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Se estrena lo último de Jean-Luc Godard, el director que amaba tanto al cine que terminó rompiéndolo

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Jean-Luc Godard, leyenda del cine de culto.
Swiss film director Jean-Luc Godard attends a debate when presenting his last movie 'Film socialiste' (Socialist movie) at the Cinema des cineastes in Paris, on June 18, 2010. This movie was part of the selection 'Un certain regard' (A Certain Glance) at the 2010 Cannes Film Festival. AFP PHOTO MIGUEL MEDINA (Photo credit should read MIGUEL MEDINA/AFP/Getty Images)
AFP/AFP/Getty Images

Acontecimiento

Hoy llega a Cinemateca Uruguaya, "El libro de imágenes", una obra apasionante y difícil del director francés

Aunque nunca le podremos perdonar que haya hecho llorar a Agnes Varda al final de Visages Villages, deberíamos poder superar eso y reconocer que Jean-Luc Godard es uno de los grandes genios del arte del siglo XX. Para algunos sectores más radicalizados de su parcialidad, que Cinemateca Uruguaya estrene hoy su nueva película, El libro de imágenes, es un acontecimiento cultural a la altura de la muestra de Pablo Picasso. La obra de Godard, sin embargo, es mucho menos amable y popular que de la del malagueño.

Antes que nada conviene una advertencia. Al igual que todo lo que ha venido haciendo desde su Historia(s) del cine de 1998, El libro de imágenes está más cerca de la videoinstalación (esa que en los museos de arte moderno vemos siempre cinco minutos con impaciencia de turista y perplejidad de pagano) que de una película tradicional; de hecho en Europa ha sido ocasionalmente exhibida en ese formato museístico.

El libro de imágenes
Vea el tráiler de "El libro de imágenes"

Es un collage fílmico, que combina escenas de películas clásicas (incluyendo varias del propio Godard), escenas de noticiarios, acuarelas, y material documental filmado para la ocasión por el propio director (o por sus asistentes y cómplices Fabrice Aragno y Jean-Paul Battaggia).

Todo eso está ensamblado de una manera que alguien podría llamar caprichosa con una edición premeditadamente torpe, formatos varios (aunque todo tiene un granulado de VHS), voces en off (en general la de Godard) e imágenes intervenidas. El paquete es incómodo, sí, pero Godard nunca hizo las cosas fáciles. Es, después de todo, una película de ensayo sobre la capacidad del cine para generar iconografías y cómo eso ha incidido en una concepción de Europa y, en el tema que más desarrolla, la estigmatización del mundo árabe.

Esos tópicos y recursos están presentes en mucha de su producción reciente, en la que ha experimentado filmando con iPhone o trabajando en 3D y discutiendo sobre asuntos tan urgentes como el fin del cine como arte, la creación de un lenguaje común entre literatura y cine (lo que queda claro en el propio título, El libro de imágenes), y cómo eso tiene consecuencias palpables en lo social, lo político y, claro, lo cultural.

Sin aliento, un clásico de Godard para ver en streaming. Foto: Difusión
Vean una escena de "Sin aliento" de Godard

Esta parte de su filmografía incluye cosas como Adios al lenguaje (que era en 3D y sobre la que El País tuvo dos opiniones contrapuestas) y Film Socialisme y cierta insistencia y autoindulgencia, puede hacer pensar en un callejón sin salida en su arte pero Godard está en todo su derecho.

Nacido en París pero ciudadano suizo, Godard iba para filósofo pero terminó donde terminó cuando se cruzó con la Cinemateca Francesa de Henri Langlois y se expuso a la historia del cine en matinés interminables. Cerca de él, en la oscuridad de la sala, estaba Francois Truffaut, la otra pata (cinematográfica e ideológica) de la Nouvelle Vague, el movimiento que ellos y otros más de la pandilla de críticos de Chaiers du Cinema (Rivette, Chabrol, Rohmer), fundaron a fines de la década de 1950.

Si la Nouvelle Vague fue un movimiento revolucionario (el más importante desde el neorrealismo y probablemente el último de su especie), Godard fue el más revolucionario. Ya desde Sin aliento, su primera película, utilizaba algunas de las convenciones del cine (el montaje, el género) para reflexionar sobre su validez.

Cierta terquedad y petulancia lo llevó a una carrera al margen en proyectos herméticos de esos que espantan público y seducen críticos. Sus películas son celebradas en festivales (El libro de imágenes ganó una Palma de Oro especial en el último Cannes) y solían generar escándalos como el de su versión de la historia mariana en Yo te saludo, María. Su mayor éxito de taquilla fue Pierrot, el loco (en donde decretó que el arte está muerto) y eso fue en 1965. Una filmografía básica incluiría El desprecio, El soldadito, Weekend, La chinoise, Tout va bien, Carmen Pasión y muerte, Yo te saludo María, Film Socialisme y, si es de los temerarios, su episódica Historia(s) del cine.

Pierrot, el loco
Vea el final de "Pierrot, el loco"

Tras la serie de obituarios recientes de longevos maestros del cine y que incluye a la propia Varda (a los 90); Jerry Lewis (a los 91), Stanley Donen (a los 94) y Jonas Mekas (a los 96), Godard, que tiene 88, es el último sobreviviente de una generación ilustre. Y no ha parado de producir: en lo que va de este siglo dirigió 25 proyectos entre largometrajes y cortos. El libro de imágenes es, de acuerdo a cifras más o menos oficial, su película 127.

Godard es un artista del siglo XX y su obra está marcada por ese tiempo y sobre cómo la historia tiende a repetirse. Lo hace a partir de imagenes cinematográficas ajenas y propias como si la única manera de hacer películas, fuera escribir sobre lo ya escrito. Así en El libro de imágenes interviene (ralentizando,, saturando de colores, escondiendo imágenes), el material fílmico para filosofar, de manera bastante críptica cuando no caprichosa. El largo listado de citas que van de Scott Walker —el músico británico que deconstruyó su arte, al igual que lo hace Godard—, pasan por Rossellini, John Ford, una escena intervenida de Johnny Guitar de Nicholas Ray, un montaje de Marilyn Monroe y los pájaros de Hitchcock, Elefante de Gus Van Sant y un largo fragmento leído de la novela Une ambition dans le desert del franco-egipcio, Albert Cossery. Hay escenas poscréditos y cada una de las citas están mencionadas al final; como en un libro.

Ese combo genera una experiencia que no es para todo el mundo, cierto, pero que los valientes que se le atrevan, estarán ante la obra de uno de los grandes maestros del cine. Y el último de los que se permiten jugar así con cosas tan serias.

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