Era 1973 y Paul McCartney estaba listo para una revancha. Ya habían pasado tres años desde la salida de Let It Be, el disco póstumo de The Beatles, y de McCartney I, aquel proyecto casero que sepultó la esperanza de escuchar nuevo material del cuarteto. “¿Estás planeando un nuevo álbum o sencillo con The Beatles? No”, sentenciaba McCartney en el comunicado que acompañaba el vinilo de su debut solista.
Desde ahí, su carrera adoptó un rumbo errático que recién ahora es recibido con cariño por la crítica especializada. En 1971 lanzó Ram, que grabó junto a su esposa Linda y le dio su primer hit: “Uncle Albert / Admiral Halsey”. Sin embargo, Ringo Starr fue lapidario. “Me dan pena los discos de Paul”, le dijo en aquel momento a la revista Melody Maker. “No siento que haya ni una buena canción en Ram. Se está poniendo un poco raro”.
Meses después trataría de reinventarse y formó Wings. Estrenó el grupo con Wild Life, un álbum crudo y desprolijo —que, eso sí, incluye joyas como “Tomorrow” y “Dear Friend— al que el propio Paul luego le vería fallas. Salió de gira por universidades británicas y teatros europeos, versionó la infantil “Mary Had a Little Lamb” y se ganó la censura de la BBC con las desafiantes “Give Ireland Back to the Irish” y “Hi, Hi, Hi”.
Así que 1973 era el año para demostrar que no había perdido el foco. Expandió su flamante grupo —aunque, para vender más discos, le exigieron que lo llamara Paul McCartney & Wings— y proyectó un disco doble de 18 canciones titulado Red Rose Speedway. No tuvo suerte: el sello EMI lo obligó a publicar solo la mitad. La mayoría son olvidables, pero la balada “My Love” fue capaz de compensarlo todo. Llegó al número uno en Estados Unidos y se mantuvo en el tope de la lista de Billboard durante cuatro semanas. Era el comienzo de su revancha musical.
En las sesiones de Red Rose Speedway, que fueron de marzo a diciembre de 1972, también grabó “Live and Let Die”, que se convertiría en su siguiente éxito. La canción, que sería parte de la banda sonora de Vive y deja morir —la primera película con Roger Moore en el rol de James Bond—, surgió de una conversación casual con uno de los empleados de Apple Records, el sello que The Beatles crearon en 1968, y se volvería una cita obligada en los shows de McCartney.
“La idea me la sugirió Ron Cass, de Apple Records”, recordó en su página web el exbeatle, que el domingo cumplió 81 años. “Me preguntó si alguna vez había considerado trabajar para una película de Bond, y le respondí: ‘Sí, claro, ¡pero nadie me lo pidió!’ Así que habló con los productores de la película y me contactaron para darme el título: ‘Live and Let Die’”.
Apenas la oyó, se quedó pensando en la frase. “Para mí, obviamente, tiene que ver con el dicho: ‘Vive y deja morir’, y lo sentí como una especie de desafío, pero de esos que disfruto: tenés que crear una pequeña historia o algo del estilo con esos elementos”.
Consiguió el libro de Ian Fleming en el que se inspiraba la película (Live and Let Die, de 1954) y lo leyó de un tirón. “Me pareció muy bueno y esa misma noche empecé a escribir la canción. La terminé a la noche siguiente y luego me puse en contacto con George Martin, que la produjo”, relató en referencia al histórico productor de The Beatles.
Como si se tratara de “A Day In The Life”, el tema tenía dos partes sumamente distintas: una apertura delicada y casi baladística con Paul al frente del piano, y otra sección con aires de reggae escrita por Linda. George Martin le sumó la irrupción de arreglos sinfónicos que le dan un efecto explosivo digno de musicalizar cualquier escena de acción o persecución del universo Bond.
“Live and Let Die” sería la primera canción de rock en ser parte de la saga que estaba a punto de lanzar su octava entrega. Hasta ese momento, la tradición dictaba que las canciones de Bond fueran interpretadas principalmente por solistas femeninas, así que la cantante B.J. Arnau fue contratada para grabar una versión soul del tema. Fue incluido en la banda sonora a cargo de George Martin y se publicó como sencillo, pero no logró opacar el magnetismo de Wings.
“Live and Let Die” se publicó oficialmente el 1° de junio de 1973, pero la banda la estrenó unos meses antes, en abril, durante un especial de la televisión británica titulado James Paul McCartney. Allí, Wings la interpretaba por primera vez mientras se intercalaban escenas de la película de James Bond. Sobre el final, un hombre de gabardina, sombrero y actitud sospechosa, se escabulló en una de las pasarelas técnicas del estudio, y activó un detonador que hizo explotar el piano de cola del exbeatle.
Los productores no se preocuparon demasiado por la seguridad del grupo, porque una parte del instrumento golpeó al guitarrista Henry McCullough y lo tiró de espaldas al suelo, mientras que varias astillas de madera ardiente cayeron sobre uno de los miembros de la orquesta que acompañaba a Wings. El video es imperdible y se encuentra en YouTube.
“Live and Let Die” fue un éxito inmediato: vendió un millón de copias solo en Estados Unidos, recorrió el mundo y fue la revancha que tanto necesitaba McCartney (aunque el golpe definitivo llegaría en diciembre con Band On the Run). Tiempo después, sería nominada al Oscar como mejor canción original, aunque perdería ante “The Way We Were”, que Barbra Streisand grabó para la película Nuestros años felices.
En 2021, en una de las páginas de su libro The Lyrics, McCartney analizó el legado de la canción. “No la siento al nivel de otros temas de Bond que habían salido antes, como los de 007 contra Goldfinger o De Rusia con amor, que son muy bondianos. No estaba seguro de si la mía era lo suficientemente buena, pero mucha gente la incluyó en su lista de las mejores canciones de Bond. Luego, cuando se publicó se convirtió en el tema de la saga más exitoso hasta el momento”, escribió.
“Live and Let Die” —que en 1991 sería reimaginada por los Guns ‘n’ Roses— se transformó, además, en una pieza obligatoria de sus shows. Forma parte de la mayoría de sus discos en vivo y, como el público uruguayo vio durante sus dos conciertos en el Estadio Centenario, desata el momento más espectacular de sus recitales. “Cada vez que la tocamos usamos explosiones de fuegos artificiales que hacen saltar a la gente”, dijo. “Es una canción muy performática y disfruto de shockear al público con ese primer ¡Bang!, así que la canción adquirió un nuevo significado”.
Eso sí, McCartney no se olvida de una de las primeras veces que usó el efecto. “En las primeras filas vi a una señora adorable de unos 90 años que disfrutaba cada momento, pero cuando empecé a cantar las primeras líneas de ‘Live and Let Die’ pensé: ‘Dios, la vamos a matar de un infarto’”, recordó. “Y cuando llegó el momento crucial, se escucharon las explosiones y la miré con miedo pensando en lo peor. Pero no, estaba disfrutando de cada momento. Así que no la matamos, ¡la emocionamos!”.