Para Luana Méndez, hacer canciones ha sido tan natural como estar viva. A punto de cumplir 28, todavía puede repetir de memoria una de las primeras letras que escribió cuando era una niña. “Despiértate, despiértate, mi bella niña. Despiértate, despiértate, hay que alumbrar el día”, recita por teléfono a El País. Después rescata el verso de otra pieza —“Voy dividiendo mis pasos y voy buscando un lugar chiquitito para amarnos. Es una señal de que me estoy enamorando”— y no puede evitar reírse: ¿qué hacía una nena de 9 inventando algo como eso?
Desde entonces, más bien desde siempre, componer estuvo ahí, como un destino inevitable. Hoy tiene casi 200 composiciones, un disco de estudio (Álamo, de 2018), otro en vivo, un EP en camino y el sueño de grabar el show que dará este jueves en la Sala Zitarrosa. El espectáculo, enmarcado en el ciclo Marea, se llamará Rosa de los Vientos, como una de sus últimas canciones, y coincidirá con su cumpleaños.
Será, entonces, una celebración de la vida. Las entradas se venden en Tickantel.
“Este show es ese punto bisagra donde agradezco todo el recorrido, miro hacia atrás y celebro con las personas que me acompañan y son acompañados por las canciones. Pero también es decir: sigo acá, con la música, hacia donde ella me quiera llevar”, dice. “Desde el comienzo mi vida viene siendo de la mano de la música, y yo sigo apostando a eso”.
Nació en Montevideo, vivió en la periferia y a los 14 se instaló en Marindia. Ese derrotero estrechó su contacto con la naturaleza, que funciona tanto de inspiración como de refugio. “Me ayuda mucho a contemplar, a poder sentir con más pausa, con más detenimiento. En la adolescencia, que es un momento de salir al mundo, mi salida fue hacia la naturaleza. Y creo que me forjó mi mirada, mi manera de ver”, dice.
Eso se traduce en letras con alta dosis de sensibilidad y un foco en la salud mental. “A veces pienso a quién no ha acompañado la música en algún momento muy complicado, a quién no le ha servido de bastón o de abrazo o de refugio, y también en los momentos más celebrativos”, dice. “La música es mi brújula porque es un mapa de procesos internos que me ayudan, me guían y me acompañan y lo veo reflejado en la cantidad de mensajes a lo largo de estos años agradeciéndome porque una canción fue de ayuda. Eso le da muchísimo significado a lo que hago, porque en realidad es para eso: para mí y para el mundo”.
Fue hace “no tanto tiempo”, cuando la devolución de sus oyentes empezó a hacerse cada vez más presente, que Luana Méndez tomó conciencia de su propuesta y reafirmó ese compromiso. Por eso, porque confía en la temática de sus canciones, sueña con llevarlas de gira por América y Europa, con su proyecto independiente, su voz limpia y honda y su guitarra como canal de mensaje.
Y aunque suele presentarse en solitario, el jueves en la Zitarrosa la acompañarán varios músicos, más Camila Ferrari que se encargará del show de apertura. “Me da un alivio tremendo estar acompañada y sentir que soy, que somos más”, dice Luana, que en la música también encuentra comunidad.
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