Un marcado tono de humor negro recorre "Cuatro muertos y ningún entierro", comedia irlandesa dirigida por Ian Fitzgibbon que ha salido directamente en DVD.
Los protagonistas (Mark Do- herty, Dulan Moran) son dos perdedores que pretenden tener alguna relación con el cine. Uno asiste a "castings" para conseguir algún papel; el otro, alcohólico y jugador, se finge director y guionista. Nada les sale bien, pero ya se sabe que en este mundo casi todo pue- de empeorar, y efectivamente empeora. A cierta altura incluso empieza a fallarles el aporte económico de la novia de uno de ellos, la única al parecer capaz de hacer algo productivo.
El estado calamitoso del edificio en que viven comienza por su parte a producir una serie de muertes absurdas, igualmente atribuibles a accidentes o a una deliberada intención de asesinato, y los cadáveres del título comienzan a acumularse. Va a haber que explicar por qué se está muriendo la gente, y antes que llegue la policía, el actor (que como todos los actores necesita que otros le den la letra) le pide a su amigo ideas al respecto. Sería mejor que no lo hiciera. Cada nuevo aporte mul- tiplica los desastres en lugar de reducirlos. Es difícil ima- ginar cómo van a convencer a alguien.
Hay poco pintoresquismo irlandés en esta película de Fitzgibbon. El modelo más cercano es acaso, en cambio, la tradición británica de las comedias de la empresa Ealing de fines de los años cuarenta y tempranos cincuenta, películas como Los ocho sentenciados o El quinteto de la muerte.Es decir, un cine capaz de suscitar la carcajada ocasional pero que por lo general apunta extraer la sonrisa sarcástica, mientras la situación se vuelve crecientemente absurda y pesadillesca. Si hay una diferencia con aquellos antecedentes de hace medio siglo es la que tiene que ver con la clase social a la que pertenecen los personajes principales: allí solía tratarse de la aristocracia o la clase media, aquí se trata de perdedores casi totales, hundidos en el fracaso y el alcohol.
Y hay otro elemento que hace la diferencia: lo que podría denominarse "el juego de cine dentro del cine". Como parte del esquema inventado para explicar las muertes que se están produciendo, los personajes inventan lo que el título original ubica más precisamente como "Una película que me incluya" (de más está decir que la variante castellana prefiere establecer un vínculo, mucho más forzado, con Cuatro bodas y un funeral de Mike Newell, acaso recordando (e intentando repetir) el éxito comercial de esa película con Hugh Grant y Emma Thompson.
No es una gran película pero supera la media. Pudo ser más divertida por cierto, y en su primera mitad al menos los "gags" aparecen administrados con cierta avaricia, aunque alguna secuencia del comienzo, por ejemplo el "casting" en el que uno de los personajes fracasa miserablemente, sea uno de los momentos más graciosos que tiene.
La película mejora empero en su segunda mitad, con su marcado giro hacia la pesadilla y la dosis de ingenio que preside su maquinaria de "film dentro del film", en la que hay por cierto unas cuantas ideas originales. Cuenta, además, con un sólido elenco de gente poco conocida, y el interés adicional de abrir una ventana al cine irlandés, que salvo los nombres de Jim Sheridan, Neil Jordan (quien, dicho sea de paso, asoma en un "cameo") y alguno más, suele llegar solamente a través de algunas muestras y festivales del circuito cultural. Es probable que, de haberse estrenado en cine, la película no hubiera sido un gran éxito comercial (lo que se vende son los superespectáculos con explosiones), pero es mejor que mucho de lo que se ve.