RESEÑA
"Bárbaro", la ópera prima de Zack Cregger que sorprendió a Fede Álvarez y fue éxito de taquilla, llegó esta semana a Star+. De qué se trata.
Están por todos lados. Llega Halloween y entonces las películas de terror copan las plataformas y, las que no, se consiguen por vías un tanto menos legales. Hay payasos tenebrosos e historias reales, posesiones, relatos trillados y calidades dudosas. Y, cada tanto, una joya.
Este año, el diamante de la temporada se llama Bárbaro.
Está, según la valoración cosechada en el sitio IMDb, a la altura de pilares del género como El loco de la motosierra o Pesadilla en lo profundo de la noche, y de clásicos recientes como El legado del diablo y su impronta de obra maestra. Tiene, además, un 92 por ciento de reseñas positivas en Rotten Tomatoes, y el orgullo de haber sido inesperado éxito de taquilla.
Estrenada en cines a comienzos de setiembre (pasó por salas locales), recaudó 10 veces más que su presupuesto magro de 4.5 millones de dólares. Y acaba de llegar a Star+, un último empujón internacional en su búsqueda de confirmarse como la gran revelación del cine de terror de 2022. Los números ya la avalan, y la película hace lo suficiente como para merecerlos.
Bárbaro (Barbarian) es la ópera prima de un amante del terror. Zach Cregger hace su mayor esfuerzo por ofrecer una producción entretenida, capaz de subvertir fórmulas y clichés en pos de un desarrollo impredecible. Es una gran película de terror, y la etiqueta no la limita.
Cregger, que apenas pasa los 40 años, es actor y realizador con créditos hasta ahora ceñidos a la pantalla chica. Se forjó en The Whitest Kids U’ Know, un grupo juvenil que primero transitó los clubes de comedia de Nueva York y después tuvo su propia serie de sketches en el canal de cable Fuse, con cinco temporadas.
Bárbaro es su primera película: atiende como guionista y director y logra rescatar algo del espíritu de comedia de sus orígenes, acá utilizado para suavizar una historia de espanto.
El resumen es escaso porque contar más es revelar demasiado. Hay que decir, entonces, que acá hay una mujer, Tess (Georgina Campbell), que llega a Detroit para descubrir que, por error, la casa que alquiló para su estadía también fue rentada a otra persona. Keith (Bill Skarsgård), de hecho, ya está instalado en el lugar, y le abre la puerta y la invita a pasar la noche mientras intentan ver cómo solucionar el embrollo.
Es exactamente la misma premisa de Romance en Verona, rom-com de Netflix sobre extraños compartiendo alquiler en las tierras de Julieta Capuleto. Pero esta es una película de terror, y Skarsgård sabe cómo hacer de Keith al muchacho más incómodo que se ha visto, y entones al espectador se le activará, rápido, el sentido de alerta.
Sin embargo en Bárbaro, que llega de la mano de los productores de It, nada es lo que parece. Los personajes lo descubrirán cuando se metan en un sótano que más bien es una catacumba y que tiene, escondido, un secreto impensado.
Pero lo que a lo largo de 40 minutos se construye en torno a una estructura más o menos convencional del género —Tess tomará todas y cada una de las decisiones equivocadas que se le crucen—, de repente se rompe de un tirón y entonces todo vuelve a empezar. Y ahí entra Justin Long como un actor de Hollywood a punto de enfrentar un escándalo de abuso sexual que, tras una serie de enredos con cierto alivio cómico, terminará en el mismo sótano siniestro en las decadentes afueras de Detroit.

La estructura no convencional es uno de los principales atractivos del debut de Cregger, que se apoya en buenas actuaciones y que economiza recursos (locaciones, efectos) para darle mayor protagonismo a la cámara, al movimiento y al ritmo.
“La única regla que tenía a medida que escribía el guion era que si yo no sabía qué iba a suceder en la historia, la audiencia tampoco”, reveló para las notas de producción.
Ese riesgo puede justificar las falencias de un guion que no explica a fondo aspectos superficiales (la dinámica de una casa, la presencia de un vecino) y otros verdaderamente profundos, como el del mal que habita en el sótano.
Tampoco hace falta: Cregger prioriza la acción sobre el detalle y se mantiene en un metraje justo (102 minutos) que se pasa volando.
Lo que quiere mostrar está lo suficientemente claro como para que el espectador se vaya con alguna reflexión a casa, pero lo importante, y el director lo aclara, es divertir.
“Hay algunos temas sociales que se exploran un poco y la gente puede llegar a salir pensando en eso y debatiendo. Por mí, estupendo”, declaró. “Pero ese no es el objetivo. No quiero que esta película se la crea demasiado. No estoy tratando de ser didáctico. Quiero que la gente se divierta, así que espero que sea una montaña rusa”.
La misión está cumplida a criterio de, por ejemplo, Fede Álvarez, el director uruguayo que le dedicó un fervoroso tuit: “Bárbaro es la película rara que toca todas las notas correctas. Inteligente, aterradora, llena de suspenso y retorcida como la mierda. Es muy divertida”.
#Barbarian is the rare flick that hits all the right notes. Smart, terrifying, suspenseful and twisted as fuck. Man, it’s so much fun. pic.twitter.com/nyjyoXHCGw
— Fede Alvarez (@fedalvar) September 6, 2022
Su No respires, de hecho, parece referencia de Bárbaro en la ciudad en la que se ubica, en la construcción de algunas escenas oscuras y hasta en el macabro plot twist que las emparenta. E incluso en la forma en la que toca temas relevantes sin convertirla en película política.
En Bárbaro está la violencia —social, racial, policial, psicológica y de género— como una interlocutora omnipresente, y está lo impredecible como el gran mecanismo de acción. De su encuentro explosivo sale una película vertiginosa y audaz, que es uno de los grandes triunfos del terror de 2022.