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Ignacio Copani: "Noté que se me cerraban las puertas de los medios por lo que cantaba"

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Ignacio Copani. Foto: Francisco Flores.

ENTREVISTA

Antes de su regreso a la Sala Zitarrosa "Canciones de ahora (escritas ayer)", donde se presentará este domingo, el argentino dialogó con El País

Ignacio Copani tiene una cábala que nunca le falla. “Me acompaña a todos lados en mi mochila cada vez que hago un show”, asegura. “Es una hoja cuadriculada de puño y letra de Pablito Estramín”. Es la letra de “Morir en la capital”, que le sirvió como guía para la vez que cantaron juntos en la Sala Zitarrosa. “¿Sabés qué?”, pregunta con una delicada sonrisa. “Este domingo la voy a cantar”.

A Copani, que varias veces se definió como “el de acá enfrente”, se lo ve entusiasmado por su regreso. Su última visita a Uruguay fue en 2019, cuando se presentó en el Teatro Solís; luego, la pandemia. “Llegué a un objetivo top como el Solís y luego no pude venir a cancherear: ‘Che, miren que empecé en La Barraca’”, lanza con una carcajada. “Es como que a Colón no lo hayan dejado decir: ‘Mirá que yo descubrí América’”.

Ahora llega a la Sala Zitarrosa, un lugar en el que sea se ha presentado incontables veces, con Canciones de ahora (escritas ayer), un show con letras que, adelanta, “tienen mucho tiempo pero podrían haber sido compuestas la semana pasada”. Entradas a la venta en Tickantel.

Esa es la excusa de esta entrevista.

—“Mal día para ser Gorila” y “Anticuarentena”. En la pandemia dejaste salir tu lado más irónico...

—(Interrumpe) Sí, también está “Pelotudo asintomático”. Esas canciones hablan de lo que han sido estos terribles dos años y tienen que ver con algo de lo que hay muy poco registro en la cultura popular. El tema es este: ¿Cómo tratar un tema que tiene más fallecidos que una guerra mundial? Es muy difícil. En los primeros días del encierro tuve la cándida ilusión de que los países y las comunidades iban a ser más solidarias y sensibles, pero, al ver que no era así, encontré algo para dar mi contienda. Trabajé mucho por mi necesidad de comunicar, y dentro de esa necesidad estaba la de tener un contenido que justificara que alguien hiciera click para escucharte en YouTube. Es verdad que podés ver a John Lennon o a la Sinfónica de Santiago de Chile cuando quieras, pero ahí falta la opinión del trovador sobre el garrón que nos estamos comiendo.

—En el disco Nos trovamos todo definías a tu oficio de la siguiente manera: “Trovar es canto colectivo y fundamental, / Profundo y combativo al poder real”. ¿Qué valor le das a esa intención?

—Yo, simplemente, sostengo la vieja idea del “pinta tu aldea y pintará al mundo”. Creo que verdaderamente tengo un rol, y no lo digo como algo místico de que Dios me puso en el mundo para determinado fin, pero si estoy en este oficio es por algo. Y te puedo asegurar que no es por vanidad ni por codicia; no es mi estilo. Además, si quisiera hacerme rico me hubiera buscado otro oficio (se ríe). Yo soy parte de una comunidad y lo que más me interesa es la expresión de lo colectivo. Tengo muchas ideas muy bien apuntaladas porque entiendo lo que es el andar en conjunto. Por ejemplo, en mi repertorio nunca te vas a encontrar una oda a la meritocracia porque es algo que no avalo. Hasta el que se crea más por lo que logró con su esfuerzo, necesita siempre del compatriota.

—Volviendo a tu uso de la ironía, esa es una herramienta que usás desde tu primer disco en canciones como “Cuántas minas que tengo” y “En los Iunaitesteis”. ¿Cuándo descubriste su riqueza?

—Te diría que me acompaña desde siempre. Tanto la ironía como el uso del doble sentido tiene que ver con la influencia de la migración italiana y judía. En la calle hay otro tipo de ironía, como el humor negro y el juego permanente, que ya forma parte de nuestra identidad. Eso sí, creo que no se lo permitimos a los demás porque si alguien me hace una broma con el dólar me da bronca y lo defiendo. Pero bueno, no me quiero ir por las ramas con este tema porque me afecta (se ríe).

—Volvamos, entonces, a la pregunta anterior: ¿en qué momento la ironía se mete en tus canciones?

—Eso tiene que ver con mi oficio porque yo trabajo en esto desde que soy adolescente. Recuerdo que en la época de la dictadura, las canciones testimoniales eran grises y tristes, pero como artista yo tenía la necesidad de hacer otra cosa. Además, no podía sobrevivir en mi oficio de esa manera. Yo empecé en México en 1978 y estuve allá hasta el 1984, y tenía que meter mano a un repertorio conocido. A veces colaba alguna canción mía, pero tenía que cantar alguna cosa picante de Sui Generis “Mariel y el Capitán” o “Mr. Jones”. Eso me parece más interesante que solo hacer un tema con ritmo y que la gente haga palmas. Fue una evolución que desembocó en mi propia idea y así fue que surgieron canciones como “Lo atamos con alambre”, que la escribí hace 40 años. Tenía que hacer ese tipo de canciones porque debuté en lugares donde la gente no te iba a ver a vos y a veces no te daban bolilla; el desafío era terminar mi actuación con la gente aplaudiendo y bailando arriba de la mesa.

—“Yo me hago cargo de mi canto de pelearla con mi canto, que por suerte nunca quiso ser neutral”, cantaste hace cinco años. Pero, antes de eso, ¿te preocupó la pérdida de público por haber defendido tus ideas políticas a través de tus canciones?

—No, nunca. Pero lo que sí noté era que se me cerraban las puertas de los medios por lo que cantaba. Mi única estrategia nunca fue más que: “Si no hago algo divertido cuando canto en un bar, nadie me va a querer ahí”. Siempre fui inoportuno, incluso para mis intereses. Mirá, cuando grabé las canciones para River yo tenía un contrato con una compañía internacional, pero ellos no lo querían hacer. “Si le tenés tanta fe al proyecto, hacelo solo”, me dijeron. Al final lo saqué por la mía y se vendieron casi 500.000 discos de la colección Rivertidísimo. No me costó el oprobio público: los hinchas de Boca no me insultan por eso. Mi rol como trovador es mucho más que hacer entretenimiento auditivo. Es música, por más de que te guste o no, y tiene lo que necesita: melodía, ritmo y armonía. Y canto porque me interesa la expresión de lo colectivo.

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