De músicos y de nazis

En 1915, a los 49 años, el músico alemán Wilhelm Furtwngler fue designado director de la Opera de Mannheim. En 1922 ascendió a director de la Filarmónica de Berlín, puesto que mantuvo hasta 1945. Para su desgracia, entre sus mayores admiradores figuraron Adolf Hitler, Josef Goebbels y Herman Goering. Como músico, gracias a sus discos, Furtwngler gozaba de un reconocimiento nacional y universal por sus versiones de Beethoven, Brahms y Wagner. Como alemán, y sin ser miembro del Partido Nacional Socialista, fue un hombre favorito del régimen, aunque el oficialismo le reprochaba su defensa del proscrito compositor Paul Hindemith. Cuando terminó la guerra en 1945, los Aliados quisieron saber hasta dónde Furtwngler había sido nazi y con qué fundamentos se le podría encarcelar.

Medio siglo después, el interrogatorio de esa investigación fue reconstruido por el dramaturgo inglés Ronald Harwood en su pieza teatral Taking Sides (Tomando partido, 1995), luego adaptada por el mismo autor como libreto cinematográfico Ese libreto fue dirigido por el húngaro István Szabó en el año 2001, en una coproducción sumamente internacional (Alemania, Francia, Austria, Gran Bretaña). La película no llegó a su estreno local, pero ahora resurgió en TV Cable (canal Film Zone) con el título Requiem para un imperio. Muestra a Furtwngler como víctima, en una contenida interpretación de Stellan Skarsgard, que deja sentir su dignidad herida por la malicia de preguntas e insinuaciones pero se esfuerza por mantenerse entero. El interrogador es un Comandante Arnold, probablemente ficticio, que Harvey Keitel construye como retorcido villano, complaciéndose en humillar a su víctima desde el primer minuto, obligándolo a una larga espera en antesala o en hacerle pedir permiso para sentarse.

Las dos actuaciones son magistrales, pero el mérito mayor está en el libreto y la dirección, con su cadena de preguntas y respuestas, martilladas por ambas partes con febril intensidad. En sustancia, el músico manifiesta su inocencia sobre las villanías nazis, su deseo de dedicarse sólo a la música, su inclinación humanista. El Comandante Arnold desconfía de esas protestas, cree que el músico estaba afiliado al Partido Nazi (lo niega) y que estaba al tanto de las matanzas en campos de concentración, tema del cual le muestra algunas truculentas imágenes de cadáveres barridos sobre el terreno. La violencia fanática de Arnold conduce a la oposición de sus propios ayudantes, con bastante motivo.

Arnold fracasa en su empeño. Si los Aliados buscaban criminales de guerra, debían analizar a políticos y militares, en todo nivel, pero no a los personajes de la cultura y el entretenimiento. Entre ellos podrían encontrar a gente acomodaticia con las nuevas autoridades y hallar con certeza a algunos antisemitas, pero difícilmente a delincuentes que fuera necesario castigar. También Leni Riefenstahl terminó exonerada de cargos en la postguerra, aunque contra ella se pudo aducir la dirección de una película pronazi (El triunfo de la voluntad, 1934) y el privilegio que ostentó en algunas etapas de su carrera, cerca del mundo oficial. Con mayor razón, Furtwngler fue exonerado de culpas políticas y reanudó su carrera profesional en 1947. Una fotografía de esa segunda etapa lo muestra en un concierto junto a Yehudi Menuhin, eminente violinista judío. Falleció en 1954, a los 88 años.

En los primeros minutos de Requiem para un imperio la banda sonora es invadida por la Quinta Sinfonía de Beethoven, que anuncia un dramático destino. En los últimos minutos se escucha la voz del Mayor Arnold, reconociendo que perdió la batalla, ya que finalmente Furtwngler quedó libre. Pero de inmediato agrega que por lo menos consiguió que Furtwngler nunca más fuera invitado a dirigir un concierto en Estados Unidos. La frase es una jactancia y esconde una hipocresía. Los gobiernos norteamericanos no podrían jactarse en verdad de una pureza de conducta antinazi tras la victoria. Aunque Wernher von Braun había creado las mortíferas bombas A-4 lanzadas sobre Inglaterra en 1944, Estados Unidos lo contrató como asesor mayor para los futuros viajes espaciales. Aunque las Industrias Krupp fueron condenadas y confiscadas por colaborar activamente con el nazismo, pronto terminaron en la amnistía y recuperaron la fortuna. Y aunque Reinhard Gehlen fue uno de los jefes de la inteligencia nazi durante la guerra, la CIA lo contrató en la postguerra, pagándole una fortuna, porque su servicio de espionaje sería útil contra la Unión Soviética. Contra esos hechos, impedir la actuación de Furtwngler en Estados Unidos es apenas una broma.

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