HUGO GARCIA ROBLES
Las Columnas
La tarea cumplida por Martínez Carril y la Cinemateca Uruguaya tienen un peso histórico que ha logrado, aparentemente, el eco oficial que merece, ante las dificultades que han sido noticia en los últimos días.
La Institución se manejó por décadas con sus propios recursos y de pronto, la crisis de la región que golpeó a todo el país, ha puesto su vida en peligro. En realidad, el tesoro que ha conservado constituye un fondo cultural de invalorable alcance. Se ha hecho acreedor del auxilio anunciado para salvar un conjunto de bienes único en términos internacionales.
Todos sabemos que conservar, el arte de evitar que el tiempo se lleve lo valioso, es caro y difícil. Supone condiciones de almacenamiento especiales, espacio y cuidado permanente, con reciclado y movilización periódica de lo atesorado. Estas elementales medidas son la clave de lo museos y los archivos, como el quizá olvidado y perdido Archivo de la Palabra, del antiguo SODRE, que guardaba, las voces de Zorrilla de San Martín, Vasseur, Unamuno, Churchill, para citar ejemplos al azar.
Pero en el caso de la Cinemateca, además del tesoro de las imágenes que son su arista esencial, atesora también la música, por lo menos a partir del cine sonoro. La banda sonora de muchos filmes, como es el caso que gobernó el genio de Eisentein y Prokofiev juntos, concilia imagen y sonido en un solo movimiento. ¿Cómo olvidar la partitura de "Alejandro Nevsky" y su dramática tensión en la impresionante escena de la batalla sobre el hielo?
Es verdad que la partitura existe por sí misma y que numerosas grabaciones la conservan al alcance de todo melómano. Pero no cabe duda, tampoco, que el efecto de escucharla concertada con las imágenes, respeta el origen y suma los valores de lo visual y lo auditivo.
Este ejemplo elegido al azar, podría multiplicarse con otros, ya que la fuerza del cine hace que las melodías y acordes nacidos para acompañar a la pantalla, se fijen en la memoria con particular fuerza. Cantando en la lluvia, enlazando el baile de Gene Kelly con la música o Un americano en París, con el genio de Gershwin sonando o las canciones de Prevert y Kosma en los Visitantes de la noche. Otro tanto en A la hora señalada, con la voz de Frankie Laine en Do not forsake oh my darling o la melodía popular de Oh my darling Clementine en La pasión de los fuertes.
La lista de ejemplos podría ser infinita, ilustrando como una melodía se asocia desde el tímpano a la presencia de la imagen, en un juego de correspondencias irresistible. El tercer hombre y la cítara de Anton Karas.
Salvar la Cinemateca Uruguaya es obra de justicia y reconocimiento a los dirigidos por Manuel Carril que han salvaguardado con pasión y rigor un capítulo fundamental de la cultura.