La despedida de una vieja estrella

| El actor murió en Las Vegas a la edad de 85 años

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GUILLERMO ZAPIOLA

Su biografía podría titularse "La estrella que no llegó", o "El actor dramático que pudo ser". La historia de Tony Curtis, fallecido el miércoles en Las Vegas, es la de un talento que se fue apagando sin mostrar casi nunca su verdadero potencial.

Tenía ochenta y cinco años, estaba inmovilizado en una silla de ruedas desde hacía ya tiempo, y una falla cardíaca terminó con su vida. Hacía mucho tiempo que había dejado de ser el galán acrobático, el comediante y hasta el ocasionalmente intenso actor dramático que demostró ser, sobre todo, en la década del cincuenta y tempranos sesenta. Luego comenzó su larga decadencia, aunque siguió trabajando hasta el 2008 y deja una filmografía de más de cien títulos.

Nacido en el Bronx, Nueva York en 1925, en el seno de una familia de judíos húngaros (su verdadero apellido era Bernard Schwartz), se ha dicho que su niñez fue la de un personaje de Dickens. Su padre operaba una modesta sastrería de barrio pobre, su madre padecía esquizofrenia, y uno de sus hermanos, Robert, también heredó la enfermedad. En 1933, en tiempos de la Gran Depresión, los padres decidieron que no podían mantener a sus hijos y los entregaron a una institución estatal. Cuando salió de allí y volvió a su barrio debió arreglárselas para sobrevivir, integró una pandilla y enfrentó hostilidades judeófobas. En esa misma época (1938) su otro hermano, Julius, murió en un accidente de tránsito.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el futuro actor sirvió en la Armada, integrando la tripulación de un submarino, y asistió a la ceremonia de rendición de Japón al finalizar la contienda.

COMIENZOS. De vuelta a los Estados Unidos se interesó en la actuación, estudió con el legendario director teatral alemán de izquierda Erwin Piscator, y en uno de esos talleres conoció a otro joven muy prometedor llamado Walter Matthau. Hizo en teatro algunas cosas menores, hasta que en 1949 llamó la atención de una encargada de `casting` de Hollywood y consiguió un contrato en la empresa Universal.

Por cierto, lo primero que Hollywood vio en él, tras rebautizarlo "Anthony" Curtis (el Tony vendría un poco después) fue a un joven buen mozo, que primero realizó labores secundarias en films negros (Sin ley y sin alma, 1949, de Robert Siodmak, con Burt Lancaster) y hasta comedias de la mula parlante Francis. Luego saltó a primeros papeles en films de género, desde aventuras legendarias o de época (El hijo de Alí Babá, 1952, de Kurt Neuman; El escudo negro, 1954, de Rudolph Maté) a otras comedias y otros melodramas. En esa época estaba casado con Janet Leigh, con quien tuvo dos hijas (una es Jamie Lee Curtis). Formaban lo que nuestras mamás llamaban "una linda pareja".

Fue sin embargo a mediados de la década del cincuenta cuando comenzó a obtener papeles más sustanciosos. En 1956 protagonizó junto a Burt Lancaster y Gina Lollobrigida el taquillero melodrama circense Trapecio, producido por la empresa de Lancaster y dirigido por el maestro británico Carol Reed.

Lancaster le ofreció igualmente como productor uno de sus primeros papeles "atípicos" (es decir, serios y con una cuota de peso dramático) en La mentira maldita (1957), un alegato contra el periodismo deshonesto basado en una pieza de Clifford Odets y dirigido por Alexander Mackendrick, donde operaba como frustrada "voz de la conciencia" del corrupto colega interpretado por el propio Lancaster.

A esas alturas, Curtis era percibido ya como un valor comercial seguro, y se lo pudo ver en otras producciones ambiciosas. Proporcionó la contrafigura de Kirk Douglas en el espectáculo épico Los vikings (1957), donde ambos interpretaban a dos hermanastros que se disputaban a la dama de turno (Janet Leigh, casualmente). Douglas, también productor, volvió a reclutarlo para Espartaco (1960).

COMEDIANTE. En 1958, Curtis obtuvo una candidatura al Oscar por otra labor "seria": la del racista que escapaba junto a Sidney Poitier en Fuga en cadenas de Stanley Kramer. Sin embargo, el mayor éxito de su carrera vendría un poco después, cuando el gran Billy Wilder lo reunió con Jack Lemmon, lo vistió de mujer y lo hizo enamorarse de Marilyn Monroe (también tuvo que imitar a Cary Grant) en Una Eva y dos Adanes (1959).

Fue, probablemente, bueno y malo a la vez, porque encasilló a Curtis en la comedia y casi no pudo salir de ahí. El especialista en el género Blake Edwards lo había probado previamente en Los amores de Mr. Cory (1957), y luego apeló reiteradamente a él (Yo y ellas en París, 1958; Sirenas y tiburones, 1959; La carrera del siglo, 1965).

El problema con las comedias comenzó cuando los directores empezaron a ser gente como Norman Jewison, John Rich o todavía menos, y cuando los años fueron socavando la apostura del galán. Volvió a intentar el drama (El último héroe, 1961; El estrangulador de Boston, 1968, donde estaba realmente muy bien), pero la taquilla no respondió.

Siguió haciendo cosas menores, actuó en televisión en las series The persuaders (con Roger Moore, llamada en América Latina Dos tipos audaces) y McCoy, se dedicó a la pintura, y en los ratos libres tuvo tiempo de casarse con Janet Leigh, Christine Kaufman, Leslie Allen, Andrea Savio, Lisa Deutsch y Jill Vandenberg. Se divorció de todas esas mujeres excepto la última, que acaba de convertirse en su viuda.

Cuatro etapas de una carrera

El gran Houdini

1953

Una biografía bastante ficcionalizada (y muy hollywoodense) del famoso escapista. Colorida y romántica, con Janet Leigh como dama joven.

Trapecio

1956

Melodrama circense, con triángulo amoroso en el aire, más Lancaster y Curtis disputándose el amor de Gina y arriesgando la vida. Más vistosa que importante.

Una Eva y dos Adanes

1959

Una de las grandes comedias de todos los tiempos. La masacre de San Valentín, y dos testigos (Curtis y Lem- mon) que se ocultan en una orquesta de señoritas.

El estrangulador de Boston

1968

Curtis se esforzó realmente en conseguir el papel de un asesino psicópata en este film de Richard Flesicher. Su labor fue excelente (el film no tanto), y la taquilla no respondió.

Jurado de concurso de belleza en Punta

Una leyenda local sostiene que todo famoso estuvo una u otra vez en Punta del Este. Y por lo menos, cuando estuvo, Tony Curtis hizo algo más que mero turismo. También participó en el jurado de una de las ediciones de la elección de la Reina de Punta del Este, un papel que esa u otras veces jugaron también gente como Mirtha Legrand, Julio Iglesias o la ubicua Laetitia D`Arenberg. A esas alturas, Curtis era ya una leyenda del cine pero también una figura del pasado, que habló de su pasión por la pintura, posó para los fotógrafos y recordó los viejos tiempos. No había abandonado del todo la actuación, sin embargo. Llegó a aparecer, brevemente, en el capítulo especial de CSI que dirigió Quentin Tarantino.

Roger Moore afirma que va a extrañar a su colega fallecido

El actor británico Roger Moore, famoso por su encarnación televisiva del personaje Simón "El Santo" Templar, y que fue reitera- damente James Bond 007 luego de que Sean Connery dejara el papel, lamentó la muerte de su colega Tony Curtis, junto al cual actuara en la serie televisiva Dos tipos audaces (The persuaders) en la década del setenta.

Dos tipos audaces se centraba en dos amigos, uno británico (Moore), el otro norteamericano (Curtis) que vivían diversas aventuras, generalmente con un sesgo policial salpicado de comedia. En declaraciones a la televisión británica, Moore afirmó que echaría de menos a Curtis, y que recuerda con particular agrado los tiempos en que trabajaron juntos. "Nos reímos mucho durante unos quince meses", afirmó.

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