Alejandro Spuntone: "La comodidad es un lugar peligroso para un artista"

Alejandro Spuntone. Foto: Francisco Flores
Nota Alejandro Spuntone, artista musical uruguayo, en la explanada de la Intendencia de Montevideo, ND 20220302, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

ENTREVISTA

El cantante habla de su rol en "La Voz Uruguay", del show que dará con Mendaro en La Trastienda, el debut de Proyecto Bifröst y la inquietud de componer

Acaba de estrenarse La Voz Uruguay, donde oficia de coach vocal en el equipo de Valeria Lynch. Esta noche se presentará en La Trastienda con Guzmán Mendaro —o sea, el dúo Spuntone - Mendaro— para su último show en Montevideo antes de encerrarse a grabar su cuarto disco (entradas en Abitab). Y el 23 de marzo debuta en vivo con su banda de metal, Proyecto Bifröst, que construyó a distancia entre Montevideo y Berlín con el uruguayo Diego Caetano; el show será en Montevideo Music Box.

Marzo, para Alejandro Spuntone, no tiene respiro.

En un hueco entre las grabaciones de La Voz, que vive con entusiasmo, nervios y ganas de aprender, el cantante conversó con El País sobre televisión, música y su momento.

—Estás en Canal 10, en otro rol más administrativo, hace muchos años, ¿pero qué te interesó de esta propuesta?

—Me pareció re interesante porque si bien en el canal hago algo que me gusta, toda la parte administrativa de producción nacional, es la primera vez que me involucro directamente con esto que me gusta hacer. Es como combinar mis dos trabajos, digamos. Yo los ayudé en el casting, junto con Max Capote; hicimos una pequeña gira (por Salto, Colonia y Maldonado además de Montevideo) y Nacho (Varela, el productor) me propuso esto, y me pareció genial. Yo no soy profesor de canto, pero él quería alguien que, con su experiencia, tratara de ayudar a los participantes. Y salió. Me estoy desdoblando en las dos funciones, hago multiempleo en el mismo lugar.

—Trabajás para el equipo de Valeria Lynch. ¿Ya la conocías?

—No, y es una persona encantadora, divina. Sabe mucho, ha recorrido el mundo entero, ha cantado con artistas increíbles y es muy enriquecedor para mí. Porque es alguien de otro palo, de otro género, pero tiene mil cosas para enseñar. Y es una persona muy generosa en el sentido de compartir. Uno podría pensar a esas grandes estrellas como algo distante, y sin embargo es una más de nosotras, trabaja a la par.

—Venís del rock, un género que suele ver, en este tipo de formatos de concurso como La Voz, un camino que no es válido para ser artista. ¿Cómo te llevás con esa idea?

La Voz es una manera más de mostrar, donde también se valoran cosas que tienen que ver con la producción, con las que a veces no estoy de acuerdo. Pero está buenísimo que se haga un programa donde hay música, que no tiene casi lugar en la tele salvo en las fiestas de fin de año o en ciclos que muestran cosas viejas. Después, los concursos que tienen que ver con lo artístico son siempre discutibles; el carnaval, lo más popular de este país, es un caos de discusión. Pero no hay que ser tan terminante. El rock hoy necesita de la tele para difundir, en su momento fue al revés, y estaría buenísimo que alguna vez hubiera una simbiosis y todo tuviera que ver con la cultura y no con los momentos.

—Pasemos a eso: con Mendaro están a punto de grabar nuevo disco...

—Es el primer disco donde no hay ninguna versión. Vamos 12 años y nos encuentra en un momento de replanteo general del dúo. Llegamos a determinado lugar, ¿y ahora qué? Hagamos cosas nuestras. Cuesta pila porque yo no soy compositor, Guzmán tampoco se dedicaba a componer, pero somos dos tipos muy activos para buscar las cosas. Nos lo proponemos y allá vamos. Ahora Spuntone - Mendaro es un proyecto que dice sus cosas.

—¿Y qué implica eso? Por el éxito impensado que tuvo el dúo desde que surgió, girar definitivamente a la composición propia podría llegar a costarles un público, por ejemplo.

—Es que probablemente sí, pero nunca lo medimos desde ese lado. La comodidad es un lugar peligroso para un artista; volver a repetirse, robarse a sí mismo. Como motor para un proyecto, está bueno tener sus desafíos. Y probablemente pueda pasar eso, que el dúo con sus versiones era donde más convocaba y ahora quizás convoque menos. Pero queríamos hacer otras cosas, empezamos a hacerlas y no salió mal. Seguimos siendo un proyecto que toca mucho, la gente va, nos quiere...

—¿En qué momento el primer repertorio dejó de serles suficiente?

—Cuando arrancó el proyecto en 2010, dije cosas a través de canciones que resignifiqué, junto con las que aportó Guzmán. Ya después no alcanza, la vida continúa y tenés ganas de decir lo tuyo. Y yo trabajé siempre en una banda en la que decía las cosas de otro. Intentaba meter lo mejor de mí para que el compositor hiciera llegar lo que sentía de la meor manera. Pero con Guzmán necesitábamos decir lo nuestro, porque la música exorciza pila de cosas, libera. Y uno va creciendo y pierde determinados filtros, porque no es solo divertimento. La idea es que al que vaya a un show nuestro le pase algo. Que nos aborrezca igual, pero que te genere algo: que te dé la sensación de que estás vivo.

—¿Sentís que tenías que probarte a vos mismo que podías escribir?

—Capaz que inconscientemente sí. Pero en un momento decís: “Ya está, ya canté lo de otro”. De hecho alguna canción que canté de otro, ni siquiera estaba muy de acuerdo con lo que decía, pero iba para adelante porque era el proyecto. Quizás fue un error de mi parte; era muy débil de personalidad. Yo siempre fui, en beneficio de que los proyectos anduvieran, de callarme lo que tenía para decir. Y ahora me encuentro solo y me digo las cosas a mí mismo. Ya pasé la parte de gil de goma de cantar todo lo que me dijeron. Ahora me toca poner la caripela.

"Ya pasé la parte de gil de goma de cantar todo lo que me dijeron. Ahora me toca poner la caripela"

Alejandro Spuntone

—Ahora que pasaron varios años desde el final de La Trampa, ¿seguís reelaborando esa disolución?

—No. Debemos haber pasado todos por lo mismo, el enojo del momento. Pero es algo que recuerdo con mucho cariño, parte de mi historia que no me voy a sacar nunca más. Y ya está. Hice mi análisis de todo lo que pasó y lo que más me quedó son mis propios errores, incluso al final. Y sigue sonando por todos lados, no puedo evitarlo y es parte de lo que soy y del análisis que hago. Y fui yo el culpable, no hubo nadie que me obligara a nada. Quizás ser conciliador me hizo agotar mentalmente en determinado momento. Hoy lo veo con nostalgia muchas veces, porque a quién no le gusta tener una banda que llena estadios. Hoy ando por la vida tratando de juntar 50 o 60 personas en un boliche, pero es más honesto para mí y para la gente también.

—En general has tenido trabajos en paralelo a lo artístico. ¿Hay una decisión de no reclamarle independencia económica a la música?

—De 2006 a 2010 fueron los únicos años en los que me dediqué exclusivamente a la banda, pero cuando se terminó, me quedé sin laburo y empecé a laburar de vuelta y no me cuestioné nada. Y hoy pasa lo mismo. Le dedico un montón de tiempo y energía a la música, pero es mucho más que una cuestión económica. Estamos acá y el éxito en Uruguay es seguir haciendo música, a pesar de todo lo que te toca vivir, que muchas veces es escuchar que viene alguien de afuera y llena lugares, y vos te tenés que romper el lomo para tratar de hacer algo. Pero también hay una parte del músico uruguayo que tiene que dejar de quejarse: es lo que nos toca y hay que seguir haciendo, con la frente en alto.

—Ahora estás a punto de debutar con Proyecto Bifröst, el 23 de marzo en Montevideo Music Box. ¿Qué te da?

—Tiene otra clase de furia. Y creo que entre esos dos proyectos está todo lo que soy yo. Encontré en Diego Caetano alguien con quien lograr hacer esto a distancia, porque vive en Berlín y esta es la tercera vez que nos vemos. Pero ahí me saco las ganas de una música que a mí me encanta, un palo en el que me siento cómodo y en el que también pude escribir un montón de cosas que tenía ganas. Diego es un talento enorme, tocó todos los instrumentos, armó las canciones, grabó, masterizó. Es el motor de Bifröst; yo soy la cara conocida y el que pone la voz.

—Con todo este recorrido, ¿te quedan pendientes musicales?

—En este momento te digo que no. Me da incertidumbre cómo puedo transmitir y escribir mejor... Creo que con estos proyectos y en La Voz estoy aprendiendo todos los días, y quizás es eso. Aprender, seguir aprendiendo y estar abierto a lo que me puedan enseñar pibes más jóvenes, porque nunca hay que perder la humildad. Comerse la pastilla acá te transforma en un viejo de mierda diciéndole a los demás: “En mi época tal cosa y mirá lo que hacés vos ahora”. No. Que haya cosas que no entiendo en materia musical, y no puedo asimilar, es un tema mío. Pero Uruguay es un país en un eterno 24 de agosto, siempre mirando para atrás. Ojalá las nuevas generaciones nos pasen por arriba.

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