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Crónica: Ruben Rada celebró sus 80 años con un show histórico y varios invitados en el Auditorio del Sodre

Este domingo, Rada lanzó su ciclo de cuatro conciertos con entradas agotadas para celebrar sus 80 años. El show de dos horas ofrece un repaso por toda una vida de música y cuenta con distintos invitados por noche.

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Ruben Rada.
Foto: Estefanía Leal.

"Hoy estaba haciendo un reportaje y el periodista me preguntó qué es el éxito. El éxito es esto”, dice León Gieco mientras señala a Ruben Rada. Luego mira la escena con una amplia sonrisa y se lleva una ovación. Su frase captura todo lo que se vive esta noche en el Auditorio Nacional del Sodre. Es domingo y Rada está sentado en el centro del escenario. A su derecha, sus dos hijas, Lucila y Julieta, se encargan de los coros; a su izquierda, su hijo Matías toca la guitarra. El resto de la banda está repleta de músicos de primera línea —entre ellos Gustavo Montemurro y Fernando “Lobo” Núñez—, y Ruben lleva casi dos horas repasando uno de los repertorios más emblemáticos de la historia de la música uruguaya.

Hace semanas que agotó las cuatro funciones del concierto con el que celebra sus 80 años —sigue hasta el jueves— y la platea está repleta de figuras y amigos. Ya saludó a los políticos José “Pepe” Mujica, Lucía Topolansky y Carolina Cosse, que fueron a verlo; se tomó unos minutos para agradecerle a Cacho de la Cruz por haberlo llevado a Los Hot Blowers, el grupo con el que, a inicios de los sesenta, lanzó su carrera; y se emocionó con los saludos que se transmitieron en la pantalla gigante y que le enviaron artistas como Fito Páez, Andrés Calamaro, Hugo Fattoruso y Carlos Vives.

Por si fuese poco, ya se reencontró en el escenario con músicos históricos como Daniel “Lobito” Lagarde, exbajista de Tótem; y dos piezas clave de la banda que lo acompañó en su paso por Argentina: el guitarrista Ricardo Lew y el pianista Ricardo Nolé. Invitó a Laura Canoura a interpretar una desgarradora versión de “Mejor me voy”, de El Kinto, desató el canto colectivo junto a Emiliano Brancciari y una versión frenética de “Dedos” entrelazada con “Mañana” —ambas de Tótem—, y recibió al guitarrista Poly Rodríguez, quien se encargó de interpretar “La trampera” para que bailara una pareja de tango.

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Ruben Rada y Laura Canoura.
Foto: Estefanía Leal.

En este rato, además, Rada dejó sus congas y se paró en el centro del escenario para bailar candombe. Contó chistes mientras Brancciari conectaba su guitarra, narró la historia de sus canciones, pidió unos cuantos “gritos de locura” y logró que el público, formado por tres generaciones, se levantara de sus asientos para corear el estribillo de “Blumana” (“Tocá che, Negro Rada, tocá grita la hinchada...”). Hasta interpretó las exigentes “Mind Projects” y “Montevideo”, y todo el teatro le cantó el “Feliz cumpleaños”.

“El éxito es esto”, dice León Gieco apenas sube al escenario y, con todo esto adelante, a uno no le queda más que creerle.

El espectáculo con el que Rada celebra sus 80 años —los cumplió el 16 de julio— es uno de los más importantes de 2023. El artista, uno de los más completos de la música uruguaya, presenta un concierto de dos horas en el que repasa cronológicamente —aunque, es cierto, hay alguna excepción a la regla— una prolífica carrera de 55 años.

Apenas se levanta el telón, un video recopila fotos y recortes de prensa de la época de Los Hot Blowers, El Kinto y Tótem mientras de fondo suena la voz juvenil de Rada, que interpreta “Aquel payaso”. Luego, llega la primera canción del show: “Las manzanas”. Canta ese estribillo simple y pegadizo e invita al público a marcar la clave del candombe con las palmas. “Empezamos con esta canción porque fue la primera que me dio de comer”, dice.

“Yo me fui a Perú a trabajar a un hotel con Mike Dogliotti, y cuando volví pasé por El Galpón y vi a Eduardo Mateo haciendo una Musicasión con Horacio Buscaglia. Él me pidió que compusiera una canción, y me fui a la Rambla con un cuadernito, la hice y cuando la canté esa noche me la pidieron cuatro veces. Aparte yo era muy bonito; las mujeres se enloquecían conmigo”, comenta y se ríe. “No hagan caso a los disparates que yo digo; ¡muchas gracias por estar acá!”.

Si Parte de la historia, el show que en 2019 agotó funciones en Uruguay y Argentina, ofrecía un repaso por su época junto a El Kinto, Tótem y Opa, en este espectáculo la mirada es más exhaustiva. El repertorio abarca a todos esos grupos, pero además atraviesa con su época en Argentina y hace un recorrido por otros clásicos hasta llegar al 2000 con ¿Quién va a cantar? , el exitoso disco que lo consagró como idolo popular.

Las canciones elegidas —el domingo interpretó 20, aunque la lista decía que eran 22— son, además, un fiel reflejo de todos esos aspectos que hacen de Rada una leyenda viva. Su faceta más simpática y pegadiza resuena en canciones como “Las manzanas”, “Cha-cha Muchacha” y “Blumana”; su costado de crítica social aflora en “Biafra”, “Flecha verde” y “Dedos”; el cantor de espíritu popular asoma con “Terapia de murga” y “Candombe para Gardel” y la sofisticación jazzística aparece en “Montevideo” y “Mind Projects”.

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Ruben Rada en el Sodre.
Foto: Estefanía Leal.

“Rada es un genio. Tiene el regalo de la voz y la lapicera, y la facilidad de la melodía. Como compositor me asombra y nos deja a todos atrás. Es un animal”, dice Hugo Fattoruso en un video emitido en la pantalla gigante de la sala, y a Rada le cuesta seguir. “Qué difícil, ¡mamita!”, dice, emocionado. “¿A quién más le puedo agradecer?”, se pregunta luego de citar unos cuantos nombres. “A mi vieja, que hizo el esfuerzo de traerme. Uno nunca se da cuenta de lo que hace, ¿no? Fui criado con una madre divina que tenía una hermana melliza, eran Carmen y María, y nos criaron como pudieron. Ellas me enseñaron que el camino más largo es más difícil, pero es más sano. Eso quiere decir que nunca me desvié de lo que quería hacer como persona. Y cuando estuve más o menos bien, que entendí un poquito más las cosas, nacieron estas tres criaturas maravillosas: Lucila, Matías y Julieta. Los amo muchísimo”, comenta con la voz casi quebrada y despierta una ovación.

La fiesta sigue con un montón de momentos memorables —por suerte, los conciertos se están filmando—, como el encuentro con León Gieco para cantar “La cultura es la sonrisa” y “Rock de la calle”; el segmento junto a Ricardo Lew y Ricardo Nolé —“Los Ricarditos”— para desempolvar la joya funky “Matías es el nuevo embajador”; y el baile colectivo con “Cha-Cha Muchacha”.

Si se trata de escenas para el recuerdo, la del cierre, con “Muriendo de plena”, se queda con el premio. La canción, que en esta celebración de 80 funciona como un canto a la vida, hace despegar al público por última vez de sus asientos. Entre la platea se ve a artistas como Martín Buscaglia, Jorge Nasser y el ya nombrado Cacho de la Cruz bailando; se arma un trencito que recorre uno de los pasillos de la platea baja y abuelos, padres y nietos corean el estribillo.

Mientras baila, Lucila se da vuelta por unos segundos y se ve la parte de atrás de su saco, que reza: “No voy a vivir con sabor a poco”. Y es la frase apropiada para una obra así de extensa, variada e inspirada como la de Ruben Rada.

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