MATIAS CASTRO
Tres fines de semana seguidos en el primer lugar de la taquilla estadounidense, no son la razón fundamental para ver una película. En el caso de Happy Feet, se suman otros motivos más fuertes.
Ya se sabe que el fenómeno de la "mejor película del fin de semana", lo han experimentado bodrios inenarrables y grandes filmes. El caso de Happy Feet tiende más a la segunda categoría que a la primera.
Otro argumento podría ser la calidad técnica de la animación, cada vez más detallista y más efectiva en lo virtual. También se podría hablar de que es un musical o de que detrás de cámaras (o más bien de las computadoras), está George Miller, un australiano de carrera más que atendible.
zapateando. La trama anticipa un filme para niños muy pequeños y el título, Pies felices, no hace mucho para cambiar esto. Mumble, un pingüino emperador, debe adaptarse a la costumbre de los suyos de cantar para comunicarse con el otro sexo. Todos cantan bien, salvo él, que nació con una pésima garganta pero con unos excelentes pies. Así que lo que instintivamente le nace es zapatear. Como ocurre casi siempre en estas historias, Mumble es desterrado y debe buscar refugio entre otros pingüinos de menor categoría.
Desde que Pixar se largó al ruedo con Toy Story, hace una década, el cine de animación industrial ha dado dos pasos, que se reflejan en Happy Feet. Se ha volcado hacia la animación digital buscando nuevos estilos y formas de representar la realidad. Y también ha contemplado con más frecuencia a los adultos, inevitablemente arrastrados por sus hijos a los cines.
La película de los pingüinos tiene detrás un enorme trabajo técnico, respaldado por una inversión de 85 millones de dólares y un equipo de trabajo de casi mil personas. Para los diseños de producción enviaron dos equipos de investigación fotográfica a la Antártica, que capturaron paisajes, texturas y luces del lugar. De ahí tomaron unas 80 mil imágenes.
Al igual que en otros casos recientes, como el de Cars o La era del hielo 2, cada una en su estilo, los resultados puestos en la pantalla son impresionantes. "En Hollywood, los egos de los animadores no varían mucho del de los actores", dijo un animador español que trabajó en Happy Feet.
Se puede argumentar también que animar 8 millones de plumas de un solo pingüino es más que nada una cuestión de pericia e infraestructura, que no implica necesariamente arte. Sin embargo el cómo se muestran esas plumas (más el pingüino y todo lo que hay a su alrededor), depende mucho del ojo del director.
autor. El que ocupa este rol en la película, además de ser coguionista, es George Miller, un australiano que en los ochenta tuvo bastante trabajo (las tres Mad Max, Las brujas de Eastwick y otras), aunque en los últimos quince años ha estado más tranquilo (el guión de Babe 1 y 2 y la dirección de la secuela). La razón por la que dirige con tan poca frecuencia, según contó en una entrevista con el sitio web Dark Horizons, es que prefiere dedicarle mucho tiempo a la escritura de sus guiones.
Para filmar Babe, Miller debió esperar casi diez años entre que descubrió la historia original y el momento en que la tecnología le permitía los efectos especiales necesarios. En el caso de esta nueva película, la tecnología ya estaba disponible, según contó en esa misma entrevista, y lo que lo animó fue visitar las salas de edición de El señor de los anillos.
Se ha dicho que esta historia entre pingüinos emperadores y alelíes, encierra un comentario social y político sobre los inmigrantes. Unos son ceremoniosos, mientras que los otros son dicharacheros y, sobre todo, tienen acento caribeño. "Me quería mantener fiel a lo que sucede en la naturaleza", dijo Miller a La Nación. "Las divisiones que se dan en el mundo animal también las tenemos entre los humanos, y siempre hemos tropezado con la inhabilidad para comunicarnos".
La conexión argentina de los inocentes pingüinitos
Uno de los coprotagonnistas del filme, se llama Néstor, y se trata de un pingüino argentino. En entrevista con La Nación, Miller descubrió la coincidencia entre ese dato y el hecho de que el presidente argentino tuviera el mismo nombre y el apodo de "Pingüino".
"La verdad es que sí se parece a un pingüino, con esa nariz... espero que sea mejor gobernando que lo que se ve en las fotos", fue el comentario que le hizo al periodista al ver las fotos de Kirchner en Internet.
En la web las especulaciones al respecto no se habían hecho esperar, incluso antes del estreno de la película. Es que el personaje no sólo comparte el nombre y el género, sino la nacionalidad.
Sin embargo el personaje que es todavía más argentino es Amoroso, uno de los pingüinos adelíes que se hacen amigos de Mumble cuando este es desterrado. Su voz en el original está puesta por Robin Williams. "Elegí darle a Amoroso una tonada argentina porque es un pingüino como los que existen en la Patagonia, y porque el personaje tiene una alta cuota de machismo; es un gran seductor, como se creen muchos hombres argentinos. Es un pingüino de tamaño pequeño pero ego grande", dijo el comediante, medio broma y medio en serio, según el propio periodista de La Nación. El actor aclaró luego que no conoce Argentina pero que tiene buenas referencias.
Cuatro referencias importantes en la trayectoria de George Miller
1 - Mad max
La primera película en cine de Miller y el primer protagónico importante de Mel Gibson. Era una historia futurista, ultraviolenta, con tanto éxito que generó dos secuelas, también de Miller. Para algunos, la trilogía de Mad Max se mantiene como películas de culto.
2 - Las brujas de eastwick
Se basaba en una novela de John Updike y su reparto ya justificaba todo: Jack Nicholson, Cher, Michelle Pfeiffer y Susan Sarandon. Tres mujeres conjuran a un misterioso hombre, que por satisfacer sus deseos termina desencadenando terribles consecuencias.
3 - Un milagro para Lorenzo
Un niño de siete años, Lorenzo, adquiere una extraña enfermedad degenerativa del cerebro que aparentemente no tiene cura. Sus desesperados padres (Susan Sarandon y Nick Nolte) recurren a la búsqueda de soluciones alternativas y deben cambiar su forma de pensar para esto.
4 - Babe, el chanchito valiente
Es la historia de un cerdito que aprende a trabajar con las ovejas y es llevado a un concurso por esto. Se dice que para filmarla se sacrificaron 49 chanchitos (sacrificio que no es necesario con los pingüinos digitales), pero lo mismo se habla de Chatrán.