C.S. Pacat, la escritora que viajó de Australia a Uruguay con novela queer que es best seller

ENTREVISTA

C.S. Pacat no lo puede creer. Desde un hotel en la rambla, mira el cartel de letras corpóreas que dice “Montevideo” como si fuera una señal, un recordatorio de que un día pudo llegar a América Latina con sus libros.

Era, confiesa en una charla con El País, algo que no hubiera soñado “ni en un millón de años” en Australia, la tierra en la que empezó a escribir historias, decidió publicar en internet cansada de las frustraciones, desarrolló esta, su propia fantasía.

Hoy, C.S. Pacat es una de las escritoras populares del boom de la literatura fantástica. Autora de la saga El príncipe cautivo y del cómic Escuela de esgrima (Fences), acaba de escribir tiras de Batman y Superman para DC. Llegó a Montevideo en medio de un tour latino para presentar El rey oscuro, el inicio de su nueva trilogía; edita Urano.

Sorprendida por el recibimiento que tuvo en Chile y Argentina, solo tiene elogios para Uruguay, país del que tenía as referencias gracias a la comunidad desarrollada en Melbourne. Celebra la amabilidad de la gente y la calidad del café, y asegura: “Es mucho más glamoroso en persona”.

La historia de El rey oscuro, pero también la de C.S. Pacat como escritora, está marcada por su identidad queer. “Crecí leyendo un montón de fantasía clásica inglesa —El señor de los anillos, Narnia, The Dark is Rising— y amaba esos libros, los amaba. Pero al mismo tiempo me sentía excluida por ellos. El mundo era siempre igual y el héroe era siempre el mismo, un hombre joven, blanco, heterosexual; y los villanos eran diferentes, extraños, a veces extranjeros, a veces queer. Creo que tenía 15 cuando me di cuenta de que todos los villanos de Disney eran queer: Úrsula, Maléfica, Scar, Jafar. Todos. Y en ese momento no entendía, pero me sentía muy identificada con ellos. Amaba a Sauron de El Señor de los Anillos, a los Slytherins de Harry Potter. Tenía esa sensación de: ‘Denles una chance, capaz pueden hacer algo heroico’. No entendía que lo que estaba sintiendo era: ‘Solo denme una chance, no soy mala persona solo porque soy gay’”.

La pregunta que la perseguía era esta: ¿se puede ser un héroe si todo el mundo te está diciendo que no podés serlo?

Eso impulsó El rey oscuro.

La novela, de época, sigue a Will, un chico de 16 años que quedó huérfano y es perseguido —no sabe por qué— por los hombres que mataron a su madre. Su destino se le revelará en el marco de una cruzada contra el rey del título, cuyo regreso es una amenaza.

Es el primero de tres tomos; el segundo está en desarrollo y, avisa, al menos un capítulo estará escrito en Uruguay.

Antes de sentarse a escribir, la autora pasó 10 años planificando la trilogía. Tolkien estuvo 30 preparando El señor de los anillos; J. K. Rowling pasó nueve preparando Harry Potter. Ese es su gran consuelo.

“Tengo un montón de amigos escritores que, cuando hablan de su escritura, es como subirse a un caballo salvaje que corre hacia algún lugar y los lleva a un buen punto. A mí me gusta entrenar a mi caballo y decirle exactamente a dónde ir (se ríe). Y soy extremadamente exigente con él. No dejo que se salga de la senda”, admite.

La australiana, fanática de Superman y la Mujer Maravilla, a veces extraña el anonimato de sus primeros tiempos, aquella época en la que publicaba con seudónimo en internet —así empezó todo— y mantenía su nombre apartado de su obra.

“Cuando hay un nombre asociado al libro, eso lo cambia todo. Podés escuchar la vocecita en tu hombro: ¿les va a gustar?, ¿qué van a pensar de mí?, ¿esto es comercial? Extraño la libertad, la loca y salvaje libertad de internet, pero al mismo tiempo estoy muy agradecida de haber tenido esa experiencia porque puedo retrotraerme a ese momento, silenciar las voces y tratar de ser ahora tan libre como antes. Pero es difícil”.

Dice que recibió la negativa de al menos 100 agentes antes de llegar al mundo de las editoriales, y que incluso escuchó que no había mercado para un libro como el suyo: El príncipe cautivo, el que abrió todo. Sería un best seller, porque no solo había un mercado, sino que estaba hambriento.

Ahora que recorre América Latina y recibe la efusividad de sus lectores, reflexiona: “Yo tuve una niñez muy solitaria y recuerdo ese sentimiento de encontrar un libro y por primera vez poder verte; el libro se convertía en un amigo que te entendía cuando nadie más podía hacerlo. Si nada en la cultura te refleja, entonces sentís que hay algo mal contigo, que no encajás, que sos el monstruo. Recuerdo esa sensación, con Entrevista con el vampiro, y lo importante que fue conectar con una versión de mi misma. Y cuando hablo con lectores que tuvieron una experiencia de ese tipo con alguno de mis libros, me siento muy movilizada. Esa es la razón por la que escribo: quiero darle eso a alguien más”.