fue aclamado por la crítica. Con letras provocadoras y una impronta bastante dark, la adolescente presentaba un buen repertorio de temas electropop tirando al downtempo y con pasajes más acelerados.

Melodrama

Todo lo presentado en Pure Heroine, Lorde lo refuerza en este nuevo álbum que tiene un aire más conceptual en lo lírico como en lo melódico, aunque no cuente necesariamente una historia. Es un disco que sigue una línea temática desde diferentes focos, y que realza todas las virtudes de la neozelandesa, tanto en lo compositivo como en lo vocal y lo interpretativo.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Lorde. Foto: AFP

LORDEBELÉN FOURMENT

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