La escocesa Lynne Ramsay no se anda con chiquitas. Los primeros minutos de su segunda película impactan no solo por que de entrada presentan un cuerpo muerto. Antes bien, el impacto es causado porque esa situación —resultado de un suicidio— es presentada en un asordinado registro, pertinente como contexto para la aparente indiferencia de la protagonista ante el cadáver que yace en el piso del apartamento, entre el living y la cocina.
Ella es Morvern Callar, intepretada con mucho talento por la inglesa Samantha Morton— y el muerto su más reciente novio. La situación es tremenda, pero la directora no enfatiza, no carga las tintas sobre la gravedad del asunto. Morvern deambula por el apartamento mientras el cadáver sigue ahí y más que preocuparse por el mismo, las inquietudes de la chica parecen estar en decidir qué se va a poner para salir a bailar. Hay algo de crueldad en esto, pero también hay indicios de que el suicidio del novio —un escritor— parece responder a motivos que tienen que ver con triviales lugares comunes como colocar la búsqueda de la fama post-mortem por encima de una auténtica desdicha.
Los contrastes entre la "realidad" y cómo Morvern reacciona ante ella son parte del film. Ramsay crea una atmósfera de misterio y ensoñación en la que mueve a su principal personaje. Como si todo lo que se ve fuese filtrado por la conciencia y el inconsciente de la protagonista, El viaje de Morvern es errático por momentos y fascinante en otros, divertido a veces y tedioso otras, con los paisajes españoles como telones de fondo.
Para crear dicha atmósfera, Ramsay se apoya en varios elementos. Uno de ellos es el anestesiado carisma de Morton, cuya mirada y gestos son sumamente expresivos, prescindiendo por largos intervalos de diálogos. Con frecuentes cambios entre cámaras subjetivas y objetivas, la directora convierte a Morton en protagonista y testigo al mismo tiempo de lo que acontece en el film.
Otro recurso utilizado con indisimulada intencionalidad por Ramsay es el sonido. La directora alterna entre el silencio absoluto durante largos períodos con la irrupción de estridentes temas de rock o música electrónica, provenientes casi siempre del cassette que el novio le ha dejado como legado y que Morvern lleva a todos lados, incluso cuando viaja con su mejor amiga a España.
También importa el escurridizo uso que Ramsay hace de la cámara, como si quisiera representar con esa inestabilidad visual los vaivenes de la mente de la protagonista. Es que antes que ser el viaje "de" Morvern, la película lleva al espectador una excursión por la vida de la muchacha, sin un destino final explícito y sin ningún tipo de mensaje esperanzador o de cualquier otra índole.
Como resultado se tiene una película muy singular, en la que pueden encontrarse referencias externas (la interacción entre Morvern y su amiga, dos empleadas de supermercado, recuerda intermitentemente a los personajes de Simplemente amigas, de Mike Leigh) pero que principalmente responden, con todas sus virtudes y defectos, al lenguaje expresivo de Ramsay. Podrá tener sus "tics", pero son justamente eso, suyos.