Por: Analía Filosi
Ganarse con trabajo, talento y esfuerzo el rol de reemplazo natural del número uno de la actividad en la que uno se desempeña, es un mérito por demás destacable y valioso. Pero también tiene su contrapartida. El techo casi se tocó, para llegar al lugar de privilegio hay que esperar que el número uno se retire o elija otro destino. Eso es lo que le ocurre a Daniel Castro en el Centro Monte Carlo de Noticias. Con 45 años de edad, es un periodista que ha dado muestras cabales de que puede ser el número uno del noticiero, pero tiene por encima de él a otro gran profesional que merece estar donde está, Fernando Vilar.
Lejos de desanimarse por la situación, Castro sigue demostrando día a día que el periodismo le corre por las venas y que es lo que más ama hacer. Hoy lo pone en práctica desde la conducción de Telebuendía, Teledía y la edición dominical de Telenoche. Además, mantiene en carpeta la idea del programa propio, ese en el que poder ejercer un periodismo más profundo, de análisis y con más tiempo para desglosar la noticia. Algo que en parte pudo desarrollar en Uruguay decide, el programa que Canal 4 diseñó para la última campaña electoral y en el que Castro compartió la conducción con Vilar, viviendo sabores y sinsabores. Con el ánimo de aclarar algunos de ellos y de reflexionar sobre su carrera hasta el momento, el periodista mantuvo esta charla con Sábado Show.
-La llegada de un nuevo Gerente de Programación condujo a cambios en los noticieros, ¿en qué te influyeron?
-Me mantengo en la Secretaría de Redacción, que básicamente me da la posibilidad de aportar ideas y tener cierta incidencia en los contenidos o en su distribución. En lo que era Telesemana (informativo del domingo), estoy en una tarea más que nada de conducción, hay otras personas que se dedican al armado. Antes el noticiero tenía informes especiales que lo habían hecho distinto, por las propias características del día. Había menos actividad, menos agenda, entonces se entendía, por parte del canal, que estaba bueno considerar otro formato. Después los informes fueron quedando un poco de lado en atención a otras exigencias de formato y necesidades de mi nuevo rol, por lo que tomó el formato típico de lunes a viernes, pasó a ser un noticiero más.
-Ahora los noticieros duran estrictamente una hora, ¿qué cambió con eso?
-Ha cambiado al noticiero y de una manera saludable, con evidencias de que resulta. A nosotros nos obliga mucho más a ir directamente al núcleo de la cosa, no nos podemos permitir distracciones. Para la gente creo que resulta más llevadero, más dinámico, porque muchas veces nos hemos dado cuenta de que, con menos tiempo, informamos más y eso me parece positivo.
-Entonces, ¿por qué duraban casi dos horas?
-Puede haber aspectos que la gente no considera muy directamente, como la comercialización de un espacio, que hace que se cargue mucho de avisos publicitarios y que al programador del noticiero le quede poco espacio para desarrollar las noticias. Además, el prime time en Uruguay tiene mucho vínculo con los informativos, que siguen siendo de mucho prestigio, entonces si yo fuera empresario o ejecutivo de una agencia buscaría que mi producto se viera en los noticieros. Ahí uno podría preguntarse si no se podía reservar el espacio para determinadas marcas o avisadores, algo así como prestigiar el espacio.
-¿Sienten que el cambio fue bienvenido por el público?
-Cuando uno observa las mediciones de audiencia, nota claramente que funcionó. Creo que la gente lo recibió con beneplácito. Los noticieros de los otros canales seguramente estarán considerando el cambio porque éste es un mercado muy chico, si uno se mueve, los otros observan ese movimiento. Si los mantienen largos seguramente será porque les resulta, son decisiones empresariales.
-¿Te gustaría contar con un programa para desarrollar más las noticias?
-Supongo que todos los que estamos en esto aspiramos a desarrollar con otra energía el perfil de periodista. A veces los noticieros terminan casi titulando las noticias, sin ir a la profundidad por sus propios tiempos. Es para que la gente se entere de lo que está pasando, pero si quiere profundizar hay otros medios, por eso está aquello de la complementariedad. Para eso existen los diarios, los semanarios, las radios. Eso te deja entonces la otra puerta, que es hacer un producto televisivo que pueda ir sobre determinados temas un poco más a fondo y esa inquietud es algo que se me plantea siempre como una posibilidad en el futuro, y peleo por eso. Todo el tiempo estoy tratando de aprender más, de informarme mejor, para que, si algún día sucede, me encuentre en un momento de inquietudes. También es cuestión de la biología, que pasa para todos y también para estos desafíos. Supongo que tengo que tener paciencia. Tengo paciencia e inquietudes.
-¿Cómo imaginás ese programa?
-Imagino un formato que resulte atractivo para la gente, que analice o profundice los temas con seriedad, con colaboradores que puedan masticar las cuestiones con solvencia, pero sin escapar a que es un producto televisivo y que está ese concepto de la información y el entretenimiento. Sería despegarnos de esas estructuras que, de repente, ya caducaron, y apegarnos a un formato más dinámico. De cualquier modo no lo veo como un proyecto personal exclusivamente, me gustaría participar de él si en algún momento el canal lo pone al aire. No puedo dejar de reconocer lo que son los costos de producción y que hay empresas muy potentes en el mundo que sacan un buen producto con equipos de cien personas para producir una hora semanal. Entiendo esas limitaciones, pero en Uruguay somos muy creativos. El público uruguayo además distingue lo que se hace con cariño, seriedad y actitud. Quiero sentir que eso que me corre por las venas, que es el periodismo, lo puedo ejercer más profundamente que en el noticiero.
UN ENSAYO. Fuera del noticiero, Castro co-condujo el año pasado Uruguay decide, un periodístico atado a la campaña electoral que tuvo como característica original el hecho de emitirse los domingos de mañana. Por allí pasaron todos los candidatos presidenciales y hasta se hicieron debates entre los pocos que no le huyeron a ese formato.
-¿Cómo fue hablar de política en la mañana del domingo?
-Uno puede producir un producto para determinado número de personas, que son las que en definitiva toman decisiones, o masificarlo. Creo que acá hubo un concepto de "hagámoslo, quién tenga interés en el producto nos va a mirar". Desde ese punto de vista, creo que resultó. Me parece que no hubiera estado mal hacer una apuesta por un horario más central, sobre todo porque el mercado es chico y la competencia tenía esos espacios en horarios más centrales. Nosotros teníamos equipo, recursos técnicos y humanos capaces de haber enfrentado un desafío de esas características en horario central. Para ser una primera experiencia, funcionó. Uno aspira que en el futuro en la mesa esté la eventualidad de ocupar un espacio central.
-¿Cómo lo evaluás desde el punto de vista de los contenidos?
-La propia agenda del último tramo de la campaña imponía temas específicos, no había mucho margen para ser muy creativo. Si lo mirara desde el lugar del televidente, me interesaba simplemente porque estábamos en un momento político intenso del país, no sé si era el programa que hubiera mirado a dos años de una elección. El programa fue creado para la elección y, como tal, funcionó. No era sostenible en el tiempo. No pasaba de ser una entrevista más o menos profunda a los principales referentes de la política nacional. No me imagino ese programa un domingo de mañana hoy, tendría que tener otras cosas.
-Hicieron debates entre presidenciables, aunque no fueran los que lideraban las encuestas.
-Fue un logro importante, hubo disposición de algunos actores del sistema político que entendían que eso debe ser parte de las reglas del juego. Uno ve las elecciones en otros países, como Brasil, y el debate ya está instalado como parte de las reglas, está en la agenda, no hay que eludir ni poner condiciones. No me gustaron algunos dichos peyorativos que manejaron que hicimos un debate de pelados peleándose por una peluca. Los medios forman parte de la sociedad, tienen que cumplir un rol social y dentro de sus responsabilidades está convocar al sistema político para que aporte sus ideas o para preguntarle lo que queremos saber. Todavía falta para que sea parte de las reglas del juego.
-Y hubo momentos de tensión.
-Fue una campaña muy acalorada, intensa y tensa. Además de extenuante por lo extensa que fue para todos, tanto para los políticos como para la gente, que ya no quería saber nada más. Cuando uno está trabajando con mucha carga emotiva, laboral, de sensaciones y reacciones, termina involucrándose en momentos de alta tensión. Eso te deja sinsabores porque hubo circunstancias que, de pronto, la gente no las interpretó. Errores que uno los comete pero con lealtad. Uno puede equivocarse con un choquecito en el tránsito local, pero difícilmente puede hacerlo cuando va manejando un Boeing 737 con 300 personas. Creo que el margen de error, en algunos espacios, casi no está permitido y menos en circunstancias tan tensas como la recta final de una campaña. Yo asumo que en un caso cometí un error y me marcó (ver recuadro). Lo más doloroso no fue el error en sí, sino las repercusiones que tuvo. Se habló de algo que va exactamente en contra de lo que yo siempre promoví, que es el periodismo serio pero con lealtad, no con mala intención, desagravio o con asumir el protagonismo del que uno carece. Creo que el protagonista es siempre, en una entrevista, el entrevistado. Por algo lo buscamos.
CUENTAS PENDIENTES. El sueño de Castro de llegar a la conducción del informativo central podría traer aparejado la concreción de otro sueño, que es formar parte de un programa matutino de radio, algo que hoy se lo impiden los horarios en el canal.
-Yo nací en la radio. En Tacuarembó, mi primera proyección profesional en la que le sentí el gustito a esto, fue en una radio y siempre uno tiene la aspiración de ocupar un espacio en ella. El partido muchas veces se juega en la mañana, justo cuando yo estoy en el canal, y los formatos vespertinos no se ajustan a mi estilo, más duro, más de periodismo matinal. He tenido algunas posibilidades, pero por el horario se van marginando. Es una de las expectativas que tengo.
-Junto con Telenoche central...
-Si uno está jugando en la Reserva, un día quiere llegar a Primera División. Pero la llegada a esa conducción quiero que sea precedida de una transición muy sólida. Si se entiende que lo debo hacer, que sea en función de los méritos y no de un cambio generacional. Conducir un noticiero no es simplemente leer un telepronter, tiene otras connotaciones que la gente conoce. Quien está hoy lo hace con mucha solvencia, Fernando Vilar ha ganado un espacio importante pero es consciente de que hay ciclos que se cumplen. Me gustaría que si algún día se diera esa circunstancia, fuera en esa transición amigable de quien entrega la posta con orgullo a quien lo precede. Quiero que él también sienta orgullo de saber que su lugar va a ser ocupado por alguien que va a honrar ese prestigio que el construyó. Que la gente entienda que somos parte de un equipo y que, muchas veces, el que aparece al aire no necesariamente es el que arma el noticiero o el responsable del contenido. Si en un futuro estoy asumiendo la conducción del noticiero central será porque Fernando pasó a retiro o está en tareas de más alta responsabilidad.
Caso Lacalle
Daniel Castro siempre tuvo ganas de explicarle a la gente lo que ocurrió cuando el Dr. Luis Alberto Lacalle se enojó con él en Uruguay decide, primero porque le incomodaron las preguntas sobre el uso de extras en los spots televisivos del Partido Nacional y luego por la inclusión de una entrevista al politólogo e historiador Gerardo Caetano.
"Asumo que cometo un error cuando incluyo el reportaje de Caetano. Las mismas preguntas le fueron realizadas al historiador para presentarlas en la entrevista con José Mujica y Danilo Astori, pero por falta de tiempo quedó pendiente. Cuando se da el pico de tensión con Lacalle, como consecuencia del debate por la utilización de extras en los spots televisivos, equivocadamente creí que una forma de salir de ese momento era emitir lo que teníamos `en boca`. Era la nota a Caetano, lo que molestó aún más al Dr. Lacalle. Visto de afuera, puede haber sido considerado como deslealtad y no fue así. En las redes sociales aparecieron afirmaciones muy injustas, lo que me molestó no tanto por mí, sino porque las podían leer mis hijos o mis padres. Fue doloroso porque yo, a ningún político, de ningún partido, en ningún momento de mi vida, le haría una zancadilla. Puedo hacerle una pregunta frontal, pero nunca con mala intención. En este caso, me marcó mucho porque es un político admirable por su capacidad de trabajo, por la permanente producción de ideas, por esa rebeldía del luchador que no se cansa. Admiro a las personas que asumen ese estilo de vida y no me importa a qué partido pertenecen. Lo asumí como una enseñanza. Si tengo que pedir disculpas al afectado, no tengo problemas en hacerlo".