Matías Castro
El primer tramo de la película podría despertar reacciones encontradas ante el público. Por un lado podría fascinar a quienes se conmuevan habitualmente por el cine minimalista, que usa el mínimo posible de diálogos, se juega más a los climas y a tiempos cinematográficos extendidos. Es ese cine que, supuestamente, no subestima al espectador. Por otro lado podría provocar rechazo entre quienes estén cansados de las películas de ese tipo, que, a cierta altura, parecen hechas para cosechar premios en festivales y darle a los directores prestigio como "artistas".
El desarrollo de la historia va un poco más allá. La intriga se desata en los primeros veinte minutos, siempre con tratamiento minimalista, por supuesto, apenas con las explicaciones mínimas. Una interesante banda de sonido (conviene verla en un buen cine o, el día que esté en DVD, con un buen home theatre) contribuye a generar una atmósfera de inquietud bastante perturbadora, aunque no apunta a ser del estilo David Lynch.
Es cierto que la directora Sandra Gugliotta maneja los códigos del reciente cine "respetable" del Río de la Plata, aunque se la juega un poquitito más. Hay largos silencios, muchas esperas, tiempos de tensión en los que no ocurre gran cosa. Pero la fotografía de contrastes altos, la historia (que si bien es simple, engancha) y la banda de sonido, aportan un componente extra que le da personalidad al trabajo. Y tiene la virtud de ser un film corto y concreto, mérito que no es de despreciar.
Las vidas posibles
Ficha
Argentina 2008. Dirección: Sandra Gugliotta. Guión: Sandra Gugliotta, Pablo Fendrik. Fotografía: Lucio Bonelli. Dirección de Arte: Fabiana Piotti. Elenco: Germán Palacios, Ana Celentano, Natalia Oreiro, Marina Glezer.
Atención a...
La actuación de Natalia Oreiro, sobria, casi escondida. Sorprendentemente diferente a lo que suele hacer. La directora sabe crear un buen clima de incomodidad que hasta puede exasperar al espectador, en el momento en que la protagonista da con su esposo perdido pero en ningún momento le plantea lo que le ocurre. Es un juego que parece ser intencional y que provoca sin grandilocuencias.