El comienzo del cine sonoro

H. A. T.

El cine sonoro existió desde 1923, con los cortos de Lee De Forest, pero el mundo cree que comenzó en 1927, con The Jazz Singer (El cantor del jazz). Su historia fue realmente complicada, tras los inventos de la fotografía (1839), el fonógrafo (1877) y el cine mismo (1893). Al comienzo del siglo XX, con el cine ya en funciones, muchos ingenieros y técnicos se empeñaron en mejorarlo, para darle sonido, relieve o color, con amplias avenidas de experimentación que necesitaron libros separados para sus descripciones. En cuanto al sonido, casi todo está dicho en The Birth of the Talkies (Indiana University Press, 1975) por Harry M. Geduld. Allí abundan los nombres alemanes, franceses, ingleses y americanos para narrar los intentos de combinar imagen y sonido. Todos esos experimentos abundaron en fracasos y en éxitos sólo parciales, porque no llegaron a la etapa industrial. Hoy son una lista de patentes.

El mejor de esos experimentos fue el de Lee De Forest (1873-1961), un apasionado de la mecánica y de la electricidad. En 1907 había creado el tubo Audion, una válvula electrónica y receptora de ondas que fue decisiva para el desarrollo de la radio y después para la televisión. Hacia 1920 el llamado Padre de la Radio comenzó a experimentar un sistema de grabar, reproducir y ampliar el sonido en la banda de celuloide, para llegar al público de una sala de espectáculos. En su sencilla explicación, el sistema era transformar las ondas de sonido en ondas eléctricas y éstas en ondas de luz, que se podían grabar en el celuloide, como franja paralela a la imagen. En 1923 De Forest inició una pequeña industria con su sistema Phonofilm, que llegaría en 1927 al centenar de títulos, hoy depositados en la Biblioteca del Congreso.

De Forest no consiguió vender su sistema a las empresas mayores de Hollywood. Esa resistencia era explicable, porque el nuevo cine sonoro suponía grandes cambios en el sistema de rodaje, estudios más amplios para la filmación (con protección para sonidos intrusos) y especialmente otros cambios en todas las salas exhibidoras, o sea un plan desmesurado. Tampoco tuvo suerte con sus colegas Theodore W. Case y E.I. Sponable, que aprovecharon algunas de sus ideas para crear otro sistema de sonido en el celuloide, que vendieron a la Fox y que finalmente se llamó Movietone. En defensa de sus patentes, De Forest se vio envuelto en costosos pleitos, incluyendo entre sus adversarios a la Western Electric y a los representantes del sistema alemán TriErgon.

Paralelamente surgían otros competidores. En la Universidad de Yale y en 1922 se realizaban los primeros experimentos de sincronización entre el fonógrafo y una película. Después, los ingenieros de la compañía Bell y los de la Western Electric avanzaban en un sistema de grabación eléctrica de música que sería un enorme progreso para la industria del fonógrafo. Su paso siguiente sería grabar en discos la banda sonora de las películas. Pero surgían dificultades técnicas. Había que igualar las velocidades para imagen y sonido, así como grabar discos de diez minutos para ajustarlos al rollo normal de celuloide.

El punto interesó al ingeniero Benjamin Levinson de la Western Electric, que estaba instalando una nueva estación de radio para Warner Brothers, empresa en expansión. El entusiasmo de Levinson pasó a Sam Warner y de éste a sus hermanos Jack, Harry y Albert. Tras el acuerdo entre Western Electric y los hermanos Warner, nació la Vitaphone Company. Su primer paso fue colocar una banda musical tras las imágenes de Don Juan (dir. Alan Crosland, con John Barrymore) que se estrenó en agosto 1926. El segundo paso fue El cantor del jazz, que en octubre 1927 figuró como el comienzo del cine sonoro, despreciando así los anteriores cortos de Lee De Forest (1923-1927). El sistema Vitaphone (sonido en discos) fue pronto abandonado a favor del Movietone que propuso la Fox (sonido en el celuloide) y que fue gradualmente aceptado por todo Hollywood. El cambio era previsible, porque los discos son frágiles y porque pierden rápidamente la sincronización con la imagen. Y si por azar o por censura se cortaba un fragmento de la película, no era posible cortar el sonido respectivo en el disco. Ese fue apenas el comienzo de los problemas para el nuevo cine sonoro, que son otra historia.

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