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Estrena "Las vacaciones de Hilda", crónica femenina que es punto alto del cine uruguayo

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Las vacaciones de Hilda

Entrevista

La ópera prima de Agustín Banchero estuvo en San Sebastián y es un drama femenino con destacada actuación de Carla Moscatelli. El País charló con ellos

Hilda está mal. Es, quizás, una arquitecta en un pueblo ficcional pero apropiadamente llamado Concepción y que es igual a tantas ciudades del interior uruguayo (se filmó en Dolores). Y en ese paisaje, Hilda está mal.

Crónicamente aferrada a un cigarrillo, parece ganada por un tedio con el que hace su trabajo, convive con quien parece ser su socio en el estudio y atiende a una madre enferma. Algo pasó y solo una parte de la explicación está en la segunda mitad de una película que no sigue la linealidad del tiempo, y está dividida en dos formatos y dos maneras de mostrar un mundo. La fotografía de Lucas Cilintano y el paisaje sonoro creado por Daniel Yafalián tienen parte importante del interesante resultado final.

En cierto sentido, sí, Las vacaciones de Hilda —la película uruguaya que se estrenó en la sección New Directors del último festival de cine de San Sebastián— es la crónica de una amargura. Y si eso puede espantar a más de uno, conviene avisar que sorteada la densidad emocional de su anécdota, lo que consiguen el director Agustín Banchero y la protagonista, Carla Moscatelli, es un trabajo intenso, con muy buenas ideas y sonido y una actuación descollante. Moscatelli es una revelación.

“La experiencia de San Sebastián fue muy intensa y a la vez muy positiva, y fue la primera vez que la vio el público”, le contó a El País Banchero, quien también es dramaturgo y director de teatro, y mencionó como sus cineastas favoritos a Paul Thomas Anderson y Carlos Reygadas. “El festival ya nos había seleccionado con la película sin terminar, para la sección En Construcción, y la volvió a elegir cuando estaba pronta. Eso define mucho sus posibilidades y ya nos abrió varias puertas”. La recepción del público y la crítica fue muy auspiciosa, dice.

Ayer se exhibió en el Festival de Varsovia y en Uruguay se estrena hoy en Life 21, Grupocine Torre de los Profesionales, Cinemateca Uruguaya y en varias salas del interior (este fin de semana está en Minas, por ejemplo).

Banchero ya presentó en San Sebastián su nuevo proyecto, Las muertes pasajeras, que ya ha recibido algunos fondos estatales y está haciendo su camino para encontrar coproductores europeos.

—¿Cómo llega a una historia tan amarga y tan femenina?

Banchero: En mi obra siempre hablo de lo que tengo más cercano, pero eso no quiere decir que hable de mí. Uno habla de los vínculos, de las personas que uno quiere. Eso no si gnifica que Hilda sea una persona sino que tomo el insumo real y lo empiezo a distorsionar. Creo mucho en el trabajo de la ficción que poetiza y a la vez profundiza o genera nuevas capas. Hay tres personas que podrían pensar que son Hilda en la vida real, pero es las tres y no es ninguna. Siempre queríamos salir de una imagen estereotipada y crear el personaje con sus complejidades. Para eso fue fundamental Carla.

La película empezó a pensarse en 2013 y ya en 2015 se integró Moscatelli al proyecto. Su aporte es fundamental en la construcción de su personaje y también en el producto integral. En cierto sentido, y el director lo acepta, es una película de Banchero, sí, pero también de Moscatelli.

—La película está dividida en dos partes que representan el pasado y el futuro, digamos, de Hilda. ¿Cómo construyó un personaje así?

Moscatelli: Rodamos primero el inicio o sea esa Hilda ya madura y en su soledad. La construcción fue muy interior y me imaginé la familia, los vínculos y como actriz me gusta pensar cómo huele, cómo se viste, qué música escucha, qué hábitos tiene...

—Perdón, ¿cómo huele Hilda?

Moscatelli: Medio a perfumes viejos. Es como olor a limpio pero no de grandes perfumes. En el verano, o sea, la segunda sección de la película, puede llegar a oler a repelente y protector solar.

—¿Por qué esa decisión de quebrar la cronología?

Banchero: El tiempo es todo un tema para mí. La composición temporal no es lineal y el pasado y el presente empiezan a mezclarse. Percibo la realidad de una manera en que siempre el presente está afectado por el pasado y el futuro. El cine permite entrar en la cabeza de un personaje y esa interioridad no se rige de una forma lineal a los acontecimientos externos. Sobre lo que uno trabaja es cómo llevar narrativamente eso pero sin perder la emotividad. Eso acerca la película a espacios de más interioridad, que otros podrán verlos como oníricos o más cercanos a la memoria. No intentamos ser herméticos.

—Es un drama y eso suele ser una crítica al cine uruguayo...

Banchero: Puede ser, pero el cine uruguayo da una diversidad mucho más grande de lo que se cree. Más allá de nuestra película, el cine uruguayo es diverso. No hay un solo cine uruguayo.

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