Cuando “A Dios le pido” y “La camisa negra” arrasaron con las radios hispanoamericanas, solo Shakira y Carlos Vives habían logrado infiltrar la música de Colombia a un nivel así. La irrupción de Juanes fue un aporte clave a ese tridente: era un fanático del metal haciendo las canciones más pegadizas de su tiempo y erigiéndose como superestrella latina, un estatus que conserva hasta hoy, aún cuando habita un mundo nuevo.
La música urbana hizo de Colombia una potencia. Brotaron reyes y reinas —J Balvin, Maluma, después Karol G— y esos impulsos se tradujeron en giras y millones. Este año a Uruguay ya vino Carlos Vives (a cantar con entrada libre a Maldonado) y ya vino Camilo, que llenó el Antel Arena. Pronto llegará Manuel Turizo y, más adelante, Morat, que va por doble “sold out”. Y en el medio está Juanes, que en febrero fue al Festival de Durazno —“me encantó todo, el tema de la ganadería, los caballos, la gente, la música, el folclore”, dice a El País—, y que el 26 de octubre se presentará en Sitio, la carpa del Velódromo, con la ilusión de reconectar con Montevideo. Hay entradas en Redtickets.
Vendrá con disco nuevo, producido por el argentino Nico Cotton y del que solo se conoce “Una noche contigo”, que anuncia algo diferente. Vendrá, también, con su mejor versión.
“Mi camino con Uruguay ha sido intermitente, por eso tengo tanto deseo de regresar”, admite en videollamada. Este es un extracto de esa charla.
—Hubo un momento en que sentiste que el fuego de tocar en vivo se te había apagado. Y si bien tu nueva canción, “Una noche contigo” habla del amor romántico, ese estribillo de “una noche contigo vale más que mil años” y “es vivir el milagro” podría aplicar a la relación con el público. Hay algo de eso en los conciertos. ¿Te está pasando ahora?
—Claro que sí. El público ha sido mi salvación, sinceramente. O sea, creo que los conciertos y el amor por la música siempre, siempre me han salvado. Si en algún momento tuve una crisis de cansancio fue porque había exagerado en el trabajo. Del 2000 al 2010 no paré, y en ese momento nacieron mis hijos, me perdí de muchas cosas, y creo que fue una saturación. Me quemé de tanto viajar y trabajar y de no tener un momento para mí. Esa fue mi gran lección. Pero pasó el tiempo y entendí que la vida es un balance. Hay que trabajar duro, pero hay que tener un momento para uno, para estar en casa, para disfrutar de la vida. Si no puedes disfrutar del proceso, ¿para qué tiene sentido llegar a la meta?
—En la vorágine se hace difícil tener presente el propósito.
—Mi madre, que tiene 95 años, en los momentos más difíciles de la vida, siempre dice: hay que preguntarse para qué. ¿Para qué pasa esto? ¿Cuál es la lección que tenemos que aprender sobre esto o aquello? Y yo creo que eso se me ha quedado grabado. Pero han pasado 10 años desde ese momento de crisis. Fueron seis meses de crisis, pero después seguí trabajando, haciendo música, girando. Nunca dejé de hacer música realmente, porque si dejo, literal me muero.
—“Una noche contigo” ha sido muy bien recibida. ¿Por qué es la puerta de entrada a tu nuevo disco?
—Cuando uno va al estudio y graba un grupo de canciones, siempre hay como una corazonada. Presentar una canción así, en seis octavos, con este tipo de temática, se me hacía diferente y fresco para mi sonido. Además, me encanta la canción. Es una de mis favoritas. Pero hay otras en el álbum que están muy top, cumbias con rock, de todo. Con Nico buscamos ese sonido un poquito vintage, un poquito moderno, pero que tuviera mi sello. Y lo logramos de una manera especial.
—Los artistas que han trabajado con él destacan su rapidez, su versatilidad y su capacidad de lograr el sonido que el artista quiere. ¿Vos por qué decidiste trabajar con Nico?
—Yo venía trabajando con Sebastián Krys, pero tuvo un problema de salud y me dijo: ¿sabes qué? Háblate con Nicolás Cotton, que es muy bueno. Entonces hablé con Nico por teléfono y hubo una buena vibra de una. Obviamente me gustaba muchísimo lo que había hecho, y después nos conocimos y yo le dije: man, me encanta trabajar contigo. Y él me dijo: pero si es que tú me conociste a mí hace tres años. Y yo: ¿en serio? Sí claro, yo estaba con Conociendo Rusia, tú te acercaste a saludar a Mateo y yo estaba parado ahí (se ríe). Lo que me gustó de Nico es que él es demasiado músico, muy buen baterista, muy buen bajista y tiene mucho gusto y mucha sensibilidad, entonces al momento de trabajar en el estudio se me hizo muy agradable. Podíamos pasar dos horas armando una batería, buscando un sonido y después Nico decía: ¿sabés qué?, ese sonido no me gusta, y armábamos otra batería. Ese tipo de detalles me encanta porque significa que a él realmente le importa, y en la producción de la música cada decisión que tú tomas es demasiado importante, aunque sea mínima, porque eso se va sumando, se va sumando, se va sumando y al final tú ves lo que has construido. Entonces creo que Nico copiaba mucho lo que yo quería, lo que yo sentía. No sé, nos conectamos realmente. Hubo conexión.
—Sí que el sonido quizás no es lo que se espera de Juanes, pero ya te has movido por estilos muy distintos, dando una sensación de que no tenés mucho prejuicio a la hora la música. ¿Qué valor le das a la libertad creativa?
—Para mí es esencial. Cuando te metés en un lugar donde tienes solo una manera de entrar, es muy peligroso y aburridor. Y yo, sinceramente te digo, respeto toda la música. Habrá músicas que a mí no me gustan, pero respeto al que lo hace y cómo lo hace. Para mí, todo es un aprendizaje. Vibro mucho con el rock, pero escucho una cumbia y me vuelvo loco, salsa y me vuelvo loco, música clásica y me vuelvo loco. Miro y aprendo de cada cosa. Es como cuando en el kinder la profesora te decía: “Bueno, ahora tenemos clases de dibujo libre”. ¡Ah, era lo más alegre que nos podían decir! No hay reglas, puedes irte como quieras, pensar lo que quieras, dibujar lo que quieras, como quieras. Eso para mí es arte. Por eso me gusta tanto no tener límites y disfrutar un momento escuchando discos de Sepultura o de Metallica y al otro momento escuchar algo de música popular, ¿me entiendes?
—Sos un confeso admirador de Carlos Gardel. De esa banda sonora que curtió tu infancia, ¿cuánto sentís que se quedó en tu yo artista?
—Creo que demasiado. Digamos que la base de mi música fue eso, ¿no? A pesar de ser de Medellín, en mi casa se escuchaba mucho a Los Visconti, Los Chalchaleros, Gardel, Lucho Gatica, Los Panchos, Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, y después Mercedes Sosa, la trova cubana, Silvio Rodríguez, Vicente Feliú, Pablo Milanés. Eso fue lo primero. Luego entendí el rock y lo descubrí poco a poco, curiosamente empezando por el metal, y me fui yendo hacia atrás, Led Zeppelin, Black Sabbath, los Beatles obviamente, Rolling Stones, y después el rock en español, que fue decisivo en mi vida. Hasta el día de hoy sigo descubriendo la genialidad de Charly García, de Spinetta. Sigo conectando los puntos, y ahora entiendo que tenían esa armonía tan compleja porque venían del tango y la música clásica, cosas que nosotros en Colombia no teníamos, porque somos mucho más África, indígena, y nuestra música viene más con el Caribe, con el sabor.

—Con los años y teniendo en cuenta todo este recorrido, ¿cuánto te cambió el ritual de la composición?
—He pasado por muchas etapas. Al principio había mucha inocencia y espontaneidad. No pensaba en nada porque no tenía expectativas. Luego, digamos que con el éxito, la atención o lo que fuera, llegué a tener un poco de vértigo. Como: si esto funcionó, ¿ahora qué hago? Y perdí un poco el rumbo. Pero ahora entiendo que simplemente tengo que mirar hacia adentro y no tener miedo, y en ese proceso de experimentar he vuelto a encontrarme. No tengo que sonar como nadie ni hacer lo que la gente está haciendo, simplemente hago lo que me gusta, como lo siento. Y la oportunidad de trabajar con otras personas me ha enseñado, porque veo otras maneras distintas de hacer la música. Por muchos años estuve trabajando solo con mi guitarra y mi computadora y fue maravilloso, pero llegó un momento en donde me hastié hasta el alma. Ya no quería estar solo en un estudio nunca más.
—¿Es como cansarse de uno mismo?
—Sí, un poco. Y trabajar con otros es como que abres la ventana y entra un aire fresco. Así que voy pasando por diferentes etapas y de alguna manera volviendo a la esencia. Cuando me preguntabas lo de Gardel, es como que energéticamente siento que me estoy yendo otra vez hacia la infancia, a por qué comencé con la música, qué era lo que me gustaba, lo que me movía, qué recuerdos tengo de mi casa, y eso de alguna forma se te queda. Hoy escucho Metallica e inmediatamente me conecto con mi juventud, con mi rebeldía, con el momento en que descubro el metal. Eso toma más fuerza a medida que pasan los años. Hoy hay más claridad y más tranquilidad de que esto es lo que me gusta. Esto es lo que yo soy.
-
Sabrina Carpenter acalla las críticas por el lanzamiento de su próximo disco: "¿Por qué esperar tres años?"
La joven que fue finalista de "La Voz Kids" lanzó carrera solista, sueña en grande y prepara su primer disco
Le dijeron que la música no era lo suyo y a los 38 años ya es una de las grandes pianistas del mundo