GUILLERMO ZAPIOLA
De alguna manera viene a cubrir un bache que duró demasiado tiempo. Acaba de editarse en DVD "Kundun", espectacular biografía del XIV Dalai Lama dirigida por el maestro Martin Scorsese.
Quienes creen que el universo creativo de Martin Scorsese se limita a las pandillas de mafiosos y la violencia en los barrios bajos de Little Italy están profundamente equivocados. A lo largo de una trayectoria de medio siglo, el cineasta ha exhibido una versatilidad que abarca desde las adaptaciones literarias y de época (La edad de la inocencia de Edith Wharton) hasta la comedia surrealista (Después de hora) y un reiterado interés por los grandes creadores de la música popular (The Band en El último rock: Bob Dylan; los Rolling Stones en Shine a Light). Y ha tenido tiempo también de ocuparse de la historia del cine (dos fascinantes documentales, uno sobre cine norteamericano, otro sobre el neorrealismo italiano).
Y también está la religión, o por lo menos la espiritualidad. Alguna vez Scorsese pensó en ser seminarista, aunque como se sabe optó por Hollywood. Y no es difícil sospechar que algunas de sus dudas existenciales fueron transferidas al propio Cristo en, justamente, La última tentación de Cristo, que más allá de lo discutible de su punto de vista, claramente "heterodoxo", no era una mera explotación sensacionalista de su tema sino un intento serio aunque fallido de describir a un Jesucristo "humano".
De ahí esta Kundun que es, también, el intento de acercamiento a un personaje de un considerable peso espiritual. Sólo que el Dalai Lama no es solamente eso, sino también el jefe político de una nación en el exilio, el Tíbet invadido y aún ocupado por los comunistas chinos desde mediados del siglo pasado. Eso explica que un film de Scorsese, con un vasto despliegue de producción, varias candidaturas al Oscar y media docena de premios de asociaciones de críticos norteamericanos en su haber, no haya tenido, prácticamente, distribución mundial.
El gobierno chino no quiso saber nada con un film sobre el Dalai Lama, amenazó a la empresa Touchstone (es decir Disney) con prohibir la difusión de sus películas en China si el film se volvía demasiado notorio, y Kundun prácticamente desapareció durante una década. En el Uruguay no se la exhibió en cine ni llegó en VHS, y a lo sumo se la vio en televisión cable, en un canal de segunda y doblada al español. Merecía mejor suerte.
Porque se trata, realmente, de un film excelente. Y es una pena no poder disfrutarlo en cine, porque es además un cine de "gran pantalla", donde importan el encuadre, el decorado y el color, el manejo del "scope", la imagen de un personaje empequeñecido en medio de un panorama mayor.
A Scorsese no le importa demasiado la política, y sus chinos son villanos de una película de clase B. Pero le importa, y mucho, el retrato de su personaje central, especialmente en su infancia y juventud de individuo inteligente, sumergido de pronto en un universo extraño y misterioso que el film descubre a través de sus ojos. La mirada del Dalai Lama niño y joven es también la mirada interrogativa de la cámara de Martin Scorsese, que logra un film de belleza envolvente y desliza en su entrelínea algunas preguntas sobre las búsquedas de la condición humana.