Por: Mariel Varela
Nunca integró el coro de la escuela Tomás de Aquino. El Zurdo Bessio cantaba a escondidas. Se escabullía en los rincones de su casa en el barrio Bella Italia evitando que lo escucharan. Dice no tener muy buena memoria pero conserva patente aquel recuerdo de "gurí". El primer casete que tuvo en sus manos lo grabó con su propia voz imitando un solo que cantaba Fernando Groba en una despedida de los Clapers. "Un día mi madre descubrió ese casete, me llamó ante mi padre y mis hermanos para hacerme saber que lo habían descubierto y me querían escuchar. Yo me agarré tal enojo que rompí la cinta y la deshice. Nunca más me grabé. Hasta que fui grande, me solté y empecé a cantar en las murgas", relata el Zurdo mientras se toma el primer mate de la tarde.
Esa voz que ocultó alguna vez es la misma que pone la piel de gallina al público que lo sigue en los tablados. El mismo timbre infernal que hizo vibrar al Centenario entero aquella noche que entonó el himno a estadio lleno, a pesar de la polémica del día después. "Tengo una grabación casera que filmó mi esposa y cantó el estadio. Eso fue lo que más orgullo nos dio". La misma voz que sobresale del coro de la Catalina, que enmudece y eriza al Teatro de Verano al dar esos tres o cuatro pasos hacia el frente para hacer sus solos con el bombo colgado. Siempre con el bombo colgado.
El Zurdo adulto dejó la vergüenza a un costado. Sacó jugo a la experiencia y madurez que otorga el trajín de los años. "Hoy no tengo miedo de encarar a la gente, al contrario, me hace sentir bien, y me ayuda muchísimo para seguir mejorando. Cuando te aplauden, te piden una foto, te dan un beso o te felicitan es muestra de que las cosas mal no las estás haciendo. Es de las cosas más lindas que te pueden pasar. Lo entiendo ahora que tengo 45 años", reconoce.
Hijo de un murguista. Se crió entre tablados, ensayos, cantina y mostrador. Heredó de su difunto padre la fascinación por el Carnaval, su "defensa a capa y espada". Y trasladó esa pasión a sus hijos Freddy (19 años) y Eva (8 años). No sacó de su padre el tono de voz. "En el sentimiento hacia lo que hacemos éramos iguales, pero en el registro de voz éramos lo opuesto. Él cantaba en la cuerda de segundos y yo me tiro más para un primo alto", indica.
Lleva 32 carnavales ininterrumpidos. No le pesan, son su único vicio y colección. "Voy juntando en rinconcitos de mi cuerpo carnavales, vivencias. Es lo único que me dedico a juntar, emociones, amistades", dice. El bombo ha sido su compañero más fiel en este extenso camino. Lo necesita. Le da seguridad. "Nunca estoy solo cantando en la murga". No lo suelta. Se apoya en él cada vez que le toca salir de ahí atrás, dejar la batería de murga, abrir la boca, y hacer su solo. Acto seguido, retrocede y vuelve a su lugar natural, el de bombista. Esa actitud permite leer entre líneas: la timidez infantil menguó pero no desapareció. "Son secuelas que me quedan de niño. Disfruto mucho más cuando doy un paso al frente a cantar con el bombo colgado que si no lo tengo".
Freddy el "Negro" Bessio cantaba encerrado en las habitaciones de su casa ubicada en Florencia 3429. Su prioridad en aquel entonces no era la música ni el canto. Su vida era la barra de amigos, piropear a las mujeres del barrio, el fútbol callejero en el hormigón -nunca en una cancha- y las ansias por disfrutar del premio mayor, un refresco. "Una gaseosa en la mesa era como tener la Copa del Mundo, y duraba dos minutos. Jugábamos al fútbol en la calle por ese preciado trofeo. Un beso cada uno al trofeo bastaba para que dejara de existir".
Familiares y amigos dejaron de llamarlo Negro en 1978. Bessio es zurdo cerrado, y se da el dique de contar que fue el mismísimo Canario Luna quien lo bautizó. Sucedió en el club Once Estrellas durante un ensayo de la murga Milonga Nacional. Años después, el público se encargaría de colocar al Zurdo como el sucesor del Canario, e imponerle una mochila complicada de llevar. "No sé hasta qué punto puedo comprometerme con esa comparación. No me considero un cantor con las condiciones del Canario Luna ni ahí. No creo que yo ni nadie pueda ser sucesor de nadie", dispara.
Al Canario le debe el apodo, y a Pitufo Lombardo la chance de inaugurar su garganta en una murga. Su amigo y co fundador de Falta y Resto le dio el empujoncito que necesitaba para animarse a mostrar su voz. Hoy se lo agradece el país entero. "Pitufo fue el tipo que consideró que yo podía dar un paso al frente y cantar. A partir de ahí me animé y no paré más", cuenta.
Vocacional. Nació y morirá murguista. "Mi primer trabajo fue la murga y mi último trabajo va a ser la murga". Tuvo una fugaz experiencia laboral en una barraca pero duró dos meses. "Estar cargando materiales no era para mí. Sentí y siento que no podría haber hecho otra cosa".
Terminó la escuela, no hizo liceo. No estudió percusión ni canto. "Aprendí de mirar, de escuchar. El carnaval tiene ese misterio: de cada diez carnavaleros, nueve nacen con la oreja natural. Lo mejor que te puede pasar es que te guste, tener oreja y buena vista para ver cómo se mueven las manos".
Se autodefine bombista y cantor, no cantante. Y lo aclara. "Un cantante es aquel que fue a estudiar o a perfeccionarse. Yo no lo fui a hacer, no me preocupé demasiado, pero como la voy llevando... Es como cuando no vas al médico y te preguntan, `¿vos cómo estás de salud?` Bárbaro, no siento nada, pero es muy probable que si voy al médico me salte algo. Esto es lo mismo", compara.
Bombista primero, cantor después. No canta por obligación. Le gusta, lo disfruta pero lo que le apasiona dentro de la murga es estar atrás tocando el bombo. Tardó en dejarse oír pero al hacerlo, encontró en su voz una herramienta de trabajo que le permitió sobrevivir primero, y vivir de la música después. "Mi pala es mi garganta y mi pico son mis manos, no los puedo perder".
Cronología. "Che, Zurdito, ¿te animás a tocar?". Freddy tenía doce años cuando el Canario Luna lo llamó por primera vez Zurdo. El apodo no fue el único sello importante aquella tarde. Quien tocaba el redoblante faltó al ensayo y Tata Martínez cedió su puesto de bombista al Zurdo sabiendo que le gustaba. "Me hicieron creer que era conveniente que hubiera tres tocando y me invitaron a tocar", recuerda.
A los 18 años dejó de jugar a las escondidas con su voz y empezó a demostrar sus dotes de cantor en el mostrador de los bares después de los ensayos con la Falta. "Lugar al que llegábamos, lugar que escandalizábamos. Ahí sí participaba cantando, no tenía vergüenza porque me ponía en rebelde, y más con una cerveza arriba".
Una década después de aquel bautismo, Pitufo Lombardo pasó a dirigir Falta y Resto, y le tiró una línea: "Si yo te preciso cuando no estás tocando para que apoyes el coro, te voy a pedir que cantes". Fue más una orden que un pedido. Pero el Zurdo no titubeó.
Allá por 2007 recibió una llamada sorpresiva. Del otro lado del teléfono habló Tabaré Cardozo. Es zurdo cerrado pero entró a Agarrate Catalina con el pie derecho: ganaron en 2008 con su ingreso y repitieron la alegría este 2011. Desequilibró al grupo con su voz y con su edad. "Son todos jóvenes y venían con una cabeza mucho más fresca. Fue espectacular porque me hicieron sentir más joven".
-¿Sentís que tu llegada a la Catalina le puso el broche de oro a la murga?
-Me llamaron porque no tenían una persona con un volumen superior al que ya había en la base de la murga. Confío que fue por eso porque es real. Cuando hay un remate que va por encima del registro de la murga acuden a mí. `Zurdo pa esto estás. Ésta es pa vos`. No necesariamente me llevaron para darle el broche. Si el Zurdo no estuviera en la Catalina, hubieran ganado igual porque cuando el Zurdo entra, la Catalina ya venía levantando la copa. Si mi llegada fue un granito de arena que sirvió para seguir creciendo, bienvenido sea, lo agradezco.
1996. La melodía tenía otro texto en 1991. Jaime Roos la había compuesto para la obra El vendedor de reliquias. El Zurdo cantaba en ese elenco. En 1996, Jaime agarra esa música y escribe Si me voy antes que vos. "Él estaba convencido de que había quedado como tenía que ser pero que no era una canción para cantarla él por una cuestión de registro. Consideró que era para mí", relata.
El Zurdo tampoco se animó a decir que no a Jaime. Y pegó en la tecla. Fue la primera canción que grabó como solista, salió bárbara y fue disco de oro. "Si bien había quemado esa vergüenza de niño y encaraba, esto me hizo perder los miedos de dar ese paso al frente. Aparte tenía que salir bien desde el vamos por el contenido. Cantarla en vivo implicaba una responsabilidad bárbara y no podía pifiarle en lo más mínimo".
Divinas las giras, tremenda experiencia andar haciendo lo que te gusta por el mundo, pero al Zurdo le quedó algo en el tintero: compartir esa alegría con su viejo. "Me quedó pendiente que mi padre pudiera disfrutar un poco más de lo que uno hace. Más allá de que lo esté haciendo bien o mal, hubiera estado lindo que lo compartiera conmigo". El viejo se marchó cuando Si me voy antes que vos daba sus primeros pasos. "Estando en el sanatorio, mi papá escuchaba esa grabación y se daba el dique de andar a los gritos con los enfermeros y doctores diciendo que yo era el hijo cuando nadie me conocía", recuerda emocionado.
íntimo. Integrar la banda de Jaime supuso, además, un giro notable a nivel personal. Hace 20 años la música popular uruguaya estaba en auge, y eso motivaba cruzar el charco seguido. "En esas idas y venidas conocí a Sandra, mi señora. Ella trabajaba en el free shop del barco. La invité a que nos fuera a ver y una cosa trae la otra".
Está sentado en el sillón de la casa que habita en Colonia desde hace 16 años junto a Sandra y su pequeña Eva. Su esposa es la razón de su mudanza. Esos 180 kilómetros le significan un gran esfuerzo. Llegar a estar en la murga implica "cinco horas muertas" entre ida y vuelta. Amaga con no salir, pero su amor por el carnaval puede más. "Lo haré mientras me dé el cuero".
Pero le cuesta. Es un tipo muy casero y familiero. "Necesito tiempo para estar acá porque tengo una hija chica y un hogar que mantener en orden", dice. Tiene a Fefi, su hijo mayor, que vive en Montevideo pero pasa bastante tiempo en Colonia, con su padre, y de paso lo ayuda con la pequeña Eva. "Cuando ella crezca y yo necesite un guardaespaldas ya tengo al Fefi. Mejor que él no la va a cuidar nadie", comenta el Zurdo.
Fefi y Eva podrían haber disfrutado de canciones de cuna cantadas con esa voz alucinante. Sin embargo, no ocurrió. "Nunca lo hice. Cuando yo me criaba no me cantaban ni me leían para dormir. No tuve ese acostumbramiento y se ve que naturalmente lo manejé así con mis hijos".
Sus hijos y su familia no disfrutan ningún plus. Escuchan esa voz con la misma frecuencia que el público que lo sigue: "Cuando me escuchan es porque se da que tengo que cantar ese día. Nunca estuve pendiente de porque sé cantar tenga que cantarles". No le gusta cantar en su casa y prefiere no hacerlo en eventos o cumpleaños. "Un jugador de fútbol no está en una reunión dominando una pelota", compara.
Paralelo a eso, quiere y está pronto para prestar su garganta en momentos especiales en la vida de sus hijos. "Si me dijeran, `va a pasar algo con tu hija o tu hijo, tendrías que cantar`, sería con las únicas personas con las que tendría que pensar si voy a tener ganas o no. Directamente lo haría".
Sanguíneo. Sí, el Zurdo siente esa magia y energía especial que se conjuga en cada escenario que pisa cuando sus cuerdas vocales empiezan a trabajar. Guarda esos instantes en lugares privilegiados de su alma. "Es el punto que te puede acelerar el corazón. Entre la emoción, la alegría que sentís, el compromiso de cumplir. Se te junta todo y sos como una bomba de tiempo queriendo resolverlo todo. Ahí es cuando tenés que respirar hondo para jugártela, cerrar los ojos, tirarte al mundo y que pase lo que Dios quiera", enfatiza.
También hubo tragos amargos en la carrera de este murguista. Aquella noche en el Centenario donde cantó para miles de personas el himno nacional quedó en su memoria como uno de los momentos más felices de su vida. "A mí se me hizo cortísimo. Me hubiera gustado vivirlo un rato más". Hubo quien no le gustó y polemizó sobre la versión. "Al otro día mi vida cambió. Me dio mucha angustia porque yo no había querido lastimar a nadie. No encontraba cómo separar poder disfrutar y no amargarme por la gente que no le había gustado", resume el Zurdo. Hoy, pasa raya y asegura que lo volvería a cantar en versión murguera "con todo orgullo".
Ídolos. Tocó el cielo con las manos cuando llegó a la banda de Jaime. "Uno tiene la suerte de disfrutar de dos cosas en paralelo: hacer lo que te gusta y encima con un tipo que admirás", comenta. Le costó caer. Pasó de escuchar sus discos a ser compañeros. Aún le cuesta hablarle como a un colega más. No deja de sentir esa lejanía propia de un fanático para con su ídolo. "Cada vez que empiezo a marcar el número que me va a permitir comunicarme con él, ya arranco a resoplar porque me cuesta. Estoy hablando con la persona que sigue siendo el ídolo en un montón de cosas. A mí no me cambia lo que es un ídolo por tener una relación", explica.
Hoy el Zurdo es un ídolo para otros tantos. El público murguero lo tiene allá arriba. Es la voz del carnaval. "Tengo la suerte de que me digan eso y un montón de cosas locas así de que soy el mejor. Eso me lleva a tener más responsabilidad para complacer a esa gente que se desvive por darte un abrazo y decirte eso", finaliza el Zurdo.