Su voz es inconfundible en el mundo de la plena y sus merengues están entre lo más esperado por los carnavaleros. Denis Elías celebra 18 años de carrera solista este 16 de julio con un recital en el Teatro El Galpón, y no es casual que el festejo coincida con el aniversario del “Maracanazo”: lo suyo también tuvo algo de épica.
Cuando decidió dejar La Revancha para cantar solo, grabó dos canciones —“Corazón herido” y “Eres tan bella”— y explotaron en una semana. Armó una banda de apuro, hacía cinco shows por noche, y todos los futbolistas lo querían en sus fiestas: para Luis Suárez, por ejemplo, cantó tres veces.
El verdadero éxito, sin embargo, no fue ese, sino mantenerse. Y él se lo atribuye a saber lo que hacía, respetar un estilo, no caer en las tentaciones de la noche y nunca creérsela. “La que manda es la gente”, dice a El País, sin quitarse mérito, porque sabe que sin talento no hay tutía.
No le gusta mirar para atrás ni vanagloriarse de sus conquistas. Prefiere que otros hablen de sus logros. Intenta actualizarse sin perder su esencia. Quiso cruzar fronteras, grabó un disco de baladas en Estados Unidos, pero la idea de mudarse y arrancar de cero no le cerró.
Este febrero, luego de que Zíngaros quedara afuera de la Liguilla, asustó a los carnavaleros con un mensaje que sonó a despedida. Aunque admite que se enojó por cuestiones internas y que el jurado "estuvo bien", el asunto quedó zanjado tras una charla con Gastón Sosa, director del conjunto. Y hasta confiesa que se haría cargo de estos parodistas si fuera necesario.
El recital del 16 de julio en El Galpón (entradas en Redtickets) es la excusa para hablar con Denis Elías sobre su historia, sus inicios, la decisión de manejarse sin representante, su amor por el Carnaval y más.
—¿Qué cambió de aquel primer show con Karibe con K, donde te temblaban las piernas, a hoy? ¿Seguís sintiendo esa adrenalina?
—No, la adrenalina ya no se siente, ahora es más rutina. En el 98 tenía 18 años y hasta me anoté el comienzo de la letra por miedo a olvidarla. La música te lleva por muchos lugares: te ponés nervioso, después lo disfrutás, aunque a veces te gustaría estar en tu casa tomando mate. Hoy lo vivo como un laburo más, aunque disfruto de los conciertos. Ver el teatro lleno y que laburo siga vigente me reconforta.
—¿Dejaste de hacer fiestas por preferir estar en tu casa?
—No, pero a veces necesito parar y lo hago. En enero y febrero freno para salir en Zíngaros, o algún fin de semana me lo tomo para pescar o hacer un asado en familia. No es de pudiente, pero gracias a Dios puedo darme ese gusto.
—¿Cuál fue la mayor sorpresa que te llevaste en tu carrera?
—Pasaron muchas cosas increíbles, pero no me gusta contarlas porque quedo como un agrandado. Prefiero llevarme al cajón todo lo maravilloso que viví.
—¿Recibiste invitaciones de artistas que eran ídolos para compartir escenario?
—Mi ídolo es Ricardo Montaner y es muy difícil llegar. Ojalá hubiera pasado.
—¿Nunca intentaste acercarte?
—No, porque sé que estamos lejísimo. La música tropical está lejos de tener éxito afuera. Podés ir a tocar a colonias de uruguayos, pero decir “hice un teatro allá” es mentira.
—Igual hiciste el intento de cruzar fronteras hace unos años…
—Sí, pero en otro género, y fue lo más cerca de Montaner que estuve. Adrián Pose, que vivía en su mismo barrio en Estados Unidos y escribió dos de sus canciones, quiso llevarme y grabé un disco allá. Lo intenté pero era quedarse y empezar de cero, y yo ya tenía mi carrera acá. No tenía ganas de arrancar otra vez.
—¿A qué le atribuís el éxito? ¿Cuánto hay de trabajo y de suerte?
—Trabajo no me llevó porque fue en una semana la explosión de mi música. Dije: “Voy a cantar solo”. Me fui de La Revancha, grabé dos canciones ("Eres tan bella" y "Corazón herido"), las puse en la radio y explotó en una semana. Tuve que armar la orquesta rápido porque en ese momento había más de 30 bailes en Montevideo (hoy quedan tres o cuatro) y me llamaban. No le atribuyo suerte, era saber lo que hacía y nunca creerse nada. La que manda es la gente: te eligen, te ponen y te sacan.
—¿Cuánto influyó haberte mantenido al margen de las drogas y el alcohol?
—Muchísimo. Desconozco todo eso en mi cuerpo, pero sé que te puede llevar a otro nivel y perder todo.
—¿Qué recordás de cuando trabajabas limpiando áreas verdes y eras alérgico al pasto?
—Me anoté en la Intendencia, salí sorteado y empecé justo cuando reventé como solista. Cantaba de jueves a domingo, terminaba un show en Mariachi a las 5:30 y me iba directo al comunal del Paso de la Arena. Lo hice tres años.
—¿Por qué no soltabas?
—Mi vieja siempre me decía: “No dejes la Intendencia, es para toda la vida”. Yo sabía que era la música, igual probé tres años con las dos cosas, pero no tenía vida. Me pedí un año de licencia sin goce de sueldo y decidí dedicarme solo a la música.
—¿Sentís que llegará el día en que quieras bajarte del escenario?
—Creo que sí. Siempre dije: "El día que vea que esto no funciona más, no tiro más de la cuerda". Soy muy observador, miro las redes, veo cosas (no me preguntes qué) y digo, "no lo haría".
—¿Invertiste en algo?
—No, sólo en música. No sé a qué más podría dedicarme. Me han propuesto cosas, pero no me interesa. Para invertir hay que estar encima y yo he vivido mucha cosa.
—Cosas que te hicieron ser tu propio productor, ¿no?
—No creo en nadie. Si hay que hacer algo a medias, no lo hago.
—¿Por eso manejás todo vos y no tenés representante?
—Tuve representante al principio, pero me mordió el brazo y se terminó la sociedad. Ahora me manejo con mi vieja, cada uno con su agenda. Tener socio es muy diferente, sobre todo en lo monetario.
—¿Cuánto le debés a “Horas Vacías”?
—Hubo cuatro o cinco canciones antes que hicieron piso, pero “Horas Vacías” me llevó a tocar en lugares donde la música tropical no llegaba. Me acuerdo de un Velódromo lleno de gente cantando rock y después venía Denis a cantar “Horas Vacías”. Me sostuvo en el tiempo y le debo mucho.
—No concebís la vida sin Carnaval, ¿qué te da esa fiesta?
—Primero, descanso mental. Me olvido del laburo de 11 personas que trabajan conmigo, de horarios y agendas. Es mate, termo y disfrutar. La adrenalina que tienen los Zíngaros en el Teatro de Verano es única.
—Este año agradeciste a Zíngaros y sonó a despedida. ¿Qué pasó?
—Nunca dije que me iba. Puse que defendí el conjunto hasta donde pude frente a algunos hechos. Nadie sabe el detrás de escena, cómo se armó el espectáculo. Puse “hasta siempre”, no “hasta nunca”. Se interpretó mal.
—¿Te enojaste?
—Sí, y muchos compañeros también. En la primera y segunda rueda bajé quemadísimo. Hubo malos manejos y permisos que molestaron, aunque si el dueño lo da hay que aceptarlo. A veces la camiseta tira más y molesta cuando decís que algo no está bien y chocás contra el iceberg.
—¿Alguna vez pensaste en armar tu propio conjunto?
—Nunca. Lleva mucho tiempo. Hoy no podría salir en otro conjunto ni competir contra Zíngaros. Si me dan el título, armo todo, pero tener otro conjunto no.
—¿Te queda algún sueño por cumplir?
—No, acá está todo hecho. El techo es corto. Lo difícil es mantenerse tanto tiempo sin perder el rumbo.
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