"El cuervo" levanta vuelo en otra película

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Es casi seguro que Edgar Allan Poe no descansa tranquilamente en la tumba de Baltimore que lo reclamó cuando tenía 40 años, en 1949. En los cuentos y poemas que lo hicieron famoso algo sigue viviendo, no siempre felizmente.

Poe murió casi medio siglo antes de la invención del cine, pero las películas conocen un alma gemela cuando la ven, y comenzaron casi inmediatamente a agitar sus cenizas y hacer crujir sus huesos. David W. Griffith realizó en 1909 un corto titulado Edgar Allan Poe, en la que el escritor compone El cuervo mientras su esposa agoniza, y cinco años después el gran director realizó un largometraje, La conciencia vengadora, libremente inspirada en el cuento El corazón delator.

La obra de Poe, violenta, terrorífica, romántica y muy personal, parecía entonces hecha para el cine, y lo sigue pareciendo. Los tiempos han cambiado, pero la fascinación de los cineastas por su arte salvaje y basado en las sensaciones parece destinado a perdurar.

El cuervo de James McTeigue es, según el sitio web Internet Movie Database, el título número 241 de Poe adaptado, aunque sea vagamente, por el cine o la televisión. Esta última película presenta al propio escritor (John Cusack), pocos días antes de su muerte, persiguiendo a un asesino serial cuyos métodos se inspiran en sus historias. Los lectores de Poe reconocerán temas de Doble asesinato en la calle Morgue, El tonel de Amontillado, El extraño caso del señor Valdemar, El entierro prematuro y muchos otros.

No es fácil llevar a la imagen el lenguaje de Poe

Como las circunstancias precisas de la muerte de Poe han estado siempre envueltas en el misterio, los realizadores de El cuervo tienen un margen para especular. El cuervo imagina un final lleno de acción para una vida que fue, en realidad, más bien triste y sedentaria: la existencia de un escritor que vivió más en su mente que en el mundo real, y que nun- ca tuvo suficiente dinero ni muchas oportunidades para el heroísmo.

Contar historias sobre creadores de historias es siempre una empresa arriesgada, pero fantasear sobre escritores favoritos no es nada nuevo. Y aunque la anécdota de la película no tiene la menor relación con el taciturno, memorablemente inquietante poema cuyo nombre comparte, no es tampoco nada nuevo en la larga historia del cine de Poe; una gran mayoría de la películas presuntamente basadas en su obra han tenido conexiones muy tenues con sus fuentes. Oscilan y vacilan como apariciones, inseguras de dónde están y cómo llegaron ahí.

Probablemente las más conocidas películas de Poe son las ocho adaptaciones de bajo presupuesto dirigidas por Roger Corman entre 1960 y 1964. Todas menos una fueron protagonizadas por Vincent Price, a menudo acompañado por otros intérpretes de carácter veteranos como Peter Lorre, Basil Rathbone y Boris Karloff. Los elencos daban a las películas el aire de decrepitud de un castillo arruinado, pero incluso cuando Corman era razonablemente fiel a las historias el ritmo parecía con frecuencia equivocado, demasiado estático y deliberado para el veloz estilo narrativo que hace de la lectura de los cuentos de Poe una experiencia intensa y perturbadora.

Ese defecto no es solo de Corman. La obra de Poe, llena de asesinatos, locura, fantasmas y pasión febril, es irresistible para los cineastas debido a su arriesgada imaginería y su poderoso impacto emocional. Pero pese a esas sensacionales calidades, Poe no es tan cinematográfico como sus relatos sugieren. El mayor problema es que escribió casi exclusivamente historias cortas, y sus efectos son altamente concentrados, como tragos de un buen whisky (en su vida y en su arte, no era ciertamente hombre de diluir sus libaciones).

PROBLEMAS. Diluida, una historia pesadillesca como La máscara de la Muerte Roja puede lucir tonta, y eso es mortal para una historia fantástica. Cuando la suspensión de la incredulidad del público se debilita, el juego termina. Por eso, casi toda película de largometraje sobre Poe, no importa cuán inteligentemente trate de expandir, embellecer o atenuar el original, está condenada, si no al desastre, al menos a acercarse peligrosamente a él.

La conciencia vengadora es sorprendentemente efectiva, a pesar del abismo que separa la mórbida, decadente sensibilidad de Poe del serio humanismo de Griffith, porque Griffith ni siquiera intenta recrear la atmósfera gótica de El corazón delator. Solo toma el concepto central de la historia (un hombre muerto, con su corazón aparentemente todavía latiendo, es enterrado bajo el piso de la habitación de su asesino) y lo utiliza como símbolo del sentido de culpa del criminal.

Poe también lo hacía, por supuesto, pero estaba mucho más interesado en el fenómeno de la creciente locura del asesino. La conciencia vengadora no se siente realmente como una historia de horror, y de alguna extraña manera eso funciona en su favor. Griffith la trata como un drama moral, y por eso el film es más convincente que muchas películas que intentan, e inevitablemente no logran, resaltar el horror del más espeluznante de los escritores que haya existido. La mayoría de los cineastas, simplemente, no compite.

Dario Argento, uno de los pocos cuya sensibilidad está todo lo cerca que se pueda de la desagradable imaginación de Poe, se acercó a la obra del maestro en una peculiar película titulada Two Evil Eyes (1990), que consiste en una versión de El extraño caso del señor Valdemar dirigida por George A. Romero, y de El gato negro dirigida por el propio Argento. La mirada de Argento es, de lejos, la más perversa de las dos.

AMBIENTE. La imaginación de Poe siempre se sintió más en su casa en el Viejo Mundo que en el Nuevo. Lo atraían profundamente las personas y las cosas en proceso de declinación, muriendo, disolviéndose en la historia, como él mismo, en el momento de su muerte en un hospital de Baltimore, pudo creer que estaba borrándose de las memorias. Pudo morir más confortablemente entre las ruinas de una mansión como la de Roderick Usher, evocada líricamente por el director francés Jean Epstein en su film mudo La caída de la casa Usher. Las habitaciones son amplias y los personajes las recorren lánguidamente, sabiendo que son el final de una cadena familiar, que pronto desaparecerá todo su mundo tenue, casi irreal.

Poe está casi presente en la película de Epstein, y acaso más en una versión más breve realizada medio siglo después por el notable animador checo Jan Svankmajer. En el film de Svankmajer (1980), de 15 minutos de duración, no hay seres humanos, solamente una casa que luce como muerta, poco amueblada, y que se alza en un paisaje que parece hundirse.

Las palabras de Poe, leídas rápidamente en la banda sonora, llenan los espacios vacíos con algo que se siente imposiblemente vivo. El tiempo de la película es insistente y aparentemente imposible de detener, lo que hace de ella lo más inquietante que se haya hecho con Poe en el cine. El ritmo es enloquecedor e inconfundible. Es el golpeteo de un abominable corazón.

APENAS CUATRO DE 241 VERSIONES EN CINE Y TELEVISIÓN

La caída de la casa Usher

1928

La casi vanguardista adaptación de Poe del francés Jean Epstein. Muchos de sus recursos, originales, entonces, serían copiados largamente.

Obras maestras del terror

1960

Cuatro cuentos de Poe, protagonizados por Narciso Ibáñez Menta y nominalmente dirigidos por Enrique Carreras (Ibáñez ayudó sin duda).

Máscara de la Muerte Roja

1964

Probablemente el mejor Poe cinematográfico de Roger Corman, con Vincent Price. Algunas ideas están copiadas empero de Bergman.

Historias prohibidas

1967

Tres historias de Poe a cargo, respectivamente, de Roger Vadim, Louis Malle y Federico Fellini. Las dos primeras son patéticas, Fellini tiene algo.

Poe según "il maestro" Argento

En "El gato negro" de Dario Argento, como en el original de Poe, un hombre mata a su esposa y la empareda sin quererlo con su gato al que odia. Argento traslada la acción a tiempo contemporáneo, salpica el relato con alusiones a Poe, e introduce una secuencia onírica en la que aparecen unas brujas semidesnudas.

Y, sin embargo, su adaptación es un modelo de fidelidad, porque su sedoso, enérgico estilo capta a Poe mejor que muchos otros, y el tono de su film es apropiadamente turbio y sinuoso. El asesino, incluso, posee un retrato de Charles Baudelaire, que fue el primer promotor de Poe en Europa. Buen cineasta europeo, Argento se preocupa menos que los norteamericanos al mostrar la belleza de la decadencia y la muerte.

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