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John Williams y Ennio Morricone ganan el Princesa de Asturias de las artes 2020

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John Wiliams ganó su tercer Oscar por la banda sonora de Star Wars

PREMIO

El jurado del premio reconoció "el valor fundamental de la creación musical para el cine" de estos destacados compositores

Son dos compositores que atesoran las bandas sonoras más reconocidas de la historia del cine. El estadounidense John Williams y el italiano Ennio Morricone, obtuvieron el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020 por dos larguísimas trayectorias en las que enriquecieron con su talento cientos de películas.

El jurado del galardón quiso reconocer “el valor fundamental de la creación musical para el cine” premiando a dos de los compositores vivos más venerados en todo el mundo y dotados de una “inconfundible personalidad” reflejada en algunas de las composiciones musicales más icónicas del séptimo arte, que ya forman parte del imaginario colectivo.

Quincy Jones le da el Oscar a Ennio Morricone, por su banda sonora en "Los 8 más odiados"
Quincy Jones le entregó el Oscar a Morricone. Foto: Archivo

“Mientras Morricone construyó su reputación poniendo música desde Europa al lejano oeste americano, Williams trasladó el espíritu de la tradición sinfónica vienesa a grandes éxitos de Hollywood”, señala el acta sobre estos dos compositores, cuya "extensa y variadísima obra” tiene en común “su deslumbrante capacidad para traspasar géneros y fronteras”.

Williams (Nueva York, 1932), el creador vivo que atesora más nominaciones a los Oscar de la historia, con 52, es el autor de cualquier banda sonora grabada en la memoria colectiva de varias generaciones y fue capaz de volverse eterno con solo dos notas, las que marcan la banda sonora de Tiburón que aterrorizaron a sus espectadores durante décadas.

Hijo de un percusionista de jazz, que le animó a tocar el trombón aparte del piano -que era su favorito-, obtuvo su primer gran éxito con la banda sonora de Las aventuras de Poseidón (1972), dos años antes de que un novato Steven Spielberg le contratara para su primera película, The Sugarland Express. Nunca dejaron de ser amigos y Williams escribió para él las dos notas míticas de Tiburón, que le valió su segundo premio Oscar tras El violinista en el tejado (1971).

Spielberg le recomendó entonces a otro amigo, George Lucas, que necesitaba un compositor para su película épica espacial, Star Wars y Williams regresó a la época dorada de Hollywood al utilizar una gran orquesta sinfónica (la de Londres) para crear la banda sonora sinfónica más vendida de la historia, con más de 4 millones de copias en todo el mundo.

A la saga galáctica, en la que la famosa Marcha Imperial que identifica a Darth Vader no apareció hasta la segunda entrega (El imperio contraataca), le siguieron E.T.: El extraterrestre, La lista de Schindler, Indiana Jones, Jurassic Park, Memorias de una Geisha o la tres primeras películas de la serie de Harry Potter, hasta completar más de cien bandas sonoras.

Si Spielberg fue quien encumbró definitivamente a Williams, Sergio Leone y sus “spaghetti western” lanzaron a Morricone (Roma, 1928), un músico diplomado en composición, trompeta y canto coral que comenzó como compositor de música sinfónica y de cámara y se extendió a la música ligera y al cine con una primera banda sonora, Il federale, de Luciano Salcio.

Las frenéticas melodías, cargadas de dramatismo y tensión, de películas como Por un puñado de dólares (1964), El bueno, el malo y el feo (1966) o Había una vez en el oeste (1968) lo llevaron a convertirse en uno de los compositores de cine más prestigiosos y a trabajar con Pier Paolo Pasolini, Roman Polanski, Oliver Stone o los españoles Luis Buñuel en Leonor (1975) o Pedro Almodóvar en Átame (1990).

Suyas son también las melodías de Cinema Paradiso (1988), de Giuseppe Tornatore; de la obra maestra de Bernardo Bertolucci, Novecento (1976), o la historia de aquel misionero jesuita de La misión (1986). Una carrera distinguida con un Oscar honorario y uno más tardío que no llegó hasta 2016 con Los ocho más odiados, de Quentin Tarantino.

Sus composiciones se asientan sobre los pilares de Johann Sebastian Bach e Ígor Stravinski: “Son ellos dos los polos determinantes”, reconoció en un libro-entrevista con su amigo Giuseppe Tornatore donde admitía: “El silencio es música, al menos tanto como los sonidos, quizá más. Si quieres entrar en el corazón de mi música, busca entre los vacíos, entre las pausas".

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