GUSTAVO LABORDE
En un momento en el que la confrontación religiosa tiene en jaque al mundo, en Uruguay se realiza un emprendimiento que milita en el sentido contrario. Se trata de dos exposiciones que, apelando a valores fraternos, busca tender puentes entre universos en apariencia divorciados.
El próximo miércoles se inaugura Pertenencias: formas de creer/crear, una exposición doble que tendrá lugar en el Museo de Arte Contemporáneo de El País y en el Centro Municipal de Exposiciones del Subte. Esta muestra reúne a 84 creadores uruguayos que en más de 350 obras realizadas en diversas técnicas y lenguajes abordan, desde ópticas personales y contemporáneas, la iconografía judía y cristiana.
La muestra es resultado de un singular proyecto curatorial que Alicia Haber (crítica de arte en El País) le planteó a varios realizadores uruguayos en la que la propuesta cardinal fue abordar la temática sin ninguna clase de dogmas. La curadora propuso, además, esa ausencia de ortodoxia en un doble sentido. Por un lado, sin importar si los creadores participaban de algún credo religioso o si observaban los ritos judíos o cristianos. Por el otro, la propuesta fue abierta a creadores en el sentido más amplio de la palabra, es decir, sin atender a la opinable dicotomía que separa a los artistas de los artesanos. De esa forma, un mismo espíritu alienta la iniciativa de Haber: tanto en forma como en contenido, cada uno de los artistas tuvo la posibilidad de acercarse al hecho creativo desde una perspectiva personal y libre de toda atadura.
La misma crítica explica en su texto curatorial el alcance de su proyecto. "El tema se planteó a los artistas como propuesta de investigación y no como propuesta religiosa",
dice. "Este es un proyecto en el que lo religioso puede estar presente para quien sea creyente o practicante, pero también sirve para todo aquel que quiera rescatar tradiciones familiares y propias o simplemente conocer al Otro. No hubo dogmas ni planteos teológicos. Quienes quisieron acudir a fuentes judías pudieron hacerlo. Quienes quisieron acudir a fuentes cristianas pudieron hacerlo".
Sólo algunas palabras que expresan conceptos y valores éticos sirvieron de estímulo para los creadores. Así, la curadora propuso trabajar a partir de ideas como tolerancia, respeto, memoria, innovación, apertura, identidad, otredad, diálogo, pertenencia o resemantización de lo ancestral, entre otros conceptos sirvieron de base para los artistas que toman de esta muestra doble.
Si bien el judaísmo y el cristianismo son dos de las grandes religiones universales (ambas nutridas en una tradición común, ambas monoteístas, ambas mesiánicas, ambas nacidas en el desierto), la propuesta que da lugar a esta muestra ecuménica tuvo la intención de abordar la iconografía judeo cristiana desde la encrucijada que determinan los parámetros de tiempo y lugar. Esto es, desde una visión contemporánea y uruguaya. Según cuenta Haber, a lo largo del diálogo que precedió a estas dos exposiciones se consideró el entorno cultural dentro del cual se creaba y se enfatizó que la muestra fuera abordada a la uruguaya. "Si bien se parte de un respeto a la memoria y a la continuidad, se estimula la expresión artística contemporánea y la necesidad de desarrollar nuevos lenguajes. La propuesta es incitar la interpretación subjetiva. En ningún momento se impusieron códigos fijos sino que, por el contrario, se solicitaron especialmente aperturas a nuevas posibilidades visuales, para acicatear la creatividad, la innovación, la expresión idiosincrásica, la capacidad de establecer contrastes con el pasado", señala. "Variedad estética y libertad creativa son finalidades esenciales en este proyecto, por lo que se estimuló a los artistas en las novedades en el diseño y en las técnicas. Se los impulsó a abordar una amplia diversidad de actitudes", agrega.
Entre los 84 participantes cabe mencionar a creadores como Wifredo Díaz Valdéz, Agueda Dicancro, Andrea Filkenstein, Nora Kimelman, Daniel Escardó, Olga Pareja, Ricardo Pascale, Julio Testoni, José Pelayo, Nelson Ramos, Margaret Whyte y Jaime Nowinisky, entre muchos otros.
MIRADAS. El crítico Alfredo Torres desglosa tres grandes virtudes de esta exposición inusual por donde se la mire. Para Torres el conjunto de piezas tiene una primera virtud. "Borrar jerarquías envejecidas, reclamar el rasgo común de una belleza a la que se accede por lo poético, por lo sedoso, por lo áspero, por lo lúdico o por lo despojado. Importa precisar a qué código de belleza se está aludiendo. Son objetos, a veces, hermosos, seductores, habitados por una belleza conmovedora, germinada en una fuerte sensibilidad; una belleza que no cede a las comodidades de lo trivial, de lo publicitario, ni tampoco a la vulgaridad del objeto de bazar, a los intentos intelectuales de sacralizar el objeto kitsch; una belleza que busca nacer en lo entrañable, fundarse en un sereno y nada ostentoso refinamiento del diseño", opina el experto.
Y señala una segunda virtud que emana de este conjunto de objetos de cuño religioso que, apunta, seguramente "está originada en las pautas del guión curatorial" que supuso un diálogo de casi un año entre artistas y curadora. "Como en todo conjunto de productos artísticos hay, según cada espectador, obras que cautivan más y obras que cautivan menos. Sin embargo, todas se presentan a partir de un grado de calidad tan sorprendente como estimable. Virtud doblemente apreciada, dadas las arduas implicancias del desafío".
En tercer lugar el crítico elogia que los artistas hayan creado objetos "escapando al estereotipo, a los facilismos del cliché, al mimetismo, lo que no es tarea fácil; concretar una cruz o una estrella de David, un retablo o una mezuzá y evitar el lugar común, el dejarse llevar por el parecido con ilustres ejemplos precedentes, menos fácil aún".
Disolviendo las fronteras creativas
Este encuentro artístico que no reconoce fronteras entre artistas con mayúsculas y artesanos con minúscula continúa deliberadamente una concepción artística que en Uruguay tuvieron dos de sus más grandes creadores: Figari y Torres García. El primero desde la Escuela de Artes y Oficios y el segundo desde su Taller propusieron disolver las caprichosas fronteras que compartimentan el hecho creativo.
En ese sentido, Olga Larnaudie, traza en el catálogo de la muestra un recuento histórico de muestras que han matrimoniado el arte con la artesanía, dos áreas en permanente dinámica y retroalimetación. En esta misma muestra participan artistas como Díaz Valdez y Dicancro, que del origen artesanal y sin abandonarlo nunca llevaron sus creaciones al campo artístico.
Larnaudie destaca, entre otros jalones, el concurso que en 1962 María Luisa Torrens organizó en el Centro de Artes y Letras del diario El País en el que fueron premiados Carrozzino y Capozzoli. También menciona la labor desarrollada por el gran Ernesto Aroztegui, impulsor decisivo del arte textil en Uruguay. Tampoco olvida la incidencia de las tres ediciones de la Bienal del Objeto Artesanal (1997, 2000, 2002).
A modo de reflexión final, Larnaudie se pliega a los objetivos de Haber. "Me importa coincidir con el objetivo de crear nuevas alternativas para el usuario; de abrir otras posibilidades de un encuentro entre hacedores y potenciales usuarios, en un país donde no está resuelto el tema de reunir la oferta —real o potencial, generable como en este caso— con la demanda de los residentes y del turista", señala Larnaudie.