La guerra sin fin

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Por: Mariángel Solomita

Cómo vamos a hacer para contar que todo puede ser un arma en el espacio?" Denis Delestrac se hizo esta pregunta mientras instalaba una cama en la sala de edición, en la que durmió durante seis meses. Las veinticinco semanas que se estimaron para el montaje se duplicaron. "Si hubieran sido unos cabrones hubiera sido mucho más fácil", dice.

Delestrac nació en Francia pero que ha vivido y trabajado en España y Estados Unidos. Decidió debutar en la dirección con un documental que demuestra que "La guerra de las galaxias" incentivada durante el período de Ronald Reagan aún existe.

"En 2001 entrevisté a Noam Chomsky acerca del terrorismo, le pregunté acerca de la posibilidad del terrorismo nuclear y él me dijo que podía pasar, que la amenaza más inminente es la militarización del espacio. Cometí un error de mal periodista y no re-pregunté sobre el tema". Unos años después releyó la entrevista y decidió investigar. "No tenía idea. Para mí el espacio era un lugar pacífico en el que explorábamos."

Se topó con una problemática "ocultada o oculta", e inició una investigación que se extendió durante dos años y medio. "Encontrar a las personas que me guiaran no fue tan difícil; fueron complicadas las fases siguientes. El momento de entrar al Pentágono y sacar la información más sensible. Tenés que ir con guantes para no herir a nadie y hay que conseguir información, es un trabajo básicamente psicológico", explica.

La búsqueda de financiamiento llevó ocho meses. En todos los trabajos en los que este director había trabajado previamente la demora habitual fue de dos años. Pax Americana se presentó a las televisoras como un documental que combinaba una investigación profunda con herramientas cinematográficas que amoldaban el contenido a una forma ágil, muy musical. "Me inspiré mucho en el gran cine clásico, en la ciencia ficción, en alguna película de acción, en el género del video clip y en la publicidad. Esas fueron mis influencias para trabajar a nivel de ritmo, de sensaciones, para trabajar la música y el montaje. Creo que está bien inspirarnos un poquito y dejar de poner etiquetas de que `como esto es un documental debe entrar en un estilo de cómo debe ser un documental`. Estoy muy cansado de eso, quiero luchar contra eso, quiero romper esa barrera. Quiero que el documental llegue a la gran pantalla y compitan con las grandes películas de Hollywood."

-¿Crees que el primer paso debe darlo el realizador reformulando el lenguaje?

-El primer paso no, es uno de los pasos que hay que hacer. Hay mucho por hacer en la distribución, y en las televisoras. No se le da al documental el mismo espacio que a la ficción. Esta película logró saltar esa barrera: se programó como una película cualquiera.

Obtuvo un presupuesto de un millón de dólares. Cuatro cientos mil se destinaron al pago de derechos de imágenes de archivo. Según comentó en la Master Class que dictó en la ECU, por unos meses debió asegurar a las televisoras el aval del Pentágono, que demoró cuatro meses en responder su mail. "El primer factor para acceder a lugares difíciles es el tiempo. Antes de definir con quién vas a hablar hay que saber todo de él. Yo tardé semanas en identificar a quién dirigirme en El Pentágono. Demoramos otras tres semanas en redactar el mail".

Luego de que el Pentágono realizara su propia investigación de Delestrac, dio pase libre. "Lo plantee como una posibilidad para ellos de mostrar su gran sistema de defensa. Aprendimos a usar las palabras adecuadas, palabras militares. Nos presentamos como profesionales e inofensivos, pero a la vez honestos. Si íbamos como periodistas incisivos, no teníamos nada que hacer allí. Mis preguntas sonaban ingenuas, pero era la manera de que no las evadieran. Usamos una máscara de inocencia."

XX. Se realizaron 40 entrevistas. Ninguna le fue negada. En el corte final se conservaron 28. "No quise hacer un documental de personajes, sino de entrevistados, que fuera ágil". Para esto generó un sistema para filmar a base de espejos que le permitía mantener contacto visual con el entrevistado y generar la ilusión de que éste mira a cámara. Esta decisión es un gran acierto en el tratamiento que le da a una temática contradictoria.

Realizó cinco versiones diferentes de su trabajo. La suya, es la versión de cine, la que fue multipremiada y dura 85 minutos.

-¿No sentís que es un tipo de traición al verdadero espíritu del documental?

-Cuando las televisoras te apoyan tienes que hacer concesiones. Tienen sus programaciones muy definidas, su linea editorial y hay que respetar eso. Hice lo que quise con mi película de cine, pero hice las otras para contentar. Tu vendes el alma al diablo de la tele (risas). Son las reglas del juego, sin ellos no haces nada. Alguna me pidió que fuera más corta, otra un enfoque más científico, otra menos político, nada grave.

El diseño de producción programó entrevistas a lo largo de todo Estados Unidos -además de escenas en Francia y Canadá-.El equipo compuesto por cinco personas (director, productora, sonidista, fotógrafo y chofer) recorrió 20 mil Km en una camioneta. La película se filmó durante cuarenta y ocho días. Siete los dedicó a observar a uno de los personajes. Uno de los capos del Pentágono, que le permitió el acceso a una reunión que resultó en una escena clave. "Seguramente estas personas son las personas más lúcidas de Estados Unidos. Hubiera sido fácil si fueran cabrones. Hay cosas muy fuertes que no están en el documental."

-Empezaste el trabajo con ciertos pre-conceptos, en el acercamiento viste lucidez, ¿cambió entonces la primera película que tenías en mente?

-Sí, esta es mucho más completa. Yo iba a hacer un documental más simple, más de blanco y negro. He ido descubriendo todos estos tonos de grises en los militares, y me han hecho hacer un documental mucho más cercano a la realidad, pude presentar todos los pro y los contra. Tiene varios niveles de lectura, lo puedes leer como un documental acerca de la dualidad que tenemos todos. Hay un militar que tiene ideas muy radicales, pero me cae bien, es una buena persona. Lo que lo hace pensar así es que ha estado en una maquinaria militar toda la vida, es todo una cuestión de educación y de entorno. Todos tenemos posibilidades de ser un militar o un activista.

-¿Cómo lo juzgaron los entrevistados?

-Bien. Los militares saben que no es pro militar, es más bien lo contrario, aunque sea, en mi opinión, objetivo, pero los militares agradecían la inteligencia del documental; es provocador pero a la vez les respeta.

-¿Generó algún tipo de repercusión en la prensa más allá de su valor como obra cinematográfica?

-Este es uno de mis grandes orgullos, que además de que la gente hable de la película como obra también ha permitido abrir muchas puertas con el tema de la prensa en muchos países. Era el objetivo número uno que tenía con esta película: que llegara este tema sumamente desconocido y oculto desde el punto de vista de la prensa. Que haya empezado a ocupar primeras páginas, y esté en la agenda... ahí es donde el documental puede ayudar un poquito a que cambie una situación.

-¿Causó una toma de conciencia real en los espectadores?

-Sí, y dio mucho trabajo.

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-¿Sobre todo en Estados Unidos?

-Exactamente, pero una película no hace todo.Tengo doce años como periodista y me gusta sacar a luz aquello a lo que la gente no puede tener acceso. Tengo la suerte de haber podido entrar ahí. Es el papel, yo creo, del documentalista, que al contrario del periodista tiene esta ambición de permitirse un trabajo en profundidad y a largo plazo. Ahí podemos hacer la diferencia.

-¿Qué pensás hoy sobre la militarización del espacio?

-Lo mismo. Hay mucho trabajo, pero ahora se lo doy a ustedes (risas). Son los periodistas los que deben tomar esta pelota, transmitirla y pasarla al público, ayudarme a hacer esto. Es vuestra responsabilidad (risas).

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