Pablo Fabregat: el debut en Calle Corrientes, la polémica foto con Mujica y cuál es el problema que tiene en la vista

El comediante presenta "El Show del Tío Aldo" en el Teatro Premier de Buenos Aires y repasa los claroscuros de su carrera en los medios. "Antes sentía que la gente de la televisión no me daba vuelo de conductor", revela.

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Pablo Fabregat.
Pablo Fabregat.
Foto: Estefanía Leal

Sin buscarlo ni proponérselo, Pablo Fabregat llega con su espectáculo a Calle Corrientes de Buenos Aires. Lo hace bajo su alter ego, el Tío Aldo, el mismo que antes de hacerlo cruzar el charco le abrió las puertas de los medios, de los eventos y del cariño del público. Esta nueva hazaña ocurre gracias a un chiste que hizo durante una nota con Susana Giménez que llamó la atención de su productor Gustavo Yankelevich. Ocurrió casi de casualidad, acorde a lo que ha sido la carrera de este comunicador que se imaginaba periodista deportivo pero las vueltas del destino y su capacidad de “supervivencia” (como él dice) lo convirtieron en uno de los principales animadores de la televisión uruguaya y uno de comediantes más convocantes del país. En diálogo con Sábado Show, Fabregat habla de los claroscuros del oficio, se refiere a una polémica foto viral junto a José Mujica y explica cuál es el problema que tiene en la vista y que lo acompaña desde que nació.

-¿Cómo es que llegás a presentar El show del Tío Aldo en Calle Corrientes de Buenos Aires (19 de julio en el Teatro Premier)?

-Nunca en mi vida fue una meta llegar a Buenos Aires. Es una novedad extraña. Surge de un chiste que hice cuando entrevisté a Susana Giménez como Tío Aldo en Punta del Este. Le dije “soy un artista en situación de calle, actúo en pizzerías y es deprimente; decile a Gustavo (Yankelevich) que me saque de la miseria”. Pasaron los días y Yankelevich le dijo a Iñaki (Abadie): “Susana quedó impresionada con el personaje ese”. Con el paso del tiempo, un día Iñaki me dijo que fuera a su oficina y ahí estaba Yankelevich, que me dijo “está cerrado, vas a Calle Corrientes”. Al poco tiempo me llamó una productora para ajustar la fecha.

-¿Ya fuiste a conocer el teatro?

-No, voy a ir el mismo día (risas). En estos días ya me llamaron varias personas distintas: una productora, una contadora, un encargado de “stage”. Son cosas que en Uruguay nunca vi. Es una escala salvaje. Yo nunca tuve guionista, ni dirección ni nada. Soy yo solo contra el mundo. Hago lo que me sale porque ni siquiera tengo formación para eso. El otro día entré a la página de la productora de Yankelevich, vi la cartelera y es una locura. ¡Está “Rocky” y al lado “El Tío Aldo”!

-¿Cómo definirías el humor del Tío Aldo?

-Es un humor de observación, costumbrista, que juega con el sarcasmo. Pero no es chabacano o grosero. Creo que es un personaje que empezó como transgresor, pero hoy es bastante blanco. Es más light que lo que era antes y que lo que hacen otros en el rubro.

-¿En algún show el humor del Tío Aldo no logró entrar?

-Muy pocas veces porque acomodo mucho el humor a las circunstancias. Hace poco me dijeron que había muchos extranjeros y me pidieron que hable más lento, por ejemplo. Y si el show es en una despedida de soltero con hombres no puedo hacer un monólogo light. Tengo un monólogo para ese tipo de situaciones con más guarangadas y otro bien distinto para un público de adultos mayores.

Pablo Fabregat.
Pablo Fabregat.
Foto: Estefanía Leal

-¿Se pasa bien al momento de hacer monólogos en eventos? Muchos comediantes han dicho que se sufre en esas instancias.

-Cuando empezás con eventos es dramático. Te arruina psicológicamente, es devastador. Siempre te va mal y uno es más permeable a las malas experiencias porque todo es nuevo. Al año hay un quiebre: o te resbala lo que pasa y seguís o no aguantás más y lo dejás. Muchos del rubro hacían eventos y pensaban “paso mal pero es plata fácil”, pero llega un momento en el que por más que haya plata no se soporta más. Cuando te das un golpe te detonás el autoestima. Es lapidario. Rafa Cotelo y Manuela Da Silveira dejaron de hacer ese tipo de eventos, por ejemplo. Yo he hecho tantos que si me va mal pienso “hice lo mejor que pude”.

-¿Y qué te provoca hoy a vos hacer eventos?

-Los eventos me dan mucho. Aparte de la plata me dan calle, rapidez mental, oficio, y lo que más me da es la posibilidad de moderar el autoestima porque todo el tiempo hay gente que no sabe quién soy. Escucho “¿es el de Sonríe?”, que dejé de hacerlo hace años, o directamente no tienen idea. Si yo no tuviera ese contacto con la gente, podría comerme el cuento de “estoy en Del Sol y en Canal 12 así que soy un crack”. Pero en los eventos uno siente hasta la mirada de compasión de “lo que tiene que hacer este loco por el peso”. A veces hasta me lo dicen en la cara. Pero lo paso bien, igual que en la televisión o en la radio, ni más ni menos. Es un desafío dialéctico de enganchar una cosa con la otra y que no haya baches.

-Lo hacés bajo el personaje del Tío Aldo, ¿eso lo hace más sencillo?, ¿podrías hacer este tipo de eventos de civil?

-Si no fuera caracterizado ni en pedo me dan las agallas. Capaz que a esta altura sí porque es más o menos lo mismo, pero hacerlo detrás de un personaje ayuda. El comienzo es lo más difícil y el personaje te da una ventaja porque al irrumpir disfrazado llamás más la atención.

-¿Quién genera más ingresos?, ¿el Tío Aldo o Pablo Fabregat?

-Yo tengo un buen ingreso pero justamente porque soy dos personas que trabajan. Cada uno podría vivir con lo que hace: Pablo con sus quioscos y el Tío Aldo con los suyos.

-El público conoció primero al Tío Aldo y después a Pablo Fabregat, ¿cómo recordás ese proceso?

-Durante años si me decían de hacer algo yo prefería hacerlo como Tío Aldo. Quería seguir siendo un ignoto. Podía seguir andando en ómnibus y yendo al supermercado sin que nadie me mire. Eso era glorioso. Fue así hasta que empezó Sonríe en 2011, donde me empecé a mostrar sin estar disfrazado. Mucho tiempo después, cuando estaba haciendo Algo que decir (Canal 12) con Cecilia (Bonino) y ella decide irse, pedí para ser “Pablo normal”. Quería ser el mismo que soy en la radio, sin ser el personaje que se cree (Marcelo) Tinelli ni con ninguna otra caracterización. Quería mostrarme como un conductor más suelto.

-¿Entonces el público de la televisión recién empezó a conocer al verdadero Fabregat en 2021, cuando Bonino dejó Algo que decir?

-Sí. Yo a veces sentía que la gente de la televisión no me daba vuelo de conductor. No entendía si era porque no me valoraban. Pedí “dejame probar y si no encaro me tiran para afuera”. Y esa fue la primera vez que en televisión hice algo más natural. En el programa intento ser empático en las charlas y que el intercambio sea divertido y amable. ¿Cómo no voy a poder hacer un programa de tele con guión, cucaracha y producido si todos los días hago cuatro horas de radio que es sentarse a ver qué pasa?

-¿La pasaste mal con algún invitado en el programa?

-Lo que pasa a veces es que vienen artistas argentinos y sus productores no les avisan que el programa dura 80 minutos. En general vienen de hacer una gira de prensa larga, entonces cuando se enteran se quieren morir y muchas veces se calientan y se quieren ir. Me pasó con Cecilia Roth, que es una grosa. Tuve que ir a hablarle para decirle “se te va a pasar rápido, hablá lo que vos quieras, es un honor que estés acá”. Estaba re quemada, pero no era culpa nuestra.

Fabregat como "el Tío Aldo".
Fabregat como "el Tío Aldo".
Foto: difusión

-¿Qué pensás de la cultura de la cancelación?, ¿te preocupa quedar “cancelado” por un comentario de humor que sea tomado a mal?

-Es terrible. Alguien agarra un dislate y pone “miren lo que dijo el vejiga este” y ya está, como pasó con el edil de Rivera en su momento que caímos todos en la misma bolsa. El tema es que permanentemente decimos dislates porque si uno hace humor todo el tiempo está ofendiendo a alguien. Yo hago un chiste de tuertos porque soy un tuerto y si alguno se ofende y dice que le falté el respeto tengo que salir a pedir perdón. Pero en el fondo está bien que te cancelen: si le erraste, quedás afuera. Son los costos del oficio, no es tan dramático.

-¿Son los costos del oficio?, ¿no es injusto muchas veces?

-Sí, pero es parte de esto. Es cierto que sentir el odio es horrible. Lo sufrís y pasás horrible. Empieza una bola de nieve en la que decís “cuándo termina esta pesadilla”. Pero hay que bancar. Como mediocre que soy, lo que hago es estirar el cuarto de hora lo más que se pueda porque cuando se venga la guadaña hay que estar cubierto por un tiempo. Después puedo reconvertirme y buscar un trabajo de ocho horas digno.

-¿Pensás que puede pasar?

-Sí, todo el tiempo. Yo no me meto en política ni hago nada para que me odien, pero sé que haciendo esto tengo mucha exposición y riesgos. Así que puede pasar.

-Decís que no te metés en política, pero también has recibido señalamientos por simpatizar supuestamente con un partido político.

-Por la radio en la que trabajo y por los integrantes del programa, casi siempre se reproduce una foto en la que estamos con Mujica y dicen “estos bolches, estos zurdos están todos prendidos”. A los pocos días fuimos a la casa de Sanguinetti y tenemos la misma foto con él, pero la que circula es la de Mujica. En la radio es evidente que hay un par que tiran para un lado, pero yo leo los insultos y digo “¡No soy zurdo, sorete!”. Yo voté de todo un poco y para mí todo es más o menos lo mismo.

-Para cerrar, ¿te puedo preguntar por el problema en la vista?, ¿es de nacimiento?

-Sí, según me dijo mi padre nací sin el músculo que mueve el párpado izquierdo. Un oculista que vivía en la esquina de mi casa se dio cuenta: “ese nene no usa el ojo”. A los 18 meses me operaron y me pusieron como una tanza que me levanta el párpado y que funciona hasta hoy, pero a su vez el ojo al no usarse se fue un poco para adentro. Es como si fuera tuerto sin serlo porque uso solo el ojo derecho con un mínimo apoyo del izquierdo. Nunca me tuvieron que corregir ni arreglar. Tampoco averigüé para hacerme una cirugía estética. El reparto vino así.

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