Músico a 4 manos

| Mateo Moreno

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Por: Mariángel Solomita

La propia música es capaz de aburrir a Mateo Moreno. Está grande, dice, y se exige más. Quiere dejar hablar a la melodía y contener las palabras. Elegirlas; por eso está leyendo cuatro libros al mismo tiempo. Ahora trabaja la música a diario. Como productor, como compositor, como escucha, como investigador, como profesor. Interactúa con proyectos distintos -integra la banda de Martín Buscaglia y de Edú "Pitufo" Lombardo-con el principal fin de no caer en la vieja sensación "de tener que cerrar el ciclo". Dejó la banda grande y volcó en Auto una década y media de alaridos. Pero eso fue hace dos años. A fines de 2010 presentó Calma, un disco que lo encuentra en otro lugar vital, y entre otras paredes de su búsqueda sin fin. Y consciente de la responsabilidad de ser músico, de renovar lenguajes; de la necesidad de cambiar para no aburrirse.

-La libertad artística que sentiste con Auto, ¿perdura?

-Sí, totalmente, incluso se desarrolló un poco más, yo creo que está remontando. Aunque Calma es otro tipo de disco del que fue Auto, lo logré.

-El primer comentario de Auto fue que no se trataba del disco de un bajista, sino de un cancionista, ¿conceptualmente pensaste a Calma más por el lado de la composición instrumental que letrística?

-No, el otro disco quizá es un poco más heterogéneo, quizá por eso parece que tiene más letras. Este es un disco donde el hilo conductor es el disco en sí mismo, como debe ser. El primero fue un experimento donde el hilo soy yo. Este es un disco más estándar: 11 canciones, de 3 minutos...

-¿Es menos intimista?

-La mayoría de los temas están volcados hacia mi experiencia de haber sido padre, y fueron compuestos con mi hija dando vueltas por ahí, hay muchas canciones para ella, para la situación del cambio de vida. Para el otro disco los temas fueron compuestos en diferentes contextos, tiempos...Algunos fueron presentados para No Te Va Gustar (NTVG), otros fueron compuestos después de mi salida de la banda, otros inmediatamente antes de que me fuera. Los temas estaban y yo rearmé con esas piezas. Pero en Calma compuse todo el disco y lo arreglé en seis meses, en casa.

-El proceso de gestación de Auto fue muy concentrado, grabaste todos los instrumentos y luego pediste a los músicos que lo reprodujeran, ¿cómo fue en este caso? ¿Hasta dónde llegó la intervención de tus músicos?

-La diferencia fue que no quise estar tan enfermo 12 horas en un estudio y llamé a Gustavo Montemurro para la producción. Me dijo que conociendo lo loco que soy proponía una co-producción, no quería toda la responsabilidad (risas)...soy muy obsesivo cuando trabajo, pero porque me gusta mucho. Hicimos las maquetas y armamos el disco. Ensayamos un mes con los mellizos (Martín y Nicolás Ibarburu) y cuando estuvo pronto fuimos a grabar, grabamos en 4 días. La gran diferencia es que este es un disco en vivo en un estudio, está menos pensada cada nota y los músicos tienen más libertad, no está pinchado.

-¿Por qué esta elección?

-Fue una maduración, me di cuenta de que yo puedo tocar un disco en vivo y grabar como se grababa antes. Los discos que más me gustan fueron grabados así, y te hablo desde los Beatles hasta cosas más recientes. Ahora con el home studio a mí me preocupa un poco que las nuevas generaciones se dediquen más a producir y a buscar el sonido y a loopear que a tocar. Eso lo hacen tanto y es tan fácil...prefiero tocar que es más difícil, ¡y hasta fue más barato !

-¿Pensaste en los invitados deliberadamente o lo pedían las canciones?

-Esto te lo digo a modo de productor artístico: si uno escucha las canciones, las canciones llaman, piden cosas. Yo ya había tenido un intercambio con Santullo en NTVG, y acá quise que hiciera lo mismo en Al amparo. Jaime Roos me invitó al concierto -Candombe, murga y rocanrol-y vi que no era inalcanzable (risas), yo le había pedido dos veces que participara con NTVG y no había aceptado. Un logro. A Julieta Rada y a Socio (Federico Lima) ya los había invitado antes.

-Te gusta crear pasando por muchos géneros, ¿cuál abarcás con más responsabilidad?

-En este disco grabé por primera vez un candombe ¡Y la responsabilidad de que está Jaime! Es un género que no es nuevo en mí pero sí en mi disco, lo tomo con mucha responsabilidad. Incluso participó Ricardo Lacuan que es un gran guitarrista, tocó con Vinicius de Moraes.

-¿Cómo despegarse de toda corriente? ¿Es una preocupación para tí?

-Es que lo estoy sin querer. No sé si de tanto repetirlo se hizo realidad (risas), pero creo que ya se dio, porque toco con mis proyectos, toco con los mellizos, toco con Buscaglia, con Pitufo, en Brasil con Legiao Urbana, ¡soy un divague!

-Dicen algunos colegas tuyos que hay muchos Mateos, depende del proyecto, ¿cómo juega tanta versatilidad?

-Esto es lo que yo busqué y es uno de mis logros, y de mi suerte de haberme ido de la banda grande y haber tenido todo el trabajo que tengo. Yo quería una heterogeneidad que me permitiera aprender, tocar con músicos mayores, menores, tocar muchos estilos hasta entender qué es lo que quiero hacer, que es parte de mi proceso, yo estoy en un proceso evolutivo, en una búsqueda.

-¿En esa búsqueda hay alguna raíz que se esté afirmando?

-Hay estilos y temas que me gusta tocar más que otros, eso lo estoy aprendiendo. Ahora que estoy más metido en el candombe y la murga, que produje el disco de Tabaré Cardozo, estoy grabando un disco nuevo del Pitufo, participé con Jaime, grabé el bajo en tres temas de Rada, me doy cuenta de que hace tiempo que no tiene una renovación sonora importante. Esta es una deducción que saqué hace poco. Me doy cuenta de que estoy en una edad, con los amigos que tengo, por lo que he estudiado, por cómo toco candombe, con las ideas que tengo, que estoy en un lugar como para tratar de renovar el género, con otra gente. Ser músico tiene una responsabilidad, o una cuestión social, yo lo veo así. Soy medio sociólogo a veces en investigar cosas o juntar gente que es dispar; yo toco con los roqueros y con los murgueros.

-¿Hay prejuicios?

-Y sí, pero cada vez menos. Está todo mucho más cruzado, se terminó el estereotipo banal y prejuicioso, ahora son todos más músicos y se pueden comunicar más entre sí.

-¿El próximo disco iría por ese camino?

-Tengo ideas, no sé si hacerlo como parte de este proyecto solista. No quiero que suene pretencioso, es una de esas cosas que uno ve en la movida musical y trata de ayudar.

-¿En qué sentido te enriquece como compositor producir discos de otros artistas?

-Muchísimo porque experimentás fórmulas y eso después te sirve para tus discos. Los grandes aciertos y grandes errores que se cometen en el estudio es parte de un continuo aprendizaje, como cualquier arte.

-¿Sos igual de exigente con los discos que producís que con los propios?

-Sí, a veces más. Con los míos quizá soy menos exigente, soy exigente conmigo, con la voz, pero soy muy libre. Los discos de los demás, sobre todo si son bandas emergentes, trato de que queden muy bien porque arrancan con eso.

-Tocás con muchos músicos, y distintos, a la hora de encarar la interpretación vocal, ¿tomás a alguno como referencia?

-Tengo amigos a los que les ha pasado eso, que arrancaron haciendo covers y les cuesta mucho encontrar su voz, su manera. A mí me costó pero no tanto, salgo con el bajo y con la voz no puedo hacer covers de nadie, canto y canto como yo, no tengo tanta capacidad vocal como para imitar a otro. Como que ya empecé con mi estilo y no tengo tantos años como frontman tampoco.

-Auto fue un grito de liberación, ¿Calma en qué estado te encuentra?

-Creo que ni Auto ni Calma son un fin en sí mismo. Son discos que son como procesos, peldaños en un proceso evolutivo artístico mío. A mí me gustaría ver mi disco número 9, ¿viste? (risas). Volver a seguir haciendo.

-¿Cómo es tu convivencia con la creación musical?

-Diaria. Desde los chiches de mi hija, hasta la televisión, la radio. Escucho mucho radio Babel que pasa música instrumental todo el día. Generalmente tengo etapas de mucho estudio, que puede ser escuchar, tocar, y después voy por la calle y escucho los ruidos. El teléfono, eso es música también. Trato de imitar sonidos, por ejemplo cuando vas caminando por la feria de Tristán Narvaja, estoy en viajes (risas), todos los músicos los tenemos de alguna manera. Es cotidiano: todo el tiempo estoy con algo en la cabeza o sino estoy atento a lo que está pasando a mi alrededor.

-¿Desde dónde arrancás a componer?

-Tengo estrategias, caminos. Cuando no puedo con el piano agarro por la guitarra o por el bajo, o sino empiezo a armar bases en la computadora y a cantar arriba, o sino escribo.

-¿En este caso qué caminos seguiste?

-Todos. Dulce miel, el tema de Jaime, fue compuesto en los escenarios. Yo hacía una performance con loops e iba grabando como diez bajos y efectos con mi voz, y fue mutando...incluso esa letra fue improvisada en el estudio.

-¿Te cuestan las letras?

-A veces sí, porque creo que soy más músico que letrista, y porque estoy cada vez más grande y me exijo, por eso leo más, estoy leyendo mucho más. Porque creo que cuando uno es más grande es más difícil. Por eso tiene menos letras este disco, el otro tenía mucho de ansiedad de decir todo explícitamente. Hay cosas que no se dicen, la música puede decir el resto.

-¿Creativamente deja de ser beneficioso formar parte de una banda grande?

-A nivel creativo yo ya sabía que tenía un karma al salir de una banda tan grande, que me iba a costar mucho. Este disco ya está liberado, el otro tiene una cosa conflictiva, parece una biografía mía, de que estoy despegándome de una banda grande...hay temas parecidos a NTVG y otros en el que ya no está. Ahora ya estoy libre, por eso este disco es tan diferente al anterior. Tengo por un lado suerte y por otro lado no de haber estado en NTVG, va mucha gente que sigue a NTVG y mucha que la odiaba a verme, es rarísimo, y de esa gente sale mi público.

-¿Lograste identificar a tu público?

-Es raro, con esta banda que tengo toco en festivales de jazz, jazzeo mis temas, pero también voy a festivales de rock. Es como que ese cuarteto puede volverse más roquero. Todo me gusta, es más versátil, y divertido. En un momento el disco me jugó en contra, a nivel de la gente quizá, porque había una fracción enorme de la gente que me miraba como si fuera un loco o un traidor, y otra que me miraba como una especie de héroe. Ninguno de los dos me gusta. No es real ninguno de los dos. Simplemente era algo mucho más simple pero que la gente tiende a agrandar.

-¿Tenías 16 años cuando crearon NTVG?

-Sí. Yo no quería llegar a los 40 y zafar de la banda grande, que era lo natural. Cerrar el ciclo: comprarme un casa y un auto, hacer todo bien. Quería vivir. Tenía 16 años y a Emi lo conozco desde los 13. Para la gente fueron 2, 3, 6 años de éxito, ¡para mí fueron 15 años! Fue mi segundo destete. Son muy amigos, Emiliano (Brancciari) es el padrino de mi nena, está todo bien. Costó entender la separación, como toda separación. Para mí fue difícil porque yo componía en la banda, arreglaba, gestionaba...lo dejé solo de alguna manera, pero era una necesidad humana. Yo no le hice mal a nadie, me hice bien a mí.

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