El día que Martín Rivero terminó de escribir una de las canciones del nuevo EP de Astroboy, se puso a llorar como nunca en la vida. A lo mejor cuando nacieron “Time Has Passed” o “Fácil”, dos himnos melancólicos de una de las bandas icónicas del rock uruguayo, también se le tocó una fibra íntima, se le movió algo. Pero nada como lo que le ocurrió ese día con la todavía inédita “Feliz Navidad”: algo pasó, algo que no sabe de dónde vino y que después se transformó en fiebre, gripe, bajón.
Estuvo unos cuantos días en cama. Luego, la canción fue mutando: se volvió menos acústica, más climática, el bajo tomó otro protagonismo. Él creyó que aquel desborde había sido cuestión de ese momento, de aquella primera forma despojada, emocional.
Sin embargo, cuando la fue a grabar, ya con su arreglo definitivo, todo se repitió de la misma forma. Mucho después, en videollamada con El País, Rivero se ríe cuando recrea esta escena: el ingeniero de sonido Julio Berta entrando al estudio para descubrir al cantante en plena crisis de llanto, las disculpas, la incomodidad, la inevitable vergüenza. Ahora que todo es anécdota, el bajista Javier Vaz Martins tiene una certeza: “Yo creo que esta canción va a ser muy recordada, sentida y cantada. No tengo dudas”.
Más adelante en la charla, cuando se pongan a pensar en cómo Astroboy logró hacer un camino a pesar de estar en pausa, más bien a pesar de haberse terminado con la intención de nunca más volver, Rivero y Vaz Martins llegan a una misma idea: que las canciones, cuando tienen una emoción que transmitir, se mueven solas. “La música de cualquier época, cuando tiene ciertas cosas, atraviesa el tiempo y las generaciones. Tiene otro marco temporal, no se rige por el nuestro, va llegando de distintas maneras sin necesidad de fogonearla. Nosotros no hicimos nada para que llegara ahí”, dice Rivero, “y la música igual llegó”.
Vaz Martins complementa: “Yo creo que ese es el capital más fuerte que tiene Astroboy, porque nunca se nos va a recordar como virtuosos ni nada por el estilo. Pero se transmite algo, y ahora, en la gente, tenemos la prueba de que llega”.
Esto no estaba en los planes de nadie: Astroboy, confiesa Rivero, no iba a existir más. Era una historia escrita en la post-adolescencia de unos hombres adultos que, a priori, ya no iban a saber cómo cantar esas canciones, cómo convivir con ellas de la misma manera, cómo habitar aquella impronta que fue disruptiva en un rock uruguayo medio uniforme, en el que no había lugar para la arrogancia que el quinteto proponía.
Pero como dice el primer verso de “Vendo por viaje”, la canción que acaban de estrenar: “Creíamos que no, y lo imposible sucedió”.
En 2023, a 15 años de la disolución, los Astroboy —Rivero y Vaz Martins más Leandro “Tuco” Boné, Francisco “Paco” Risso y Pablo Fiallo— se juntaron para festejar en vivo los 20 años de su disco 5 estrellas. Llenaron tres veces la sala Magnolio: el primer día tocaron casi que para amigos, familiares, su gente de siempre. El segundo, para los fanáticos de todas las horas, las caras que aún pueden reconocer en el tumulto. El tercero estuvo hecho de gente nueva, veinteañeros que jamás habían visto al grupo en acción.
A esto último, parecido a lo que les ocurrió en el verano cuando volvieron a tocar a Buenos Aires, se refiere Vaz Martins cuando dice que la gente es la prueba de que la música, cuando tiene algo —algo que no se explica mucho, que no se puede traducir concretamente— igual llega.
Por eso, aunque nadie nunca lo había pensado, Astroboy volvió. En 2024 llenó una Trastienda con una elevada comunión pop rock, y abrazó el regreso con una única certeza: este Astroboy 2.0 no es un ejercicio de nostalgia, no es una autocelebración, no es una excusa para aplaudirse el pasado. Este Astroboy viene a construir algo nuevo, algo vivo, que esté a la altura de lo anterior y que a la vez proponga una alternativa más en el mar de opciones musicales de la actualidad.
Este Astroboy no reniega de su presente. Todo lo contrario: su puerta a la nueva era se llama “Dillom, Paco y Rosalía” y es una canción juguetona en clave de indie rock que pone ese personaje medio loser/medio filoso en diálogo con las nuevas referencias de la música hispanoamericana, bajo la producción de Juan Campodónico.
“Dillom, Paco y Rosalía” y “Vendo por viaje” son las dos primeras piezas de un EP llamado Ver para creer que irán completando gradualmente de aquí a dos meses. El 21 de agosto (no el 23, como habían anunciado originalmente) lo presentarán en Sala del Museo, en un show distinto, que aseguran que no tiene nada que ver con los espectáculos que ya hicieron y que incluirá sorpresas, versiones e invitados como dos integrantes de las Niña Lobo o el artista de Tacuarembó Niño Gutiérre. Abrirá el argentino Nahuel Briones y hay entradas en venta en Redtickets.
Para este nuevo ciclo, dice Javier Vaz Martins, el encare de Astroboy tiene mucho que ver con rodearse y confiar. “En los discos anteriores, cuando la banda estaba activa, era nuestra vida 100 %, nos ocupaba el cerebro hasta cuando dormíamos”, dice. “Hoy en día hay familia, trabajo y demás, entonces en esa modalidad de entregarnos a las ideas que vienen de afuera, como a las de Juan, encontramos la manera de que funcione”.
¿Pero que funcione cómo? ¿Con qué expectativas resucita Astroboy?
“Estamos en un lindo equilibrio que nos permite tocar una o dos veces al año, convivir con nuestras otras actividades y divertirnos y hacer material que a nosotros nos cope y esté a la altura o más de las cosas que ya hicimos”, dice Rivero. “Porque cuando estamos juntos estamos bien, porque nos encanta la música que sale, nos encanta hacer shows y nos encanta diseñar un disco, hacer canciones. Entonces no le pedimos a este proyecto más de lo que la realidad puede soportar. Aprendimos a manejar las expectativas. En otro momento teníamos la mira puesta en cualquier lugar, la brújula rota. Hoy en día sabemos cuál es el horizonte, sabemos qué es lo que tenemos que hacer con Astroboy y lo tenemos claro. Sin grandes delirios de grandeza ni nada, queremos tocar, queremos pasar lindo y que la gente se cope con Astroboy. Y por ahora está funcionando”.
La confirmación definitiva, quizás, llegará el día en que “Feliz Navidad” suene en vivo y puedan comprobar si aquel llanto inexplicable era un presagio, una señal más de que lo imposible, a veces, sucede.

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