18.30 horas en Barcelona, jueves 25 de setiembre. Martín Ibarburu, baterista de Contraseña, la banda de Jaime Roos, camina por la calle Muntaner, muy cerca del centro de Barcelona. Entra a la sala Luz de Gas, donde esa noche se realiza el primer concierto de la gira en España. Una gira que sirve como lanzamiento del disco "Concierto Aniversario" en este país, pero que sobre todo significa el reencuentro del músico uruguayo con miles de compatriotas que viven en la "madre patria". Un afiche en la puerta de la sala, coqueta y antigua, indica que esa noche tocará el compositor "más popular de Uruguay".
19.00 horas. Para la gran mayoría de los barceloneses es un día más. Sin embargo, más de 900 uruguayos y argentinos ya se preparan para una noche que será inolvidable. Algunos no escuchan en vivo a Jaime desde hace años. Otros nunca lo vieron, porque se radicaron en España en la década del 70 o el 80. Los músicos saben que esta gira es especial y, dentro de la sala, no descuidan un sólo detalle durante la prueba de sonido. El perfeccionismo de Roos hace que se repita cada cosa que no le agrada y que la prueba se extienda más de lo pensado. Mientras él hace una pausa para firmar un autógrafo, los otros diez integrantes de la banda se distienden. Algunos saludan a conocidos y amigos, que los vienen a visitar. Cuando todo empieza a funcionar bien y el sonido ya está muy cerca del deseado, Jaime interrumpe de golpe una canción porque se da cuenta que alguien lo está filmando. "¿Esto para qué es?", pregunta el músico, y de la producción le aclaran que se trata de una grabación para uso interno. "Ah, si es así grabá nomás todo lo que quieras", responde mientras sonríe y sigue con su trabajo.
20.00 horas. Afuera de la sala ya se vive ambiente 100% uruguayo. Cerca de veinte jóvenes, la mayoría de menos de 30 años, cantan "Terapia de Murga" de Ruben Rada, guitarra en mano. Luego es el turno de "José Sabía" de la Vela Puerca, justo antes de que se detengan dos motos de la Guardia Urbana (policía municipal). Hay instantes de silencio y nervios, mientras más de uno aclara por lo bajo que está "sin papeles". En la puerta de la sala un grupo de unas diez personas hace cola en la puerta del local, a falta de dos horas para el comienzo del toque.
21.00 horas. Se ven camisetas y banderas de Uruguay, camisetas de Peñarol y de Nacional, banderas de Cerro y de Defensor Sporting, y algún que otro infaltable mate. Son momentos de ansiedad. Por unas horas la céntrica sala barcelonesa será copada por uruguayos sedientos de murga, candombe y rock. Como diría el propio Roos horas más tarde, al final del show, "imaginensé que están en un tablado". Aunque sólo sea por un rato, la gente se traslada mentalmente a Montevideo.
21.30 horas. Joan Manuel Serrat entra a la sala y todos se dan vuelta al reconocerlo. El músico catalán buscó una pausa en la grabación de su nuevo disco para saludar a Roos. Enseguida pasa a los camarines, mientras el público aplaude, haciendo el clásico ritmo de candombe, y el grito de "Uruguay, Uruguay" se hace sentir. Afuera la gente está bastante menos contenta. Es que Luz de Gas es una sala nocturna, donde se vende alcohol, y por ley está prohibida la entrada a menores. Esto no se había publicitado en lo previo y muchas familias no pueden creerlo. Tienen que darse media vuelta e irse, no sin antes recibir los 15 euros por persona de la entrada. Nunca se habían imaginado que un show de Jaime Roos sería para mayores de 18 años. Hay gritos y protestas. No quedan dudas: esto parece Montevideo.
22.00 horas. Se apagan las luces de la sala y se ilumina el escenario. Entran los once músicos, ovacionados casi como si fueran los integrantes de la selección uruguaya antes de un partido por las Eliminatorias. La banda posa cual cuadro de fútbol y sale a matar. Suenan los primeros acordes de "Cuando Juega Uruguay" y la gente enloquece. El público (de pie, porque la sala cuenta con pocas butacas) empieza a vivir una gran fiesta que durará casi dos horas y media. Jaime se gana a la gente rápidamente con una demoledora selección de éxitos: "Amor Profundo", "Amándote", "El Hombre de la Calle", y "Los Futuros Murguistas", sólo cortada por un "Salud Barcelona" del compositor y algún que otro "gracias".
El sonido es impecable y eso ayuda a que la fiesta sea aún más grande. Pero está claro: el público se rinde ante los pies de Roos, que comienza ganando el partido antes de jugarlo. Jaime dedica "El Hombre de la Calle" a Serrat, "un alcalde de Barcelona, que está por ahí". Esa sería la primera pero no la única dedicatoria de la noche: a la actriz argentina Cecilia Rosseto (que vive en Barcelona) le dedicaría más tarde "Milonga de Pelo Largo", de Dino, mientras que a su hijo Yamandú —que voló especialmente desde Amsterdam para la ocasión— le "regaló" una versión bastante rockera de "Tal Vez Cheché". Luego de la primera e intensa seguidilla de clásicos, Jaime pide un poco de calma y silencio para poder escuchar algunas canciones más tranquilas, mientras alguien no para de gritar "Dale, Jaume (Jaime en catalán), dale". Así, primero es el turno de "Las Luces del Estadio", luego la versión instrumental de "Se Va La Murga", "Milonga de Gauna", "Tablas" (también de Dino y editada en el disco Contraseña) y "Al Pepe Sasía".
La intensidad vuelve a subir con "Adiós Juventud" y, sobre todo, con una sentida versión de "Los Olímpicos", canción escrita hace más de 20 años pero con una increíble actualidad. Ese fue, sin dudas, el momento más emocionante de la noche. Jaime tiene claro que se trata de una canción muy especial, hace sonar los primeros acordes y luego empieza una larga explicación. "Antes, en el 24, en el 28, los uruguayos veníamos a Europa a ser campeones olímpicos. Nadie venía para acá a trabajar. Ahora es al revés, los uruguayos vienen a picotear, mal pagos y sin papeles", dice Roos y recibe un fuerte aplauso. Luego explica que él vivió en Madrid en la década del 70 durante su exilio, y sabe que a veces los españoles reciben muy bien a los uruguayos y otras veces no tanto. "Todo es una cuestión de liga", señala y agrega que donde dice "uruguayos" pueden poner argentinos o colombianos. Mientras suena la canción, la gente baila a más no poder. Aunque suene paradójico, es alegría mezclada con tristeza e incontenible rabia. Jaime canta que "volver no tiene sentido, tampoco vivir allí" y a más de uno se le caen las lágrimas. La escena le pone los pelos de punta hasta al más insensible.
Todavía quedaban varios clásicos por tocar, como "Esta Noche", "Si Me Voy Antes que Vos", "Cometa de la Farola", y "Durazno y Convención". Pero el momento de mayor intensidad ya había pasado. Jaime explica —quizás en exceso— el contenido o el origen de varias canciones antes de tocarlas, como si la audiencia estuviera formada por españoles. Sin embargo, él mismo aclara sobre el final del show que "se nota que hay muchos uruguayos, pero también veo argentinos y espero que haya muchos más catalanes".
0.15 horas. Pasada la medianoche y luego de algunos minutos sin la banda en el escenario, Jaime vuelve con una camiseta uruguaya puesta y toca "Piropo". Le pregunta a la gente si quiere que siga o si se tienen que ir porque se termina el metro o se les va el bus. Con el consentimiento del público llega "Calle Yacaré", luego "Pa’l Abrojal" de El Sabalero (a pedido de la banda) y un más que festejado final con "Colombina". El público pide más pero Jaime aclara que, igual que en el tablado, esa fue la retirada: éstas son las reglas del juego, dice antes de que la banda vuelva a saludar. Se nota que los once músicos están contentos, porque disfrutaron muchísimo, el show fue redondo y tuvo el apoyo de los espectadores de principio a fin. La gente se retira lentamente, con la alegría marcada en la cara, a pesar de que ya no pase el metro y haya que irse a pie.
Desde Barcelona: Sebastián Cabrera
Fotos: Laura Carballo