Publicidad

ENTREVISTA

Lara Campiglia, la historia de una artista que dejó de lado de su carrera empresarial para rescatar animales

Pintora, escultora y escritora, acaba de inaugurar "Reserva de vida", establecimiento centrado en la rehabilitación de caballos del matrato. "Nací con esto, solo me faltaba decidirme y ahorrar un poco de plata".

Compartir esta noticia
LaraCampiglia1.jpg
Lara Campiglia
MIGUELMOYA

Lara Campiglia (48 años) es artista plástica, escritora y cada vez más, activista por los derechos de los animales. Pudo haber hecho una carrera ejecutiva en la empresa familiar de construcción o en el rubro inmobiliario pero desde siempre la moviliza otra sensibilidad: esa misma que cuando niña rechazaba la carne que le servían en el plato. “Era algo más del cuerpo que de la mente”, dice. Es vegetariana desde que tiene memoria.

Su proyecto más reciente se llama “Reserva de vida” e inauguró hace unos días en las afueras de Pueblo Edén (Maldonado). En un campo de 88 hectáreas, Lara Campiglia planea reunir arte con sensibilidad animal. Ya pastan en el lugar libremente 43 caballos rescatados del maltrato y decenas de perros. Cada día llegan más animales.

“Nací con esto y lo que me faltaba era decidirme y ahorrar un poco de plata para poder vivir”, cuenta. El punto de inflexión lo reconoce en los años 2000. Ella trabajaba en el área de comunicación de la empresa constructora y vivía en Montevideo. En sus momentos libres, que no abundaban, se pasaba pintando aun cuando no tenía formación artística. “Trabajaba de lunes a domingo pero no era feliz haciendo lo que hacía”, cuenta.

Cuando comenzó a ir a los talleres con Fernando López Lage se dio un click. Para 2008 había renunciado al trabajo, aunque continúa siendo una asesora externa de Campiglia Construcciones. Se mudó a Piriápolis, donde sigue viviendo rodeada de lienzos, pinturas y de animales.

Vivir del arte no es fácil salvo que tengas una “fábrica”: que hagas lo que venda. Yo no hago lo que vende. Hago lo que me seduce hacer, investigo. De repente me lleva mucho tiempo un cuadro”, cuenta sentada en su “otra casa”, la Reserva de vida de Pueblo Edén.

Aquí se ha restaurado una antigua tapera de piedra y no hay (ni habrá) energía eléctrica de UTE. “Buscamos invadir lo menos posible el lugar”, cuenta Lara Campiglia. El campo se recorta entre la serranía del lugar y gran parte de la extensión del campo está en pendiente y “está sucio”, lo que ella celebra. “Esto significa que está sin podar y así lo quiero dejar, que se preserve lo más posible la vegetación autóctona”, dice la artista.

En Reserva de vida, Lara Campiglia y el encargado del establecimiento, Marcos, buscan primero que los caballos recuperen su “identidad equina”. Algunos llegan con graves heridas y son curados para luego reinsertarlos en la manada. Los nombres se los pone la artista: Alegría, Bonita, Ángel, Santo, Lindo… en general elige términos que se contraponen a la apariencia o el comportamiento del caballo. “Santo”, por ejemplo, era el que alborotaba a los demás o “Alegría” llegó con una cara de tristeza que conmovía.

Cuando estén listas las instalaciones (energía solar, piscina biológica, acondicionamiento de baños), la intención de Campiglia es brindar talleres de relacionamiento con los equinos, además de jornadas de arte y naturaleza para niños o adultos.

La idea es que la gente se contagie y cree reservas de vida en su casa. Por más que no tengas el espacio, en un balcón o un patio se puede plantar y cuidar aunque sea una planta”, asegura.

La reserva nació de la necesidad de espacio una vez que Campiglia comenzó a rescatar caballos, algunos que tenían destino de matadero.

“Mi padre me ayudó. Lo convencí. Tuve la ayuda de mis padres porque si no hubiera podido acceder a la tierra”, cuenta.

La lucha más reciente en la que Lara Campiglia está embanderada es contra una práctica llamada “sangría de yeguas”. Se trata de una extracción poco conocida a la que se somete a yeguas preñadas. “Es una tortura”, dice Campiglia y denuncia que se practica en Uruguay.

La “sangría de yeguas” consiste en sacar 10 litros de sangre al animal con el objetivo de extraer una hormona que se utiliza para la inseminación en otros animales o también en usos cosméticos. Luego, se le practica el aborto a la yegua. Si el animal logra sobrevivir al proceso, por lo general queda con lesiones graves y terminan usualmente en matadero.

“Es una barbaridad”, dice Campiglia. Ella junto a otros activistas impulsan un proyecto de ley (creado por el diputado César Vega) para prohibir esta práctica, pero hasta el momento sus reclamos han caído en saco roto. “Hemos golpeado muchas puertas en el Ministerio de Ganadería y otras reparticiones pero no logramos respuestas”, comenta Campiglia. “Existe la hormona sintética. Es una práctica innecesaria y aberrante”, añade.

La producción artística reciente de Campiglia está atravesada por esta lucha y por una indignación generalizada sobre la vulneración del hombre sobre el medio ambiente o las demás especies. Abunda el rojo sangre y los quiebres en sus lienzos.

Sus libros de poemas o una muestra de esculturas para niños también involucran esta sensibilidad. “El ser humano no tiene límites para la maldad”, comenta.

Cuando se le pregunta por qué indigna ante la violencia hacia los animales por delante del maltrato que también son víctima humanos, en especial niños, mujeres, minorías étnicas, ella responde: “Es la misma violencia. En una casa donde se maltrata al perro, en general hay un niño maltratado o esa persona también fue objeto de violencia”, opina la artista. “Hay estudios internacionales que determinan que es más fácil detectar a un abusador porque maltrata a los animales”, agrega.

Lara Campiglia pinta en la mañana en su casa de Piriápolis y luego pasa las tardes en Reserva de vida. A pesar de que todavía se recupera de una fractura en el pie, camina todo el campo saludando y hablando con cada uno de los caballos. Los besa, los acaricia, los peina.

En “Reserva de vida”, Lara Campiglia está instaurando un sistema de padrinazgo de caballos para que diferentes personalidades “adopten” a un equino y lo visiten, lo acompañen, lo acaricien. Todo, menos montarlo.

Solo estoy de acuerdo con la doma racional. Como hacían los indios, que iniciaban una relación con el animal, de igual a igual”, comenta Lara Campiglia.

“Hice una vida súper urbana durante muchos años pero hoy no lo podría repetir. Tengo una pequeña inmobiliaria pero suelo delegar en personas de confianza. Sigo en la empresa de mi papá pero como asesora externa. Ahora, mi mayor interés es que la empresa se haga más sustentable. El último edificio tendrá una huerta orgánica y reducirá la basura”, dice mientras sigue el recorrido.

La política de los nombres viene funcionando en los caballos luego de las curaciones y la contención. “Alegre” parece más alegre y “Santo” está socializando mejor con sus compañeros de manada. Y “Lindo”, según Lara Campiglia, es ahora un “bombonazo”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad