Nina Miranda: el milagro de un muy esperado regreso

A los tres años de edad le demostró a todos los fieles que llenaban la iglesia de la Aguada un domingo de mañana cuando en plena misa e interrrumpiendo el sermón del cura, se puso a cantar el tango "Pato", que sería una gran intérprete del género que consagró Gardel. Pese a que la reacción de la gente fue favorable y llena de simpatía, dada la excelente voz y el sentido musical que la precoz cantante trasuntaba, su madre se sintió abochornada y abandonó rápidamente el templo con ella de la mano. Pero apenas diez años más tarde, nuestra protagonista ya era una adolescente de 14 años, fue la propia madre —que ya intuía el enorme futuro que se abría para la mayor de sus hijas en el canto— quien la animó a presentarse en un concurso de cantores que organizaba CX 32 radio Aguila. Lo ganó y definió claramente su futuro: sería cantante de tangos. Una orquesta de señoritas llamada "Las Golondrinas" la dio la primera oportunidad de expresar libremente su vocación; después ingresó a una compañia teatral, llamada "Renacimiento", en la que alternaba como actriz y cantante y que se presentaba en recreos y cines de barrio. Seis meses duró esta experiencia, pero sirvio para que Nina Miranda (todavía actuaba con su nombre de familia, Nelly María Hunter) extendiese sus mentas artísticas por su nuevo barrio, el Cerrito de la Victoria. A esta actividad siguió una nueva vinculación con otra orquesta de señoritas; se unió al grupo —lo dirigía Teresita Aristi— para cantar el género que la apasionaba, el tango, junto a Pepita Fernández (luego esposa de Rolando Gavioli) quien entonaba temas españoles. En 1942 la orquesta se fue a Brasil donde actuaron durante tres meses en escenarios de Porto Alegre y del sur del país. En 1945 repitieron la gira con la misma agrupación, que en ese momento dirigía la bandoneonista y acordeonista Hilda Sorondo; esta vez la actividad en Brasil se extendió durante seis meses, tres de ellos en San Pablo. Al regreso a Montevideo y ya bautizada artísticamente como Nina Miranda comenzó a actuar con las más cotizadas orquestas del medio; así desfiló por las de Luratti, Pellejero y Francisco Reinares. Fue el tiempo de su consolidación artística; junto a esos maestros aprendió técnica (comenzó a frasear en forma impecable) y otros secretos de la profesión. Entre 1950 y 1951 se unió a la formación que dirigía Juan Cao (el otro cantor era Alberto Bianchi). En marzo de 1952, el destino hizo que se encontrara con Juan Esteban Martínez en los estudios de Sondor. El director le propuso grabar el tango "Maula"; ensayaron unos cuarenta minutos y registraron la obra. Fue un exitazo impresionante que además despertó el interés de Donato Racciatti en lograr el concurso de la cantante; se firmó el contrato y el dúo hizo su primera aparición pública en el sainete "El Conventillo de la Paloma". Durante seis meses consecutivos actuaron a teatro lleno. Siguieron las actuaciones con Racciatti en el café Ateneo, los bailes, las giras por el interior, la consagración de inolvidables temas. Hasta 1955 el binomio Nina- Racciatti marcó récord de popularidad en el país; cuando sobrevino la separación Nina viajó a Buenos Aires. En la capital porteña reiteró el éxito montevideano: grabó un LP con la orquesta de Graciano Gómez llamado "Fumando espero" y estiro su actuación por salones y tanguerías durante cuatro meses. Cuando Augusto Bonardo, que había sido su presentador durante las temporadas en CX 14 El Espectador volvió a Buenos Aires la llevó a radio Belgrano. Ya no volvería, por lo menos para actuar, a su Montevideo natal hasta el año 2004.

Cuando Nina Miranda estaba cantando en "La Querencia" de Buenos Aires conoció a su futuro esposo, Eduardo Fernández, productor de programas de radio Splendid. Cuando se formalizó el negocio, él le planteó su deseo de que no cantara más. Nina priorizó el amor y su voz se silenció durante cuarenta años. Pero en junio del 2004 Nina reapareció en los escenarios tangueros: primero Buenos Aires y después nuestro país. "Sentía una gran necesidad física y espiritual de cantar", dice hoy una exultante Nina Miranda, asombrada por el cariño y el recuerdo que le profesa la gente, después de tantos años de alejamiento. Una gran amiga, Elba Cosentino, la hija del autor de "Quema esas cartas", la animó al regreso y entonces ella decidió que la vuelta a la actividad tenía que ser rpor todo lo alto. Inició en marzo del 2004 clases de canto con el maestro Héctor de Rosas, que fuera cantor de Astor Piazzolla, y en junio volvió a subirse a un escenario: fue el de la confitería "El Vesubio", en plena calle Corriente, donde sigue cantando todos los martes de noche. Después otra vez a Montevideo, tanguerías y televisión. Y ahora, mientras se acerca al 80‚ cumpleaños, esta uruguaya hija de tacuaremboenses estudia sus próximos pasos artísticos desde su casa del muy porteño barrio de Floresta. Que podrán ser en Buenos Aires, en Montevideo o en el interior uruguayo, no importa. Lo trascendente que en esas actuaciones deslumbrará con el caudal de voz que mantiene y con la maestría y la emoción conque se expresa, al público que se vuelque a aplaudirla y a expresarle un cariño y una admiración que cuarenta años de ausencia sólo han servido para acrecentar.

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