Dolores Fonzi no planeaba dirigir Belén. Pero una remera, una premiación en Punta del Este y una historia de injusticia la llevaron a sumarse al proyecto y terminar delante y detrás de cámara. El resultado es una película que duele, conmueve y moviliza, inspirada en un caso real que sacudió a la Argentina y que llega hoy a la plataforma Prime Video, además de proyectarse en pantalla grande en Cinemateca Uruguaya.
Todo empezó en 2016, cuando Fonzi recibió el Premio Platino por La patota y subió al escenario con una remera que decía “Libertad para Belén”. Aquella imagen recorrió los medios y, sin saberlo, sembró la semilla de esta película. Entre el público estaba la productora Leticia Cristi, quien más tarde compraría los derechos del libro Somos Belén, de Ana Correa, y convocaría a la actriz para llevar la historia al cine.
Casi ocho años después, Belén revive el caso de una joven tucumana que ingresó a un hospital por dolores abdominales, le informaron que había tenido un aborto espontáneo —del que no tenía conocimiento— y terminó condenada a ocho años de prisión. El hecho, ocurrido en 2014, inspiró el libro de Correa y ahora encuentra su versión cinematográfica bajo la dirección de Fonzi y un elenco que también incluye a Julieta Cardinali, Luis Machín y al uruguayo César Troncoso en el elenco.
Belén es una película angustiante, como el caso que retrata. Un drama procedimental con todos sus ingredientes. La joven acusada injustamente, la defensa ineficaz, la abogada justiciera, la presión social, una justicia que no actúa y una doble moralina que atraviesa a toda una comunidad en el interior argentino.
En esta historia, Fonzi tiene triple rol: dirige, coescribe y encarna a Soledad Deza, la abogada que busca justicia para Belén. Laura Paredes, además de interpretar a su amiga y socia, Bárbara, también participó en la escritura del guion. Y Camila Plaate —que trabajó en El motoarrebatador y en El amor después del amor— le pone rostro y cuerpo a la protagonista que aquí se llama Julieta.
Belén no da respiro y genera una sensación sofocante desde el inicio. Funciona casi como un documental que expone la burocracia, la inoperancia y el patoteo institucional sobre el cuerpo y los derechos de una mujer. La cámara no busca golpes bajos ni sentimentalismo: se alimenta de la realidad misma.
Entre tanta opresión, hay un detalle que se vuelve símbolo: el verde que acompaña a Soledad en cada aparición. Un gesto sutil y poderoso, porque no solo alude a la lucha feminista, sino también a cómo una oleada puede nacer de una sola ola que se atreve a moverse distinto.
A mediados de septiembre, antes del estreno en cines argentinos, del premio en San Sebastián y ser seleccionada para representar a Argentina en los Oscar y los Goya, Fonzi, Laura Paredes y Camila Plaate conversaron con El País.
—Cómo terminaste dirigiendo la película?
Fonzi: Siempre pensaron en mí para hacer de la abogada. Pero después de Blondi, no tenían director y todavía querían revisar el guion. A Javiera Balmaceda, de Prime Video, y a Leti Cristi se les ocurrió ofrecerme las tres cosas: reescribirlo, actuarlo y dirigirlo. Y me pareció súper atinado (se ríe). Con mi compañera de guion nos animamos. Fue un regalo, en realidad. Era un tema que ya me atravesaba hace tiempo —por la militancia por el aborto legal, por las agrupaciones feministas, por muchas cosas— y sentía que podía bajarlo perfectamente en esta película.
—Laura, ¿cómo fue adaptar el libro al cine?
Laura Paredes: Tratamos de ser muy rigurosas con los hechos. Incluso cosas que en términos de ficción podían parecer poco “convenientes”, como que Soledad conoce a Belén unos días antes de la sentencia, decidimos mantenerlas tal cual. Esa cronología atípica nos gustaba. Hicimos una gran investigación: viajamos a Tucumán, conocimos a Soledad, recorrimos los lugares donde todo ocurrió, y fuimos reescribiendo el guion en ese proceso. También queríamos que hubiera momentos de ligereza, porque la gente que trabaja con temas duros suele tener mucho humor; es una forma de resistir. No queríamos una película grave de principio a fin. Que el público pudiera reírse un poco para, después, sentir el golpe emocional con más fuerza. El otro día alguien me dijo: “Lloré quince veces, pero me reí diez”, y me pareció perfecto.
—Camila, tenés el peso del protagónico. ¿Cómo fue para vos?
Camila Plaate: Muy distinto a mis otros trabajos. Belén parte de un caso real, reciente, y eso implica otro tipo de compromiso. Cualquiera puede buscar los hechos, leer sobre lo que pasó, y eso te da una responsabilidad enorme. Me llena de orgullo ser quien le pone cara y cuerpo a Belén, sabiendo que ella decidió mantener su identidad en reserva. Es una carga, sí, pero sobre todo es un honor. Y también me emociona que una historia nacida en una provincia como Tucumán —donde suceden tantas injusticias que no siempre llegan al resto del país— tenga hoy esta visibilidad. El cine tiene la capacidad de generar conversación, incluso entre quienes piensan distinto, y eso me parece poderoso.
—¿Qué impacto esperan generar en el público?
Fonzi: Hay algo interesante con Belén: no es una película sobre la militancia ni sobre la ley del aborto. No se trata solo de mujeres luchando, aunque claro, eso está. Pero lo que deja es otra cosa: una sensación de esperanza.
Si se pudo entonces, se puede ahora. La unión hace la fuerza, pero también las decisiones individuales. Soledad era solo una abogada en su pueblo, le cayó este caso y decidió poner el cuerpo. Decidió no mirar para otro lado.
Eso es lo que me gustaría que quede: la idea de que cualquiera puede cambiar algo, aunque sea pequeño. No hace falta ser mujer, ni feminista, ni militante. Basta con animarse a hacer lo que es justo.
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El caso de Belén, la joven tucumana a quien Dolores Fonzi dedicó su premio