Cómo La Triple Nelson llegó a grabar su nuevo disco en mítico estudio de Estados Unidos y qué es la libertad hoy

La banda presenta "De amor, de locura y de guerra", uno de los álbumes más importantes de su carrera, en noviembre en el Auditorio del Sodre. De la grabación y más, esta charla con El País.

La Triple Nelson
Rafael Ugo, Christian Cary y Paco Pintos, los integrantes de La Triple Nelson.
Foto: Estefanía Leal / El País

El complejo residencial de estudios de grabación más grande del mundo queda en la mitad del desierto. Para llegar desde Montevideo a la ciudad de Tornillo, Texas, hay que tomar tres aviones, viajar una hora por carretera en medio de la nada, divisar nogales, nogales, nogales, cruzarlos todos hasta finalmente ver una construcción con patio central, como salida de la serie de El Zorro. O por lo menos esa fue la odisea que hizo La Triple Nelson para cumplir su sueño y grabar en Sonic Ranch uno de los discos más importantes de su carrera.

No saben qué pasará con De amor, de locura y de guerra, pero están orgullosos. Sumergidos en una especie de parque de diversiones a su medida, con instrumentos vintage por doquier, alcanzaron un sonido profundo que jamás habían rozado. El del disco que presentarán el 19 de noviembre en el Auditorio del Sodre, en un show especial. Las entradas están en Tickantel; quienes habían adquirido su ticket para el Teatro de Verano, la locación original, tienen tiempo de cambiarlo vía web hasta hoy.

Sobre De amor, de locura y de guerra, Christian Cary, Paco Pintos y Rafael Ugo charlaron con El País. Este es un extracto de esa entrevista.

—Ustedes dicen que este disco “se suena todo”. Sin embargo, es una sonoridad bien distinta a la de otros trabajos de La Triple, con más profundidad. ¿Cómo llegaron ahí?

Christian Cary: Para empezar, por los instrumentos. La mayoría de los músicos soñamos con tocar con instrumentos viejos, y en Sonic Ranch todo era de los 60 o 70. Son instrumentos que ya traen historia, sonidos, son más blandos que los de ahora. Los equipos eran esos que ves en las películas y decís: “Qué lindo alguna vez tener un Fender Showman del 60”. También trabajamos el disco en nuestra sala, aunque parezca un lugar muy chiquito, pero esta vez el sonido se terminó de lograr estando ahí. Cuando pusimos play a la primera grabación, delante de la consola, nos miramos como diciendo: wow, ¿qué pasó acá?

—El sueño del pibe.

Rafael Ugo: Y sin horarios.

Paco Pintos: Yo grabé con un Fender Jazz Bass del 63, que ni bien lo agarré sentí la comodidad, sentí que me iba a llevar bien con él. Aparte, como a nosotros nos gustan nuestros propios instrumentos, esto fue como un salto al vacío sonoro. Así que cuando encontré el bajo me encerré en un cuartito y me puse a tocar, a tratar de acostumbrarme. Y siento que tiene como un dulzor, un sonido muy particular ese instrumento, que no puede haber un pedal que lo emule. Es como tirar una flecha que tiró un neanderthal (se ríen).

Cary: Un día le pregunté a Hernán Calvo: “¿Qué está pasando acá? Esto es algo rarísimo, ¿qué es lo que pasa que sale esto que está saliendo?”. Y me dijo: “¿Sabés lo que pasa? Esto que estamos viviendo. Va más allá de las guitarras, de los equipos, del lugar: es el momento que estamos viviendo, que estamos metidos solo en grabar”. Después queda a criterio de la gente que lo escuche, pero nosotros, que fuimos a decir esas cosas que dicen las canciones, lo logramos.

—Estuvieron varios años fantaseando con grabar en Sonic Ranch, un proyecto que a priori suena carísimo. ¿Cómo lo concretaron?

Cary: Le escribí a Marco, el contacto que aparecía en la página. Y me llama, directamente me llama. Ahí empezó. Nos pasó todos los precios y empezamos a ver que no era tan caro como pensábamos. No tuvimos en cuenta los pasajes (se ríe).

Pintos: Es caro, pero no inaccesible. Y nosotros justo veníamos de la etapa independiente, que hicimos el disco Mi bien y Después del último día. Entonces, volvimos a hablar con nuestros amigos de Montevideo Music Group y en este disco la parte editorial nos pertenece la mitad a cada uno. Aparte cuando nos fuimos del sello no fuimos por voluntad propia, no fue que nos echaron. Simplemente queríamos probar a ver cómo era lo de la independencia…

—Y vino la pandemia.

Pintos: El peor momento para tratar de ser independiente. Es como irse de casa a los 14 años. Pero salió todo bien. Pensamos que valió la pena hacer todo lo que hicimos porque tener un disco así, en nuestro catálogo, nos enorgullece.

La Triple Nelson
La Triple Nelson —Christian Cary, Paco Pintos y Rafael Ugo— en una esquina de Buceo.
Foto: Estefanía Leal / El País

En 2024 charlamos de los 20 años de Seguir mejor y de “No cambia más” como una de las pocas canciones explícitamente críticas en la obra de La Triple. Y este disco trajo “Pandemia de guerra”, que llama la atención por su frontalidad, estética y por el lugar que ocupa Mario Carrero en ella. ¿Sintieron la necesidad de hablar de la guerra en Gaza?

Pintos: Yo entré por esa puerta y Christian me dice: “Tengo estos acordes”, hace así y me da un micrófono. Y ahí nos pusimos a tocar y a grabar. Pero fueron 5 minutos, no sé. Los acordes eran muy pesados y no fue nada planeado. Obviamente que siempre hablábamos de todo lo que se está viviendo en Gaza, nos importaba. Y estuvo bueno marcar una posición. Y nos decían que tenía que haber un rapeo en el medio, algo más moderno… Nosotros habíamos dejado un hueco y no sabíamos para qué. Y de pronto surgió la idea. Estuvo buenísimo porque Mario es un decidor nato. En su boca está la frase: “Todos creen que el cantar es nomás abrir la boca. Pero el cantar tiene sentido y saber cuándo le toca”.

Cary: Hay que decir algo de Mario. Cuando lo invitamos, dijo que sí antes de que le mostráramos la canción. Entonces se la mandamos, nos escribió muy emocionado y nos dijo: “Tengo un texto, pero ya lo había escrito antes”. Lo empezamos a leer y era como que lo hubiera escrito para la canción. Lo único que hicimos fue pedirle que sacara algunas cosas locales de las que hablaba, para que no fuera solo de acá.

—Y en otro extremo está “Módulo lunar”, una de las composiciones más llamativas de la obra de La Triple, una canción muy spinettiana. ¿Cómo se coló en el disco?

Cary: Ese tema fue el último que entró en el disco, el último de todos. No estaba en la lista y un día Paco dijo: “Tengo un tema”. Se lo mandó a Ale (Vázquez, el productor) y dijo: “Este va”. No dio lugar a nada.

Pintos: Faltaban cuatro días para tomarnos el avión... Aparte estaba en un tono como para mi voz, Christian lo subió tres semitonos, y allá lo subió uno más. O sea que todo lo que habíamos hecho acá no sirvió para nada...

Ugo: Paco tiene a Spinetta en la sangre y el tema tiene 700 mil acordes no lógicos, a lo Spinetta. Fue un extra, lo llevamos al estudio con pinzas, no sabíamos qué iba a pasar.

Cary: Y después le escribí un mail a Hugo (Fattoruso) para invitarlo, y nos mandó la grabación y no hubo objeciones. Fue esa. Se mandó una cosa que, si lo escuchás solo, es increíble lo que hizo. Solo un genio en la música puede hacer lo que hizo él.

—En “Carrizo” cantan: “la libertad está en la forma que vos veas”. ¿Qué es la libertad en La Triple hoy?

Cary: Musicalmente es hacer un disco sin tener que mostrarles las canciones a nadie más que a las personas que queremos mostrárselas, sin tener ninguna presión. Seguir haciendo música porque es lo que más amamos. Eso para mí es libertad: seguir diciendo las cosas que queremos decir sin que nadie nos diga nada.

Ugo: Y ahora que un disco lo hacés en un apartamento con máquinas, es no sucumbir a eso y gastar un dineral para ir a un estudio por el gusto de escuchar. Esa es una libertad interna también...

Cary: ¿Sabes cuál es la libertad? La libertad es no ir con la moda. Eso es la libertad.

Ugo: Es la libertad de no ser influido por el afuera o por el éxito que tiene tal cosa que te hace ir atrás de algo que no tiene que ver contigo. Porque al final del día, hacer eso es una trampa al solitario.

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