Oscar Larroca, su obra y el momento cultural: "El vértigo no ayuda a la reflexión"

Oscar Larroca

Entrevista

El artista plástico, docente y ensayista fue el responsable de los dos acontecimientos culturales del año: la recopilación de artículos de Jorge Abbondanza y la retrospectiva de Espínola Gómez.

Oscar Larroca estuvo en dos de los hechos culturales más relevantes de 2021: la selección deDespués del estreno(Ediciones de la Plaza), la recopilación en tres tomos de artículos de Jorge Abbondanza y la curaduría de El mirador cavante, la retrospectiva de Manuel Espínola Gómez en el Museo Nacional de Artes Visuales.

Fueron dos de sus mentores, por lo que la experiencia tiene que haber sido removedora. Además en 2018 publicó Gráfica Ilustrada (Ediciones de la Plaza), una obra completa de sus trabajos para la prensa y en 2020, 100 sobre 100 (Ediciones de la Plaza), centenar de ilustraciones sobre un centenar de películas acompañadas por textos de Guillermo Zapiola.

“No estoy haciendo obra propia porque he estado en un montón de cosas”, dice Larroca. Y enumera: “en los últimos seis años publiqué cerca de cinco libros, participé en una película, Sangre de campeones, para la que hice 100 dibujos; colaboré en algunas curadurías, además de dar mis clases y ser editor de la revista La pupila”.

Y además recibe a El País.

—En 2018 publicó Gráfica Ilustrada que reúne sus dibujos para la prensa. ¿Por qué eligió esa faceta de su obra para compilar?

—El motivo siempre fue guardar testimonio de lo producido. En Uruguay faltan proyectos editoriales así, dedicados a pintores, caricaturistas, historietistas, diseñadores gráficos. Hemos perdido un poco la memoria patrimonial. Así que era dejar testimonio de cómo se trabajaba para la prensa en los años en que había que presentar los originales a tinta, por ejemplo. Eso me pareció valioso. Y después era una forma de ver yo mismo todo ese material impreso y un poco homenajearlo a partir de su edición.

—Con una obra así de variada, ¿cómo se ubica en el medio artístico local?

—Hablar de uno es complicado. Sinceramente nunca me puse hacer una evaluación de mi persona en tanto el legado o en qué pude haber contribuido a la plástica nacional.

—Entonces, ¿cómo cree que lo ven?

—Creo que como alguien versátil que ha trabajado bastante. Y aunque hago muchas cosas, tampoco he expuesto muy seguido: a veces entre una exposición y otra han pasado 15, 18 años. Sin embargo, nunca dejé espacios vacíos. Después de una exposición viene un libro, y después una colectiva y la publicación de una revista que se mantiene en el tiempo y después sale otro libro. Hay una continuidad en todos los proyectos que encaro.

—¿Es algo que buscó?

—No, es más fuerte que yo. Siempre digo “esto es lo último que hago y me voy a tomar un descanso largo” pero cada vez que lo digo de forma fortuita aparece el compromiso de involucrarme en un proyecto.

—Como lo de Abbondanza...

—Estaba en plena organización de la muestra de Espínola Gómez y Enrique Silveira solicitó mi auxilio para recopilar el material de Jorge. Y le dije que sí y lo hice con mucho gusto. Al final, siempre las cosas lo buscan a uno.

—Tanto Abbondanza como Espínola tienen que ver con su propia historia y nuestro pasado cultural. Después, de mirar tanto para atrás, ¿cómo compara aquello con este presente?

—Ese pasado está involucrado en el presente porque soy yo haciendo estas cosas. Todo eso, el libro, la muestra, Gráfica ilustrada, está atado a la memoria y tiene que ver con quién soy yo ahora: alguien que quiere mantener la idea de que lo que se hizo en algún momento tiene que ver con nosotros mismos hoy y mañana.

—Me refería más en términos de una pretendida degradación cultural.

—A nivel del arte, por ejemplo, hay un compromiso muy distinto en algunos críticos contemporáneos. Y vendrán nuevas plumas, vendrá una nueva forma de observar el fenómeno artístico a través de la crítica especializada. Soy bastante parricida en ese sentido. Pero debo admitir que críticos de arte como Abbondanza o el recientemente fallecido Nelson Di Maggio se entregaban con una pasión y devoción que serían bastante difíciles hoy dada la atomización de la información, el poco espacio, el poco tiempo, la acumulación de cosas para ver. No ayuda mucho la época en que estamos viviendo para que un crítico pueda tomarse el tiempo necesario y escribir de la forma que se escribía antes. Leyendo artículos de Abbondanza, uno siente que a veces escribía de una forma un poco acartonada con florituras del lenguaje que no se acompasan con la producción simbólica que estamos viviendo pero dejó un legado importante como pensador y fue buena la idea de Enrique de querer dejar sentado este testimonio de una época de la crítica uruguaya.

—El público también ha cambiado...

—Sí porque el acceso a la información es mucho más de consumir y tirar. La oferta es muy amplia y uno se pierde en el mar de la información. Se ha perdido un poquito el hábito de la lectura pausada, aquello de reflexionar sobre lo que se está leyendo y volverlo a leer. Y no es porque la gente no escriba -de hecho se escribe mucho más que antes- pero una cosa es escribir o leer mucho y otra cosa reflexionar sobre lo que estás leyendo o escribiendo. Tampoco hay formadores de opinión y las plataformas de comunicación han cambiado muchísimo. Falta espacio y falta tiempo y eso a un público ya disgregado se lo hace todo más cuesta arriba.

—¿Le preocupa?

—Es un poco preocupante porque la rapidez no ayuda a la hora de poder analizar un juicio crítico con el tiempo que se merece. Si bien la vida transcurre de forma mucho más rápida, la comprensión humana tiene su tiempo de reflexión y el vértigo no ayuda a esa reflexión. Tal vez el cerebro humano se vaya habituando a esta forma de consumir; de saber diferenciar y leer; de pensar, en definitiva, de otra manera. Pero por el momento eso es todo una incógnita.

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