CARLOS REYES
Barro negro es un éxito que nace entre casualidades. Un día iba Marcelino Duffau, director de la obra, caminando por la calle y se cruza con la crítica de teatro Gloria Levy, quien le cuenta que estuvo en Venezuela, de donde trajo un texto que podría interesarle a él. El director se junta con la obra, que tiene la curiosidad de estar escrita para ser representada en un ómnibus. Si bien quedó entusiasmado por este trabajo que el venezolano José Gabriel Núñez escribió hacia 1985, pensó que era difícil conseguir un ómnibus para llevarla a cabo.
Otro día, dos años después, Duffau conversa el asunto con un conocido, y éste le dice que va a ver si puede hacer algo. Más tarde se entera que su interlocutor era un alto funcionario de Cutcsa, y que le había conseguido el vehículo que necesitaba. En esa unidad empezó a funcionar, 14 años atrás, Barro negro, que a la fecha lleva realizadas 2.750 funciones que reunieron 83.500 espectadores.
Hace un par de años, Cutcsa dio un paso más: además de prestar el ómnibus para las funciones (y encargarse de mantenimiento, nafta y chofer), puso una unidad enteramente a disposición del grupo. Desde entonces se dan funciones en cualquier día y hora, incluso se alquila la obra a grupos y delegaciones. Y aunque parezca extraño, hay gente que (unos $ 5.000 mediante) alquila el espectáculo para festejar su cumpleaños sobre ruedas, incorporando a la fiesta champán y demás diversiones.
CONFUSIONES. Además del ómnibus, muchas cosas cambiaron en 14 temporadas. De los 13 actores que asumen los 16 personajes, sólo uno integró el elenco original. Es Nelson Lence, muy conocido por sus 17 años en Decalegrón, que en principio hacía el papel del vendedor ambulante. Luego pidió para hacer un segundo personaje: un borracho filósofo, de los tantos que recalan en "La Boca del Lobo".
Este es un cabaret de ficción, donde a ritmo de cumbia y bolero los pasajeros hacen la única parada del recorrido. El tugurio, adornado con guirnaldas, luces de colores y afiches eróticos, funcionó primero en un sótano en Río Negro y Canelones, pero después ese local fue refaccionado y perdió su aspecto prostibular. Entonces se trasladaron a Mercedes casi Río Branco, edificio que pertenece a la Sociedad Uruguaya de Actores y que antes fue un local del correo.
Allí un día, en plena función, una persona vio jolgorio e intentó entrar. Como ya venía con el entusiasmo de otros boliches, era imposible detenerlo. De nada servía explicarle que se trataba de un espectáculo teatral. Finalmente, uno de los actores ataviados de uniforme puso en juego el peso de sus galones, resolviendo con una simple orden el problema.
Curiosamente, Duffau atribuye a ese sutil transitar de la obra entre la ficción y la realidad lo que la hace tan atractiva, siendo esa la causa principal de su éxito. Esa situación ha causado gran número de anécdotas, que los actores están recabando para publicar el año que viene un libro que cuente la historia de 15 años de Barro negro. El volumen tiene un texto del director, otro del autor y un sector donde hablan los más de 50 intérpretes que pasaron por el elenco. Se aprovechará la circunstancia para recordar a los que emigraron o fallecieron, entre estos últimos al querido actor Carlín Priegue.
El director señala que "para los artistas y el público que estamos acostumbrados al teatro, la distancia entre la ficción y la realidad es clara. Pero a esta obra viene mucho público que no es de teatro, y que de pronto se mete tanto en la ficción que se olvida que está en una obra, y actúa como si estuviera en un ómnibus de línea. A nosotros nos parece insólito, pero algunos del público se tragan la píldora. En la escena final, cuando el soldado mata a su mujer, una vez un tipo salió a defenderla, y nos impedía rematar el asunto. Por suerte, el chofer se avivó y abrió la puerta de atrás, y los actores pudieron terminar la obra. Después andaba el hombre queriendo ubicar al actor para pedirle disculpas."
"La obra tiene un sabor especial —continúa Duffau—, porque los espectadores casi siempre toman partido por alguno de los personajes. La parte en la que llega a policía y empieza a pedir documentos es de las más creíbles: una vez una muchacha se puso a llorar y repetía que no había traído la cédula". Historias como esas hay muchas, como la de la señora que se pone a llorar porque le están arrestando al marido, o los policías (verdaderos) que pasan y saludan a los dos actores que uniformados esperan el ómnibus en la parada.
Pero si algunos toman la ficción por realidad, otros no menos despistados realizan la operación inversa. Ocasionalmente el chofer recibe felicitaciones por su actuación, aunque el hombre es un empleado de Cutcsa. Otra vez, a una actriz le dio un bajón de presión y hubo que llamar a la emergencia móvil. No faltó el que creyó que era una broma más del grupo, insistiendo para que el espectáculo retomara su rumbo habitual.
MECANICA. Según Duffau, "si bien la obra se presta a que la gente crea que armamos puro relajo, todo tiene que estar muy ensayado, y entre las discusiones y peleas, nada queda al azar." Según el director, los actores de esta obra tienen que ser de respuesta rápida, para sortear cualquier imprevisto. Por esa velocidad la puesta es ideal para iniciar a los jóvenes en el teatro.
Sandra Bartolomeo, que asume el papel de la Pituca, describe este espectáculo sobre ruedas desde dentro: "Según el lugar en que te sentás, es la obra que ves, por eso mucha gente la ve tantas veces. Si bien es cierto que en teatro cada función es única, aquí eso está potenciado. Una vez pinchamos antes de llegar al boliche, y tuvimos que llamar a la grúa: la gente no lo podía creer. Por eso aquí tenés que estar preparado para todo, porque la relación con el espectador es muy directa: tenés que mirarlo a los ojos. Es un trabajo de gran concentración, en el que tenés que decir un secreto a un pasajero y a la vez estar pendiente de lo que pasa en la otra punta del ómnibus".
Medir los tiempos de la representación y calcular a la vez el recorrido del ómnibus es de los aspectos más difíciles. Guión e improvisación se deben alternar en los momentos justos, mientras los artistas se incorporan o abandonan el vehículo. Según Duffau, hasta el chofer tiene que colaborar, andando más despacio en los lugares donde, por los baches, el coche hace más ruido, y haciendo coincidir el traqueteo del viejo ómnibus de los años 70 a los momentos de más bullicio.
Estos secretos hacen que todo funcione aceitadamente, y que a través del boca a boca se convoque un público constante, que a veces llega desde muy lejos. Hay gente del Interior que reserva los boletos antes de venir a Montevideo, para no quedar afuera. Japoneses, chinos y norteamericanos son algunos de los pasajeros frecuentes, que después envían las fotos de viaje por e-mail. Una vez un chileno que vio varias veces la obra trajo de regalo para la producción un recorte de prensa de El Mercurio con una nota a dos páginas del espectáculo.
Un matrimonio se acostumbró a verla todos los años, desde hace diez, cuando todavía eran novios. Hace poco una adolescente vino con sus padres: la madre contó orgullosa que cuando ella estaba embarazada había asistido a Barro negro, y que ahora que la niña creció, la trajo para que ella conociera la obra. Es que como señala Bartolomeo, "la obra ya está integrada a los uruguayos: forma parte de nuestra idiosincrasia".
Pasando que hay lugar
Apenas superada por ¿Quién le teme a Italia Fausta?, que dirigida por Omar Varela permaneció 16 temporadas en cartel, Barro negro del grupo Teatro Sobre Ruedas va camino a ser la de mayor permanencia en la historia del país. Claro que ha tenido altibajos (1999 y 2000 fueron de los años más difíciles), pero siempre se salió a flote, trabajando en sistema de cooperativa. Actualmente se hace sábados y domingos, hasta cuatro funciones diarias, terminando a las cuatro de la mañana. "Es como una gota de agua", dice Marcelino Duffau para sintetizar cómo incide económicamente el espectáculo sobre el numeroso elenco.
Para llevarla adelante se requiere, además del ómnibus, un auto de apoyo, que lleva y trae a los actores, y que con una sirena queda convertido en patrullero. El sueldo del boletero (la boletería está en la librería La Lupa, Bacacay 1318) y el alquiler del coche son dos de los gastos fijos que tiene la empresa, asunto que no impide dividir ganancia e incluso dar funciones de beneficencia. Otras veces se han juntado juguetes, libros y útiles escolares, ofreciendo un descuento en la entrada (que comunmente vale $ 150). Este año, en tres semanas se reunieron 300 juguetes para la Escuela Portugal.
Además de realizar su invariable periplo (Ciudad Vieja, Centro, Cordón, Rambla y Pza. Independencia, zonas que de madrugada es interesante visitar), Barro negro fue más lejos, convirtiéndose en un producto de exportación. Duffau la dirigió en Asunción y en Porto Alegre. Esta última se presentó en Montevideo, con las instalaciones de la obra local y los actores brasileños. Desgraciadamente, problemas ajenos al arte las obligaron a bajar de cartel. En Paraguay, la obra perdió el apoyo estatal, al no renovársele el contrato. En Brasil, un problema amoroso hizo que se dejara de hacer.
La versión de Duffau se apartó del original para dar más lugar a la jerga local y a toda esa cultura del ómnibus tan particular que existe en Uruguay, única también en el mundo. El autor, cuando vio la puesta fue tajante: "Esto no es lo que yo escribí, pero me encanta."