GUILLERMO ZAPIOLA
Como si el mundo no tuviera suficientes problemas, también hay una plaga de zombis. Ese es el punto de partida de El amanecer de los muertos, película de horror dirigida por Zack Snyder y protagonizada por Sarah Polley y Ving Rhames que se estrena hoy en Montevideo.
Se trata de una ‘remake’ del clásico de culto igualmente titulado en inglés Dawn of the Dead (y en castellano Muertos vivos-Batalla final) que George A. Romero dirigiera en 1979. Al igual que en ese antecedente, hay aquí un grupo de humanos atrapado en un ‘shopping center’ a merced de los zombis en cuestión, producto de una epidemia de origen desconocido que hace que los muertos resuciten con hambre de carne humana y expandan la plaga mediante contagio a través de las mordeduras. Inquietante, de veras.
ANTECEDENTES. Todo comenzó en 1968, cuando un entonces joven George A. Romero filmó una película de presupuesto bajísimo llamada La noche de los muertos vivos, en la que un fallido experimento gubernamental desencadenaba la plaga de zombis: en los años sesenta, claro, cuando la gente comenzó a desconfiar sensatamente de los gobiernos. En su momento nadie le hizo caso, pero con el paso del tiempo fue adquiriendo un ‘status’ de culto. En perspectiva, el film de Romero es uno de los puntales del cine de terror moderno, el título que le dio carta de legitimidad al "gore" u horror explícito y acentuó en el género una tendencia al comentario social (mientras el canadiense David Cronenberg exploraba en cambio una vertiente freudiana y venérea).
El film de Romero generó una extraña, doble descendencia. En 1979 el propio director hizo la excelente secuela que ahora Zack Snyder repite, en la que había inteligencia, truculencia, humo negro y varias dosis de sátira. En 1985 Romeo filmó otra continuación menos convincente, titulada El día de los muertos vivos. En 1990 hubo una ‘remake’ del original, dirigida por Tom Savini, que seguía muy de cerca a su modelo salvo algunos significativos cambios (tal vez "políticamente correctos") en el desenlace.
Curiosamente, hubo al mismo tiempo otra rama de secuelas impulsada por el guionista de Alien Dan O’Bannon, que comenzó en 1985 con El retorno de los muertos vivos, dirigida por el propio O’Bannon, que bromeaba con la idea de que el film inicial de Romero no era una ficción sino un documental, y conoció dos continuaciones, El regreso de los muertos vivos II (1988, director Ken Wiederhorn) y El regreso de los muertos vivos III (1993, una derivación de nivel superior dirigida por Brian Yuzna). La coexistencia de esas dos series generó una curiosa controversia en torno al tema del "copyright": a Romero se le permitió seguir utilizando en sus títulos la palabra "dead", mientras "Return of the living dead" se convertía en propiedad de O’Bannon. Todo muy raro. O muy bizarro, para estar a tono con el clima de las películas en cuestión.
REGRESO. No se brindan explicaciones acerca del origen de la plaga en El amanecer de los muertos. Los zombis simplemente están allí afuera, son un peligro creciente, y el pequeño grupo de supervivientes que se refugia en el abandonado centro comercial debe pelear por su vida, hacer frente a sus propios temores, y aventar sospechas con respecto a sus compañeros de infortunio. Huyendo de sus monstruosos perseguidores, la joven Polley une fuerzas con el policía Rhames, el vendedor Jake Weber, un tipo de la calle (Mekhi Phifer) y su esposa embarazada para hacer frente a la amenaza. Se trata, al parecer, de un combate desesperado y quizás inútil. También puede ser (eso esperan los aficionados al género) aterrador.
Zombis elogiados por la crítica
La crítica cinematográfica "seria" (así llamada porque suele reírse poco) desconfía casi visceralmente del género fantástico o de horror, excepto que se envuelva en el ropaje literario prestigioso de gente como Poe, Joseph Sheridan Le Fanu o Henry James. Sin embargo, a El amanecer de los muertos parece no estarle yendo mal en ese terreno.
El habitualmente confiable Roger Ebert, del Chicago Sun Times, señala que aunque el film no aprovecha las posibilidades de sátira al consumismo que George Romero había extraído del mismo tema, funciona en cambio en sus propios términos y es capaz de comprometer a su espectador con la suerte de, por lo menos, algunos de sus personajes. Con una dosis de humor, Ebert señala que "sabiamente, la película no abunda en esas escenas en las que un personaje deambula a solas mientras los espectadores gritamos mentalmente: ¡manténganse juntos!"
En una línea similar se expresa Adolfo Martínez, de La Nación de Buenos Aires, quien señala que "en memoria de la nostalgia, vale la pena volver a apoltronarse frente a la pantalla y, con algunos gramos de adrenalina, bastante pochoclo y abundantes gaseosas, los seguidores del género no saldrán defraudados ante este relato resuelto técnicamente con astucia y empapado de rojo rabioso y de horror desmesurado".