Recientemente, hubo un período de seis meses en el que Renate Reinsve estrenó cinco películas. Al final de toda la ronda de prensa, “ya no podía escuchar mis propios pensamientos”, dijo en una entrevista en video reciente.
Así que, cuando tuvo un respiro, Reinsve voló a Islandia y acampó sola en plena naturaleza. Se sintió como en casa para la actriz noruega, que creció a unos 45 minutos al oeste de Oslo, en Solbergelva, donde atravesaba el bosque camino a la escuela.
“De verdad siento que vuelvo a un buen estado de paz y simplemente me siento yo misma”, dijo.
Eso es importante para Reinsve, cuya actuación consagratoria en La peor persona del mundo, la película de 2021 dirigida por su compatriota Joachim Trier, le valió el premio a mejor actriz en el Festival de Cine de Cannes y cambió el rumbo de su carrera.
Este año, Reinsve volvió a reunirse con Trier en Valor sentimental, un drama en el que interpreta a una actriz de teatro y televisión a la que invitan a participar en una película dirigida por su padre distanciado, interpretado por Stellan Skarsgård. Después de rechazar el papel, el rol recae en una actriz de Hollywood, interpretada por Elle Fanning. Como muchas de las películas de Trier, el film explora temas íntimos del amor y la familia.
Valor sentimental se estrenó en el festival de Cannes, de donde se llevó el Gran Premio, tiene ocho nominaciones a los Globos de Oro y se prevé que tenga otras tantas en el Oscar.
Se estrena este viernes en Uruguay, lo que la convierte ya en una de las películas del año.
Este es un resumen de una charla con Reinsve.
-Ha sido un año importante para vos. ¿Cómo se siente volver a casa para cerrarlo?
-No voy a hablar ni un poco de mí durante cuatro semanas. Voy a hacerles preguntas a todos los demás. Y simplemente ir al bosque, tal vez hacer snowboard, hacer mis cosas normales, estar en mi casa y pasar tiempo con amigos. Es la primera vez en bastante tiempo que estoy completamente desconectada. Así que voy a disfrutarlo mucho.
-Mucho ha cambiado para vos en apenas unos años desde La peor persona del mundo. ¿Qué es distinto hoy en cómo encarás un papel en comparación con entonces?
-Creo que hay ciertas corrientes subterráneas de este tipo de estilo de vida que te cambian un poco, pero no estoy del todo segura de cómo. Siempre trato de volver a mis raíces y de ver a la gente que conozco desde hace mucho tiempo para mantener el contacto con quién soy. Esa película fue tan grande para mí porque fue la primera vez que actué de esa manera, siendo muy abierta. No es que el personaje fuera necesariamente yo, pero fue un intento muy honesto de imaginarme a mí misma en esas circunstancias. Entonces se trataba más de abrirme a lo que pudiera surgir en el set. Tanto Joachim como yo amamos meternos en algo que es un poco melancólico, o en la vergüenza, el amor y la soledad y todos esos grandes temas -pero con ligereza, con mucha actitud lúdica. Cuando esa película se estrenó, muchísima gente sintió que reconocía a ese personaje, y eso también fue increíble: haber sido tan honesta con algunas cosas que no necesariamente acepto de mí misma o con las que me resulta difícil estar en contacto. Se sintió mucho menos solitario que la gente realmente amara a ese personaje y se sintiera vista. Las películas que me ha gustado ver toda mi vida son aquellas en las que se intenta ser muy honesto, auténtico y curioso respecto de ciertos temas, pero no necesariamente te dice qué sentir.
-¿En qué se diferencian las producciones noruegas de las estadounidenses?
-Siento que hay una diferencia, pero solo llevo cinco años en esto, así que puedo estar equivocada. Pero parece que en Europa la visión del director es lo más sagrado y todo gira en torno a eso. En Estados Unidos, en cambio, hay otras fuerzas, y la dinámica de poder se reparte entre más personas, y la forma en que se financian las películas es muy distinta. En Noruega, no es necesariamente algo positivo convertirse en una estrella. Pero en Estados Unidos sí lo es, porque puede financiar la película. Y realmente me encanta trabajar con un director que tenga una visión muy fuerte, y luego encontrar la manera de complementar esa visión construyendo mi trabajo alrededor de lo que la película quiere o necesita.
-¿Qué tiene el proceso de Trier que hace que quieras trabajar con él una y otra vez?
-La producción de Joachim dedica mucho tiempo y atención a los actores. En sus películas, el tipo de emoción que surge en la situación va a dictar la película, y también el montaje. Él construye una historia a partir de si algo realmente bueno sucede un día. Y eso da miedo, porque no tenés control. Simplemente tiene que suceder por sí solo. Pero entonces los acontecimientos emocionales, cuando ocurren, pueden ser aún más ricos, más matizados y más detallados. Es más seguro decidir de antemano qué vas a hacer y cómo -así nunca te equivocás-. Pero yo nunca podría llegar a un lugar en el que mi actuación fuera tan matizada si tuviera todo bajo control. Entonces lo que sale es muy sutil y no sé intelectualmente qué acaba de pasar.
-Has hablado de tener una veta rebelde desde chica.
-No podés ser actriz y hacer exactamente lo que te dicen. El riesgo de hacer algo y ser un poco rebelde creo que es un factor muy importante para que la actuación esté viva. Así que, incluso cuando actúo en grandes escenas de duelo o soledad, siempre me estoy divirtiendo, explorando dentro del marco de la soledad o la vergüenza, porque me interesa profundamente la psicología humana y cómo funcionamos juntos y las estructuras sociales. Eso nunca se agota. Siempre me resulta fascinante.
Stefano Montali, The New York Times