Aquellas pequeñas cosas

| Con "Historias mínimas" ganó grandes premios en La Habana, San Sebastián y Montevideo

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FABIAN MURO

Responsable de una de las mejores películas que se verán este año en Uruguay, Historias mínimas, el director y guionista Carlos Sorín volvió a Montevideo para promocionar su más reciente obra, la tercera de su filmografía.

El film que dirigió y co-guionó junto a Pablo Solarz tuvo una exitosa gira por distintos festivales internacionales: ganó en los festivales de San Sebastián, La Habana, Fribourg y Montevideo, donde fue elegida la mejor película en la última edición del festival de Cinemateca. "Por supuesto que nunca me imaginé que esta película iba a tener semejante repercusión", dice Sorín antes de adentrarse en el relato del nacimiento de Historias mínimas, un proceso en el cual el concepto de "diseño de producción" fue esencial.

Como el realizador ha empleado ese término reiteradas veces en entrevistas para distintos medios de comunicación, conviene que lo aclare: "Es algo que me apasiona, una de las instancias que más disfruto en el proceso de la realización. Para mí, es como planificar una campaña militar desde el escritorio. Por un lado tengo el guión, por el otro el presupuesto y a partir de eso comienzo a manejar distintas variables: equipo técnico, tiempo de rodaje, equipamiento tecnológico y así sucesivamente, hasta tener un diseño de producción adecuado para lo que quiero filmar".

Tal método de trabajo es el que le permite luego a Sorín guiarse por la intuición. "Para mí, una película se gesta durante el rodaje antes que en la escritura del guión. Cuando uno escribe el guión, es fácil que se genere un ‘microclima’ en el cual todo parece funcionar y encajar perfecto. Eso me pasó en mi segunda película, Eterna sonrisa en Nueva Jersey. En el guión, parecía buenísima, pero en la pantalla el resultado fue muy distinto. Para que no me pase más lo mismo, me obligo todo el tiempo, durante la escritura del guión, a ponerme en el lugar del espectador. Me pregunto constantemente cómo hago para que la tensión no decaiga. Porque no hay que olvidar que el espectador te otorga una hora y media de su tiempo y paga por ello. Hay que mantenerlo entretenido durante ese rato", dice con lógica irrefutable.

Por esas razones, Sorín prepara todo para que durante el rodaje pueda cambiar lo que le parezca necesario. "Si en determinado momento me doy cuenta de que algo que estaba en el guión o la situación de un personaje debe ser modificada, tengo que tener la posibilidad de hacerlo. Me gusta disponer del tiempo que sea necesario para filmar. Para Historias mínimas estuve más de dos meses in situ. Además, filmo mucho material".

Claro que Sorín no admite más improvisación que la estrictamente imprescindible: "Cuando encontré al actor que iba a interpretar el papel de Don Justo, adapté parte del guión para que le quedara mejor a él. Pero la estructura dramática no se altera, solo lo suficiente como para permitirme tener cierto grado de ‘cintura’ durante del rodaje".

Para el director argentino, el montaje es otro de los momentos mágicos del cine: "Sí. Es cierto que durante el rodaje se gesta una película, pero es en la sala de montaje que cobra el sentido final y por eso me gusta disponer de mucho metraje filmado, porque también durante el montaje puede que la película cambie de dirección. Si por ejemplo me encuentro que uno de los actores durante una pausa tiene una expresión interesante en su rostro, lo filmo. Después, durante el montaje, puedo insertar esa expresión en la película y que sirva para el propósito dramático, aunque no estuviera planificada en lo previo. También aclaro que yo edito mucho durante el rodaje, en una computadora portátil".

Algo que se ha señalado una y otra vez sobre Historias mínimas es el excelente rendimiento que Sorín ha logrado del elenco, en el cual solo figuran dos actores profesionales. El resto pisaba por primera vez un set de rodaje: "Pienso que nadie mejor que un panadero para hacer de panadero o un policía para hacer de policía. Uno de los propósitos que tenía para Historias mínimas era hacer una película que tuviera una fuerte impronta documental, como si estuviera filmando algo irreptible. Por esa razón también es necesario contar con tiempo para filmar, porque los que van a actuar necesitan un periodo de acostumbramiento a las cámaras. Pero aclaro, es el cine que a mí me gusta hacer: rodar en escenarios naturales, con luz natural y con la libertad para guiarme por la intuición. No podría hacer una película en un estudio, con decorados y todo eso. Mejor dicho, lo podría hacer, pero no sería lo que yo quiero. De todas formas, esto es algo válido para mí. Otros pueden obtener buenos resultados con otro método".

A juzgar por las loas que ha recibido Historias mínimas, es un método de trabajo que le da excelentes dividendos. "Así como decía que me nunca me esperaba la repercusión que tiene Historias mínimas, también digo que me siguen sorprendiendo algunas reacciones de los espectadores. Muchos me han dicho que les parece una película solidaria y tierna, algo que yo nunca había pensado. Cuando uno se encuentra en el interior del proceso de realización, eso es imposible de detectar. Yo fui recuperando las emociones que a otra gente le produce la película en las exhibiciones posteriores; el silencio del público, por ejemplo. Eso es tan significativo como las risas. Ahí me di cuenta del potencial de la película, cuando la vi en una sala junto a otra gente".

REALISMO. La impronta del género documental en la nueva película de Sorín coincide con el realismo al que apelan varias de los más elogiados films del cine argentino actual: "Es el cine que queremos hacer y por eso me parece que nos da buenos resultados. Hace un par de meses se estrenó Historias mínimas en París y era una de tres películas argentinas en cartelera. En Madrid había aún más películas argentinas al mismo tiempo en la cartelera. Tenemos que aprovechar este momento para construir una industria cinematográfica argentina. El llamado ‘cine independiente’ mueve millones de dólares y hay que entrar en ese circuito".

Otro punto abordado por el director fue el de las nuevas tecnologías, o sea cine de celuloide versus cine digital: "Por ahora, no filmaría en formato digital a no ser que cuente con una cámara digital de alta definición. Pero esa cuesta más de 80.000 dólares y es un aparato pesado e incómodo. Una de las escenas de Historias mínimas retrata el viaje en auto de Don Justo. Todo eso fue filmado por mí con una cámara de Super 16 que llevaba en la mano e iba literalmente colgado del auto. Eso sería imposible hacer con una cámara tradicional. Pero pronto va a salir una cámara digital portátil del tamaño de una handycam y que va a costar cerca de 4.000 dólares. Eso va a traer una revolución, no tengo la menor duda".

Los próximos pasos de Sorín van en una dirección similar a Historias mínimas: "Me produjo tanto placer filmar esta película que quiero repetir la experiencia de trabajar con un equipo de gente muy reducido y actores no profesionales", concluye este confeso admirador del cine neorrealista italiano.

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