Hogue habla del libro en el que hace un repaso histórico de los 40 años de la democracia con caricaturas

El artista plástica acaba de publicar "Bichos políticos", un trabajo en el que recopila algunos de sus dibujos para ilustrar una cronología de los hecho políticos de las últimas cuatro décadas

Horacio Guerriero
Horacio Guerriero, Hogue

El artista plástico (y eso incluye su obra pictórica, además, de su faceta más conocida, la de caricaturista, con la que incluso llegó a la televisión) nacido comoHoracio Guerriero pero más conocido como Hogue ha sido testigo, cronista y analista de estos 40 años de democracia desde la tribuna la caricatura en medios de prensa. Muchos de esos trabajos están en Bichos políticos (edición de autor, 1.390 pesos) un “libro de historia” que da contexto periodístico e ilustración a algunos de los hechos políticos más relevantes de las últimas cuatro décadas.

—¿Como surgió un libro como este que se ve ambicioso?

—¿Se ve ambicioso?

—En el sentido de recopilar y contar una historia política del Uruguay a partir de sus dibujos. El porte del libro...

—Es una locura.

—Bueno, ambicioso como sinónimo de locura, entonces.

—La locura es permanente. Tengo que tener un proyecto por año. El año pasado estuve exponiendo en México, Miami y Nueva York en una gira con Zoo, la muestra que acá hice en el museo Zorrilla. El anterior fue un álbum infantil, y antes otros libros. Son proyectos más de satisfacción que económicos y una manera de concretar cosas. El trasfondo de este libro son los 40 años de democracia. Soy contemporáneo y testigo de ese tiempo y tengo mucho material. Luego vino la idea de recopilarlo, porque me interesa tener mi obra reunida: el catálogo o el libro es el ADN del artista; la obra es fugaz Y, por último, intentar no perder plata y si se puede ganar algo, mejor. Como no trabajo con editorial, arranqué desde cero. Pero hay algo aspiracional en tener un producto que sea un ayuda memoria, por ejemplo, para los más jóvenes.

—¿Cómo decidió sumar extractos de medios de la época?

—El 29 de diciembre de 2024 fui a ver a Francisco Vernazza porque es amigo y alguien con quien trabajé muchos años, para pedirle que escribiera el prólogo. Lo que yo quería era hacer un album de imágenes y él me djo que “esto debería tener un texto fáctico”. Y me explotó la cabeza. A partir de ahí comencé a trabajar con el periodista Sergio Israel, que recopiló 10 temas anuales desde 1985. Y yo hice la curaduría: elegí los temas según su importancia. Y ahí me puse a trabajar con intensidad porque había que cubrir 40 años de historia dentro de un formato razonable. Y recorrí cajas y cajas de material que cubrían todo el piso de mi taller.

—¿Tenía de todas las épocas?

—De la vuelta de la democracia no encontré mucho material, así que tuve que recomponer y redibujar. En el libro está marcado lo que es inédito y lo que ya fue publicado.

—¿Qué referentes tuvo?

—A nivel nacional, sin duda, Hermenegildo Sabat. A nivel internacional, me referían mucho David Levine y Brad Holland, gente conceptualmente y técnicamente extraordinaria. También Ralph Steadman, en Inglaterra. Cuando empecé, en 1978, todo era artesanal: se trabajaba con clichés y te pedían no juntar las líneas para que no se empastara el dibujo.

—¿Y cuándo encontró su estilo?

—No sé pero en algún momento pasó. Pero nunca te das cuenta de eso. Es como la terapia.

—¿Cómo ha cambiado su mirada sobre lo político?

—No soy un tipo político: soy un ciudadano promedio, atento e informado a la política como la mayoría de los uruguayos. Y no ha cambiado mucho la cosa. El libro es estilísticamente variopinto y refleja una evolución técnica -del lápiz al digital o a una combinación de ambas- pero lo que no ha cambiado es la manera de razonar mi trabajo. Y siempre busca reflejar lo que la gente ve, no lo que los políticos quieren mostrar.

—Detrás de una caricatura siempre hay una idea.

—Exactamente, esa es la definición pero si además dibujás más o menos bien, idea más dibujo cierra en algo. Si no me aferro a la idea no lo podría hacer.

-Y humor.

-Sin humor, sin sátira, no tiene sentido. Y es un sentido del humor que no es descacharrante, prefiere ser sutil.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar