La caja negra es muchas cosas. Una podría ser un documental sobre el periplo de Daniel Chavarría, el uruguayo que secuestró un avión, se hizo llevar a Cuba, desde donde se convirtió en uno de los grandes escritores de policiales latinoamericanos. Era un aventurero de quien la película de Elisa Barbosa Riva hace un “un retrato fragmentado (...) entre la imaginación y los recuerdos”.
Pero La caja negra es también una crónica de una época, una generación y su memoria. Para contarla, Barbosa Riva dedicó siete años de investigación y rodajes en Uruguay, Colombia, Cuba, Grecia, Italia, España y Estados Unidos. Consigue así un collage en los que la ficción y la realidad se confunden para armar un puzzle al que siempre parece faltarle una pieza.
“Miro hacia atrás y pienso que algo colapsó en mí porque realmente fue perseguir este personaje durante años”, le contó Barbosa Riva. “La película es un viaje o muchos viajes que van haciendo un mapa y es la forma que encontré para describir lo que es para mi el tiempo. Al final, la búsqueda de Daniel también es una búsqueda personal. Por más que uno quiera salir de uno mismo, siempre vuelve”.
Chavarría nació en San José de Mayo (la película se estrenó en el Macció) y murió en La Habana en abril de 2018. En octubre de 1969, desvió de Colombia a Cuba, el vuelo HK 1022 de Avianca. Su vida anterior incluía un montón de aventuras, algunas con el porte de leyenda.
Su carrera como “escritor cubano nacido en Uruguay” incluyó el Premio Nacional de Literatura de Cuba y entre sus novelas más destacadas están Adiós Muchachos (1994), El rojo en la pluma del loro (2001) y Pica de Flandes (2004).
“Daniel representaba para mí a toda una generación”, dijo la directora. “Desde el comienzo me pregunté: ¿y si Daniel fuera el último hombre moderno? Es parte de la generación del entusiasmo, del tránsito entre la modernidad y la posmodernidad líquida. Ahí había varias capas que me interesaban desde el principio. Yo comencé siendo una estudiante que iba en busca de Daniel, que tenía 84 años y estaba escribiendo y donde su tiempo tenía otro valor que el mío”.
-¿Es la memoria el centro de La caja negra?
-Es tratar de recuperar esa información que se va perdiendo y creo que la memoria, el documental y la ficción son parte de eso. La película dialoga en muchísimas capas, sin duda y entre esas capas están la imagen, el retrato, la memoria, la aventura, esos universos estos mundos dialogando desde revoluciones latinoamericanas hasta el día de hoy”.
La caja negra, -un título que refiere al archivo, el documento, lo que queda- es, ciertamente, una película difícil de definir.
-¿Qué es para usted?
-Termino agotada cuando me preguntan que defina la película porque no es una biopic, tampoco es un documental tradicional, ni es una ficción. Tengo como una definición propia porque yo estoy haciendo una búsqueda personal hacia una poética personal e intransferible. Este es un intento de descubrir qué es un documental, qué es una ficción y me gusta pensar que el documental es química y la ficción es física”.
La caja negra es una producción de la uruguaya Montelona y la colombiana Blond Indian Films. Su recorrido local incluye funciones en Cinemateca Uruguaya, Sala B y exhibiciones en el interior. Este miércoles se verá en la Alianza Francesa de Paysandú y el jueves en Dolores. Ese mismo día se exhibirá en el Centro Cultural Florencio Sánchez (a las 20.00, con entrada libre). Habrá funciones en Piriápolis, Salto, Mercedes y en el museo MACA de Maldonado.